Pese a los elogios de Estados Unidos al fortalecimiento del Mercosur, en vísperas de la visita del presidente Bill Clinton a Amércia del Sur pocos dudan de su íntimo deseo de ver cómo el bloque subregional se diluya en la más amplia Area de Libre Comercio de las Americas (ALCA).
Clinton llega el miércoles a Argentina por primera vez como parte de una gira que lo lleva también por Venezuela y Brasil y que busca promover el libre comercio y la integración económica con una región considerada como la de más dinámico crecimiento en el mundo después del sudeste asiático.
Los países del Mercosur, que comerciaban por 5.100 millones de dólares en 1991, hoy lo hacen por más de 16.000 millones.
Y lejos de representar un caso de desvío de comercio, el bloque también aumentó sus exportaciones, negocia un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea y progresivamente se acerca a los países del sudeste asiático.
La visita de Clinton está signada por una brecha entre los objetivos enunciados por la comitiva oficial y la opinión de analistas políticos, empresarios y diplomáticos de los países huéspedes que desconfían del respaldo de Estados Unidos al Mercosur, .
El Mercosur (el bloque que integran Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay y al que se asoció Chile en 1996) "es un hecho positivo y lo queremos apoyar", aseguró James Debbins, director de Asuntos Interamericanos del gobierno de Clinton.
Pero luego agregó una frase que engendra dudas de esa intención: "el Mercosur negocia con Canadá, Europa y el resto de América del Sur y Estados Unidos no quiere quedarse afuera", dijo.
Si no hubiera sido por su operación de rodilla, Clinton hubiera llegado aquí en mayo, poco después de la visita del presidente de Francia, Jacques Chirac, quien se preocupó de aclarar que "el futuro de América Latina no está en un eje Norte-Sur sino en Europa".
Chirac añadió entonces que "la vocación de América Latina es estar en todo el mundo y sus intereses esenciales en comercio, inversiones y ayuda no descansan en Estados Unidos sino en Europa".
"Esto se puede ver claramente en el Mercosur, del cual la Unión Europea es el primer socio económico", remarcó.
Para contrarrestar esta influencia y recuperar liderazgo comercial en su "patio trasero", como se identificó a América Latina respecto de Washington durante muchos años, Clinton dedicó este año al menos cuatro viajes por la región.
Esta es la última gira del mandatario previo a la próxima Cumbre de las Américas a realizarse en Santiago, Chile, en 1998.
"Tenemos que trabajar con los miembros del Mercosur de modo que los procesos de integración en Sudamérica converjan con el de América del Norte", alertó Debbins, y para ello, recomendó negociar "algunos temas en bloque como el de las tarifas, y otros país por país, como es el tema de los servicios".
Justamente, la estrategia de atomizar el bloque para una negociación fue señalada por numerosos analistas que dieron como ejemplo los "presentes" ofrecidos por Estados Unidos a cada uno de los países, aún cuando estos generaron roces y competencia entre ellos.
Uno de los anuncios que hará Clinton a su colega Carlos Menem es la invitación a que Argentina sea aliada de Estados Unidos extra OTAN (la Organización del Tratado del Atlántico Norte).
Ese ofrecimiento fue cuestionado por Chile, que intenta dejar atrás el pasado de competencia militar con Argentina.
Estados Unidos ofreció aviones F-16 a Chile y Brasil intenta ganarse un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como representante de América Latina, un avance que no es del agrado de sus socios en el bloque comercial.
El ex canciller argentino Dante Caputo citó a Samuel Huntington, autor de "El choque de civilizaciones", cuando sostuvo que "las reglas elementales de la diplomacia y la política prescriben que Estados Unidos debe intentar enfrentar a uno contra otro".
"Si el Mercosur se debilita, nuestra región perderá el principal instrumento nacional para sobrevivir en el llamado mundo globalizado", dijo Caputo, y agregó que el bloque es la manera de inserción soberana de Argentina en el mundo.
"Si lo perdemos, desaparecemos como nación", puntualizó.
Las dificultades con que se encuentran los negociadores para avanzar en la conformación del ALCA para 2005 quedaron de manifiesto en las sucesivas reuniones con los representantes del Mercosur.
Brasil quiere una negociación muy gradual y sin plazos, mientras que Estados Unidos quiere hablar de desgravación arancelaria al comenzar 1998.
Esta semana, funcionarios de las cancilleriís de Argentina y Brasil se reunieron para unificar el "frente interno" ante la llegada de Clinton. Lo mismo hicieron los empresarios de uno y otro país.
"Los negociadores del Mercosur deben mantener la preferencia Mercosur al máximo posible, preservando su unión aduanera", advirti esta semana en Buenos Aires ante un elenco de empresarios el senador brasileño Fernando Bezerra, titular de la Confederación Nacional de Industrias de Brasil.
El economista Enrique Carrier, asesor de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, explicó que el objetivo de Estados Unidos es "abrirá para sus productos los mayores espacios posibles de colocación en los restantes pases del continente".
Para eso busca "frenar la proliferación de bloques exitosos como el del Mercosur".
Los observadores del proceso de acercamiento y rechazo entre el Mercosur y el ALCA recuerdan siempre las palabras de Charlene Barshefsky, representante comercial de Estados Unidos, quien dijo al asumir que el Mercosur es nocivo para los intereses del empresariado de su país y que el gobierno se había dormido ante esa unión.
La "distracción" de Estados Unidos ante la integración subregional americana fue reconocida también por Sandy Bergsen, miembro del Consejo Nacional de Seguridad.
"En los dos últimos años estuvimos fuera del juego de los acuerdos comerciales y ahora vemos que América del Sur mira cada vez más a Europa y Asia", admitió.
En este sentido, Bergsen defendió la iniciativa de Clinton de enviar al Congreso el pedido de autorización para que el Ejecutivo negocie por la "vía rápida" con los países americanos, sin esperar que cada acuerdo bilateral sea sometido a la aprobación -o el rechazo- del Congreso de su país.
De conseguir esta herramienta, Clinton tenderá un señuelo difícil de eludir en la Cumbre de Santiago para los gobiernos de la región, y entonces el desafío de mantenerse unidos para no desaparecer en el conjunto deber ser todavía mucho más fuerte que el que enfrentan hoy los países al momento de recibir al presidente estadounidense.
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