El presidente Bill Clinton exhortó hoy al Congreso a autorizarle pronto a negociar por la "vía rápida" nuevos acuerdos comerciales con otros países, especialmente de América Latina, pero no realizó ninguna propuesta específica.
El mandatario estadounidense expresó su intención de realizar consultas adicionales con el Congreso antes de presentar una proposición definitiva que pueda lograr "pleno apoyo bipartidario".
Sin embargo, una mayor demora en la presentación del proyecto de ley reducirá las probabilidades de que el Congreso apruebe la legislación antes del viaje de Clinton a Venezuela, Brasil y Argentina a mediados de octubre, advirtieron analistas.
El gobierno esperaba que Clinton obtuviera la autorización antes de su próxima gira con el fin de impulsar la negociación de un Area de Libre Comercio de las Américas para el año 2005.
El presidente "tendrá una credibilidad mucho menor sin la vía rápida", dijo a IPS un decepcionado funcionario gubernamental de comercio.
La ceremonia de este miércoles en la Casa Blanca tenía por finalidad original lanzar una fuerte campaña en favor de la legislación sobre la vía rápida, pero en lugar de ello demostró que, tras meses de consultas con el Congreso, Clinton continúa indeciso sobre la forma más conveniente de proceder.
Indignados por lo que consideraron una marcha atrás de Clinton, varios legisladores republicanos decidieron no asistir a la ceremonia.
Importantes empresarios que consideran esenciales nuevos acuerdos de libre comercio para sus planes de expansión en el exterior también manifestaron su exasperación por la vuelta atrás del presidente a último momento.
Los riesgos políticos son enormes, especialmente para el Partido Demócrata de Clinton.
Albert Hunt, analista veterano del periódico Wall Street Journal, describió la actitud del presidente como "una calamidad en cierne" para el partido de gobierno, que podría dividirse en torno a la cuestión.
La legislación sobre la vía rápida otorga al presidente autoridad para negociar acuerdos comerciales con otros países sin tener que preocuparse por posibles enmiendas del Congreso.
En el sistema de la vía rápida, una vez que el presidente presenta al cuerpo legislativo un tratado para su aprobación, el Congreso solo puede aprobarlo o rechazarlo.
Otorgada rutinariamente por el Congreso desde comienzos de los años 70, la vía rápida se volvió controvertida a principios de los 90, cuando el entonces presidente George Bush comenzó a negociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) con Canadá y México.
Los críticos expresaron su temor a que el acuerdo con México causara la pérdida de fuentes de trabajo en Estados Unidos y agravara la contaminación en la frontera, ya que empresas estadounidenses se trasladaron inmediatamente hacia el sur para aprovechar la mano de obra barata y las débiles normas ambientales.
El propio Clinton, al postularse para la presidencia en 1992, se identificó con esas preocupaciones y posteriormente negoció "acuerdos colaterales" sobre empleo y ambiente con Canadá y México.
Pero los enemigos del TLC, que constituyen la mayoría de los legisladores demócratas, argumentan que los acuerdos colaterales resultaron ineficaces porque no estipulan sanciones enérgicas contra los gobiernos e industrias que infringen las normas laborales y ambientales.
La mayoría de los demócratas, encabezados en la Cámara de Representantes por el líder minoritario Richard Gephardt y respaldados por grupos laborales, ambientales y de consumidores, anunciaron que no apoyarán ninguna ley sobre vía rápida que no asegure la protección del ambiente y los derechos de los trabajadores en futuros tratados.
Por otra parte, organizaciones empresariales y la mayor parte de sus aliados republicanos se oponen a la inclusión de condiciones laborales y ambientales en futuros acuerdos comerciales.
Como resultado, Clinton pasó los tres últimos años debatiéndose entre ambos bandos, bloqueado en sus esfuerzos por ganar la vía rápida para negociar nuevos pactos con Chile y otros países latinoamericanos, que han celebrado acuerdos de libre comercio con algunos de los principales competidores de Washington.
En medio de la presión y el pánico de la comunidad empresarial, Clinton prometió durante la última primavera boreal que enviaría una propuesta legislativa al Congreso en septiembre.
Bill Archer, presidente de la poderosa Comisión de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes, anunció el mes último que aprobaría un proyecto sobre vía rápida que incluyera condiciones ambientales y laborales siempre que éstas estuvieran "directamente relacionadas con el comercio".
Aunque esta declaración pareció descartar cualquier condición que asegurara salarios mínimos o controles sobre contaminación transfronteriza, la Casa Blanca sugirió que estaría de acuerdo.
La sugerencia de Clinton produjo una gran conmoción en el Partido Demócrata, y la marcha atrás de este miércoles sugiere que la reacción entre sus correligionarios fue más fuerte de lo que el presidente esperaba, de acuerdo con colaboradores del Congreso. (FIN/IPS/tra-en/jl/aa/ml/ip/97