Desde mediados de los años 80, en las universidades argentinas se gradúan más mujeres que varones. Pero cuando ingresan al mercado laboral las cosas se invierten: hay más desempleo femenino que masculino y los sueldos son más bajos para ellas.
Un estudio realizado por el sociólogo Artemio López reveló que en 1993 la Universidad de Buenos Aires otorgó 81 diplomas a varones por cada 100 entregados a mujeres. La mayoría de graduadas se había registrado por primera vez en 1985, pero la brecha crece desde entonces.
La presencia de las mujeres en las casas de altos estudios ha crecido hasta fines de los años 70, cuando la matriculación por género se equiparó. Entonces se graduaban 100 mujeres por cada 151 varones. La diferencia creció a favor de ellas, que los superaron desde mediados de los '80.
En 19 de las 29 universidades de todo el país, las mujeres son mayoría y su rendimiento académico general es mejor. De los 33 estudiantes con mejor promedio de universidades de todo el país, 23 son mujeres, según el listado elaborado por el Ministerio de Educación que encabeza Susana Decibe.
Sin embargo, tanta formación no les garantiza un tránsito seguro al mundo del trabajo ni a los lugares de decisión. La socióloga Cecilia Lipszyc explicó a IPS que entre los egresados universitarios que buscan empleo la desocupación de varones es 53 por ciento más baja.
Las cifras oficiales indican que la tasa de desempleo en Argentina se incrementó 140,6 por ciento entre 1991 y 1995. Pero si se observan las diferencias, se ve que en los varones el aumento fue de 125 por ciento y en las mujeres 159 por ciento.
Si la comparación se hace por edad, entre los 25 y los 39 años, donde se concentra el mayor porcentaje de egresos universitarios, el desempleo de las mujeres aumentó en esos años 220,8 por ciento frente al incremento de 135 por ciento en varones de la misma edad.
"En general, podemos afirmar que las mujeres tienen un nivel educativo igual o superior al de los varones, pero hay más desocupadas mujeres y las que trabajan lo hacen por un salario menor. En algunas áreas, como la científica-técnica, por una paga 50 por ciento menor a la de los varones", remarcó.
El responsable es el conocido "techo de cristal" que frena el acceso de las mujeres a los lugares tradicionalmente "masculinos", como se define a todas aquellas tareas que no son una prolongación de sus funciones domésticas en la atención del hogar y los hijos.
Un estudio del Instituto Nacional de la Administración Pública demostró en 1991 que los varones tardaban en promedio un año y las mujeres 12 para acceder a puestos de dirección en el sector estatal. Muchos hombres solían entrar directamente al cargo por el que una mujer competía desde hacía años.
"Las mujeres generaron un gran aumento en la población económicamente activa, pero su participación en este renglón no implica necesariamente un acceso al empleo sino en las filas de los desocupados", comentó la experta.
En Argentina, la participación de las mujeres en la educación fue distintiva en América Latina desde principios de siglo, aseguró la socióloga. "Se necesitaba a las mujeres como disciplinadoras de la fuerza de trabajo en el hogar, y había que educarlas para eso", explicó.
Ese involucramiento "creó una ilusión de igualdad" entre los sexos que no tiene correlato con la realidad, acotó la experta.
El mercado laboral femenino en Argentina se caracteriza por la discriminación salarial y la segregación ocupacional. "En promedio, las mujeres ganan 32 por ciento menos que los varones, una manera de dejarlas afuera de actividades consideradas masculinas", remarcó.
Rosa Martinez es psicóloga hace seis años. Tiene un hijo de tres y su marido trabaja un promedio de 12 horas diarias. "Yo quisiera tomar algunos trabajitos para hacer experiencia, pero solo puedo hacer poco y en horarios restringidos, con ayuda de mi madre", contó a IPS.
La carrera que eligió Rosa es "femenina" por excelencia. Ochenta y uno por ciento de los estudiantes de psicología son mujeres. Cuando se reciben, la mayoría trabaja atendiendo pacientes en forma gratuita en hospitales durante varios años, en algunos casos diez, "para seguir aprendiendo".
López, autor de un estudio titulado "Mujer y Universidad" que analiza la brecha de género en la graduación, llegó a una conclusión inquietante para quienes siguen esta evolución.
El sociólgo advirtió que "si la universidad resulta un vértice histórico en la formación de las elites dirigentes, el cambio de género mayoritario en su población y sus graduados tendrá que impactar necesariamente sobre la composición futura de esas elites".
Esta hipótesis de laboratorio tendrá más posibilidades de concretarse en la medida en que la mayor graduación tenga su correlato no solo en el mundo del trabajo sino también en el hogar, donde la mujer argentina sigue aguardando el relevo y reclamando justicia. (FIN/IPS/mv/mj/pr lb/97