El filósofo Sayed Qemni ganó una batalla judicial contra los poderosos líderes islámicos de Egipto, pero muchos escritores de su país continúan siendo víctimas de censura, despido, cárcel, acoso y hasta de violencia física.
Una corte de El Cairo emitió el 16 de septiembre una sentencia de impredecibles consecuencias, que permitió que el ensayo teológico "El dios del tiempo", escrito por Qemni, retornara a las librerías en las siguientes semanas.
Fue una señal más de que las instituciones seculares del país no dejarán de desafiar las rígidas interpretaciones de la más alta autoridad religiosa sunnita de Egipto, el Consejo de Investigaciones Islámicas Al Azhar.
El Consejo recomendó en agosto la remoción del libro de Qemni de las librerías. La Policía de Materiales Artísticos confiscó la tirada en comercios y querelló al filósofo. Su crimen, según el Consejo, fue cuestionar el origen del Corán, libro sagrado del Islam, y degradar a sus profetas.
Pero una corte de El Cairo marcó su disidencia al establecer un mes más tarde que el autor trabajó dentro de los límites de la "investigación metodológica" con resultados "aceptables".
La sentencia fue elogiada por la Organización Egipcia de Derechos Humanos, que la consideró "una bofetada a las fuerzas oscuras de esta sociedad".
Qemni, un educador de 50 años de edad que se ve a sí mismo como un filósofo al estilo de los iluministas franceses del siglo XVII, dijo que los escritores liberales otrora silenciados por el temor se sentirán aliviados gracias al fallo.
"La sentencia abrió una ventana de libertad. Es un triunfo de la ley egipcia sobre la intimidación", dijo.
Qemni enfureció a los líderes religiosos al sostener que el Corán no es un libro divino sino producto de distintos factores políticos prevalecientes en los tiempos del profeta Mahoma, en el siglo VII de la era cristiana.
La mayoría de sus ensayos afirman que los versos coránicos son meras variaciones de mitos religiosos previos. En uno de ellos, argumentó que la explicación coránica del origen de la mujer era consecuencia de una mala traducción del Génesis bíblico.
En otro libro, comparó el episodio del Jardín del Edén con otro mito sumerio muy anterior.
Otros escritores egipcios cuyos trabajos fueron considerados heréticos por el Consejo y otros líderes religiosos han sido encarcelados, despedidos e incluso blanco de asesinato.
El libro de Qemni es el primero que retorna a las librerías luego de una prohibición del Consejo. En 1996 sucedió algo similar, pero con una película, "El inmigrante", del cineasta Youssef Chahine.
Esta sentencia es un precedente a favor de los escritores disidentes, pero es poco probable que la controversia termine aquí. Durante décadas, los libros han estado en el epicentro de una tranquila pero intensa lucha entre fuerzas religiosas y seculares.
Pero al contrario que Irán, Arabia Saudita o Afganistán, países musulmanes donde las estructuras religiosas prevalecen sobre las libertades intelectuales, los sucesivos gobiernos seculares de Egipto se han mostrado equilibradas.
Existen tantas posibilidades de que un visitante en El Cairo vea una mujer cubierta de la cabeza a los pies con el tradicional "hijab" de las devotas musulmanas como de que vea una película egipcia al estilo occidental, a pesar de que los residentes consideran a esta capital "la Hollywood del Nilo".
En los años 80 comenzó a recrudecer en la sociedad egipcia una tendencia al conservadurismo religioso. Solo este año, el Consejo recomendó la prohibición de alrededor de 200 libros y envió a la Policía de Materiales Artísticos a golpear la puerta de docenas de escritores y editores.
Mientras tanto, los militantes islámicos que procuran la caída del presidente Hosni Mubarak continúan atacando a policías y turistas.
La semana pasada, dos hermanos se declararon culpables del asesinato de nueve turistas alemanes en El Cairo el 18 de septiembre. En el último mes, al menos seis policías de la provincia meridional de Minya murieron a manos de milicias islámicas.
El más conocido intento de asesinato contra un artista ocurrió hace tres años, cuando un grupo de militantes golpearon al novelista y premio Nobel de Literatura Naguib Mahfouz, de 85 años, luego de que líderes religiosos calificaran su libro "Los niños de Gabalawi" de blasfemo.
El ataque dañó para siempre su mano derecha. Mahfouz se vio obligado a dejar de escribir. Hoy, muchos intelectuales como Mahfouz deben vivir custodiados por guardias armados. El propio Mubarak sobrevivió a un ataque atribuido al gobierno islámico de la vecina Sudán.
Líderes religiosos aplicaron una ley islámica reconocida por las cortes seculares egipcias para forzar el divorcio del profesor de historia Nasr Abu Zeid pues, según ellos, sus trabajos eran una demostración de que había abandonado la fe musulmana. La pareja debió huir a Holanda.
Los partidarios del Consejo afirman que el órgano cumple una función religiosa importante y acusan a secularistas como Qemni de socavar los cimientos de la fe encubiertos en el debate intelectual.
"Hay ciertas bases que no se deben desafiar. En un país donde la religión es fuente de derecho, se la debe respetar. No puede ser golpeada de ese modo", dijo Mohammed Amara, ensayista islámico que escibió más de 100 libros sobre filosofía musulmana y política.
"Cualquier intento de limitar la libertad de expresión es un paso hacia el asesinato", replicó Mahfouz. (FIN/IPS/tra- en/dho/rj/mj/cr ip/97