El gobierno de Pakistán festejó cuando el movimiento islámico Talibán capturó hace seis meses la localidad de Mazar-e-Sharif, enclave septentrional en Afganistán de la opositora Alianza del Norte.
Pakistán fue el primer estado que reconoció a Talibán como nuevo gobierno de este país asiático devastado por la guerra. El movimiento fundamentalista dirigido por estudiantes islámicos parecía imparable, pues controlaba 24 de las 32 provincias afganas.
Pero Talibán fue expulsado en una semana de Mazar-e-Sharif, en la frontera con las repúblicas de Asia Central, por un aliado cuyo apoyo había hecho posible la victoria en primera instancia.
La drástica retirada fue un golpe para Islamabad, que se sintió vulnerable porque había tomado partido de forma abierta por Talibán, guerrilla integrada por sunnitas de idioma patán y formada en seminarios religiosos de Pakistán a fines de 1994 para asombrar al mundo con su destreza bélica.
El mes pasado, el movimiento recuperó Mazar-e-Sharif, pero la reacción en Islamabad fue tenue. La cambiante fortuna militar de Talibán hizo que los gobernantes paquistaníes tomaran en cuenta la complejidad de la situación afgana.
La lucha por el dominio del norte de Afganistán aún continúa. La Alianza del Norte, opositora a Talibán, intenta consolidar su control en la zona. El predominio militar de un grupo sobre otro resulta efímero en el país, según observadores en Islamabad.
El gobierno de Pakistán creyó que habría una solución política sencilla y directa a la lucha de poder. El primer ministro Nawaz Sharif llegó a manifestar el 24 de junio su optimismo en que la paz podría restaurarse en una semana.
Sharif instruyó a su Cancillería a establecer contactos diplomáticos en Afganistán, en su afán por ver la paz militar y política en ese país e impulsado por el pedido de acción del ex presidente afgano Burhanuddin Rabbani.
Se decidió que Pakistán debía erigir un triángulo de confianza entre Talibán, la Alianza del Norte e Irán, país con poderosos intereses en Afganistán.
Islamabad aconsejó Talibán que no actuara por su cuenta, que entablara un diálogo genuino con representantes de la opositora Alianza del Norte y que mejorara las relaciones con Teherán y Moscú.
Los contactos diplomáticos de Islamabad no produjeron beneficios importantes en ninguno de los tres aspectos, señaló un analista político. Todos los intentos por construir el triángulo de confianza fracasaron.
Talibán no está dispuesto a dialogar con la Alianza del Norte porque se mantiene en conflicto con tres socios importantes de la coalición: el partido Jamiat, de Ahmad Shah Massoud, el Jumbish-i- Milli, de Abdul Malik y el Hizb-i-Wahdat.
Los líderes de Talibán siguen obstinados en su negativa a negociar con la Alianza e insisten en que primero deben liberar a los prisioneros del movimiento en manos del general Malik desde el retiro de Mazar-e-Sharif en mayo, declaró Moulvi Shahbuddin Dilawer, embajador talibán en Islamabad.
La Alianza del Norte controla menos de 30 por ciento del territorio afgano pero tiene capacidad para mantenerse en el poder y no demuestra señales de ceder ante la presión militar, fijando sus propias condiciones para las negociaciones con Talibán.
La Alianza exige en primer lugar la desmilitarización de Kabul y el establecimiento inmediato de un gobierno de amplia base en la capital. Se presume que los juegos de poder internos del grupo siguen dividiendo y uniendo a dirigentes y comandantes de los tres grupos principales.
Entre los asuntos conflictivos se encuentran la vuelta del general Rashid Dostum, el general uzbeko que dominó Mazar-e-Sharif hasta el alzamiento de Malik, la expulsión de Malik y la tensión entre líderes pro-iraníes y los nacionalistas de Hizb-i-Wahdat.
Sin embargo, las tensiones internas no condujeron a los socios de la Alianza a proponer la colaboración con Talibán. La decisión de Irán de detener el avance del movimiento en las zonas junto a su frontera fortaleció a la coalición opositora.
Teherán demostró en reiteradas ocasiones que, junto con el respaldo de Moscú, tiene la intención de impedir que Mazar-e- Sharif y Hazara caigan bajo el poder de Talibán, al que considera financiado por Arabia Saudita y Estados Unidos, entrenado por Pakistán y acérrimo opositor de Irán.
Funcionarios paquistaníes afirman que los iraníes ven a Talibán con suspicacia, como ellos percibían al líder Gulbudeen Hekmatyar, que ejerció gran influencia militar en Afganistán hasta el advenimiento del movimiento fundamentalista.
El grupo Hizb-i-Islami, de Hekmatyar, fue otrora protegido del Servicio de Inteligencia de Pakistán.
Los funcionarios de Islamabad sostienen que los aviones cargados de armamentos, el dinero y el frecuente intercambio entre representantes de Irán y de la Alianza del Norte tienen la intención de ayudar al grupo en su lucha contra las aventuras militares del Talibán.
La semana pasada, el general Malik visitó Teherán. Además de Irán, Rusia y Uzbekistán también se oponen a Talibán. Mientras Islamabad y Moscú mantienen un diálogo abierto, los uzbekos e iraníes acusan a Islamabad de apoyar militarmente al movimiento fundamentalista.
Los acontecimientos de los últimos meses solo reforzaron un hecho crítico de la situación en Afganistán. Ninguna iniciativa de paz tendrá consecuencias reales si no hay avances en el bloqueo existente entre Irán y Pakistán sobre el conflicto. (FIN/IPS/tra- en/ns/an/aq-mj/ip/97