El gobierno de Estados Unidos hizo de la expansión de la OTAN su prioridad en política exterior para 1998, lanzando la campaña por su ratificación antes del receso del Congreso, previsto para fin de mes.
Ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, la secretaria de Estado, Madeleine Albright, aseguró este martes que Estados Unidos continúa siendo una "potencia europea".
Washington tiene una "racionalidad estratégica" y un "imperativo moral" para admitir a Polonia, la República Checa y Hungría a la alianza militar occidental nacida hace 48 años, aseguró Albright.
La secretaria de Estado alertó sobre los peligros del futuro de Europa, y citó "la posibilidad de que Rusia retorne a los patrones de su pasado".
Así mismo, aseguró a los senadores que Washington favorece la "justa" distribución con las capitales europeas de los costos de la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), aunque admitió que aún no hay un consenso sobre los costos.
El gobierno del presidente Bill Clinton espera lograr un voto de aprobación en febrero, cuatro meses antes del plazo autoimpuesto, que podría ser extendido, para retirar tropas de Estados Unidos de Bosnia.
Autoridades destacaron que esperan que el debate esté separado de temas polémicos como la política de Estados Unidos en Bosnia y tratados por armas pendientes con Rusia.
Todos los parlamentos de los 16 miembros de la OTAN deben ratificar la expansión antes de que se haga efectiva. No obstante, se espera que el Senado de Estados Unidos sea el primero en actuar.
La mayoría de los analistas cree que, evitando una crisis por las tropas estadounidenses en Bosnia, el Senado seguirá la iniciativa, particularmente porque al menos cuenta con el respaldo provisorio de algunos senadores de derecha, entre ellos el presidente del Comité de Relaciones Exteriores, Jesse Helms.
Lo que hace la batalla más interesante, sin embargo, son las peculiares alianzas construidas a ambos lados del tema. La expansión es favorecida por diversos grupos, de los cuales el gobierno dependerá para lograr su meta, según Charles Kupchan, profesor de la Universidad de Georgetown.
Estos incluyen un ala conservadora liderada por el ex secretario de Estado Henry Kissinger y el ex asesor de seguridad nacional de Carter, Zbigniew Brzezinski, quienes consideran la expansión como una estrategia para mantener débil a Rusia.
Una facción étnica de votantes de extracción centroeuropea quiere "a sus madrepatrias bien firmes bajo protección estadounidense", señaló el experto.
Un tercero, ala liberal de la coalición expansionista, es liderado por asesores de Clinton que ven la ampliación de la OTAN como una estrategia de extensión de la democracia de libremercado en toda Europa, incluyendo Rusia.
Los críticos también se dividen en tres grandes grupos, según Sherle Schwenninger, analista del World Policy Institute de Nueva York.
Los conservadores temen perder la coherencia y efectividad de la OTAN como alianza militar, y los republicanos aislacionistas temen los compromisos de Estados Unidos con la expansión, y que la carga financiera recaiga desproporcionadamente en Washington, destacó Schwenninger.
Por último, muchos demócratas están preocupados por el impacto de la expansión, en particular mientras avanza más allá de los tres países invitados a la OTAN en la cumbre del grupo celebrada en julio en Madrid, sobre los lazos de Estados Unidos con Rusia y las perspectivas de una futura reducción de armas.
Los críticos tienen mucho respaldo de expertos y figuras públicas. En junio, un grupo de 40 ex senadores, secretarios de gabinete y otros políticos hicieron a Clinton un llamado a retrasar la expansión de la OTAN hasta tener nuevos estudios.
El grupo incluyó a pesos pesados como los expertos en armas de los ex presidentes Ronald Reagan y Jimmy Carter, Paul Nitze y Paul Warnke respectivamente, el ex jefe de la Agencia Central de Inteligencia Stansfield Turner, el ex secretario de Defensa Robert McNamara y dos ex embajadores en Moscú.
Su preocupación fue la reacción de Rusia a la expansión al este de la OTAN, a pesar de la firma en mayo del presidente ruso Boris Yeltsin y líderes de Alianza Atlántica de el Acta Fundacional, la cual creó un mecanismo consultivo entre Moscú y la OTAN sobre temas políticos y militares.
Esos temores tuvieron eco este martes en uno de los miembros más conservadores del Senado, el republicano John Ashcroft. "Debemos tener cuidado, habiendo ganado la guerra fría con los rusos, de no volcarlos a Europa y con una orientación a Occidente", dijo, sugieriendo que podría darse un acercamiento entre Rusia y China.
Pero Albright insistió en que, hasta el momento, Washington superó su problema mediante el Acta Fundacional.
"Siento que mientras necesitamos mantener a la OTAN como guardia contra un potencial resurgimiento (del poder ruso), a la vez pasamos esta línea con cuidado en términos de no aislar a una nueva Rusia de una nueva Europa y una nueva OTAN", dijo Albright.
La propia OTAN no alcanzó un consenso sobre cuál será el costo de la campaña, pero el Pentágono estimó que el proceso totalizaría 35.000 millones de dólares en los próximos 12 años.
Oficialmente, Washington dijo que pagará sólo 2.000 millones de dólares del total, o 200 millones al año, y sugirió que los miembros restantes paguen 16.000 millones y los nuevos países 17.000 millones.
Pero en conversaciones en Holanda la semana pasada, ministros europeos señalaron que ya cubren una carga desproporcionada de la ayuda occidental a Europa oriental y Rusia.
Además, sugirieron que Washington presione sobre los tres nuevos miembros propuestos para incrementar sus presupuestos de defensa en favor de los fabricantes de armas estadounidenses, ávidos por capturar el grueso de los nuevos contratos en cualquier esfuerzo de modernización. (FIN/IPS/tra-en/jl/lp/ip/97