"Estamos orgullosos de lo que hemos logrado: ahora las plagas no nos pueden vencer", dice Maritza Marcavillaca, una menuda dirigente campesina de Urquillos, un caserío de los Andes peruanos.
Maritza pertenece al Club de Madres de la localidad y estaba sumamente preocupada por las pérdidas economicas en los cultivos de papa y maíz que causaba la polilla de los Andes, que los obligaba a usar insecticidas muy fuertes, costosos y de alto riesgo para la salud.
"Nos dimos cuenta de que muchas personas se enfermaban a causa de los químicos. Se comenzaron a presentar muchos abortos", refiere.
A través de la Universidad del Cusco, Marcavillaca se enteró de una técnica ancestral aplicada con éxito por los antiguos pobladores, gracias a su conocimiento cabal de la naturaleza y sus ciclos ecológicos: el Manejo Integrado de Plagas (MIP).
El MIP combina las prácticas de control biológico y de cultivos con otras de sentido común que ayudan a restaurar el balance natural del medio ambiente, deteriorado por el uso intensivo de insecticidas.
"Durante anos se ha estimulado a los agricultores a usar insecticidas como un componente necesario de la agricultura moderna y no es verdad: los insecticidas por lo general no guardan relación con las necesidades reales del campo", afirma el entomólogo Fausto Cisneros, del Centro Internacional de la Papa (CIP).
Cisneros recuerda que en décadas pasadas hubo tal "fiebre" por el uso de pesticidas que muchos países en desarrollo gastaron millones de dólares en subsidiarlos.
Otro experto, César Cardona, entomólogo del Centro Internacional para Agricultura Tropical (CIAT) con sede en Cali, Colombia, reconoce haber defendido en el pasado el uso de pesticidas para mejorar el rendimiento de los cultivos.
"Me enseñaron a usarlos hace 20 o 25 años. Pero me he convencido de que podemos obtener productos más seguros a un costo m'oss bajo sin usar muchos pesticidas", expresa.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) impulsa el MIP como una alternativa "para el crecimiento de cultivos saludables con una mínima destrucción del sistema agroecológico", alarmada por la proliferación del uso de insecticidas en los cultivos alimenticios.
Se estima que los países en desarrollo gastan anualmente más de 300 millones de dólares en pesticidas, pero lejos de resolverse, el problema se ha agravado porque al fumigar indiscriminadamente se eliminan no solamente las plagas sino también los insectos beneficiosos.
Como resultado, plagas insignificantes se encuentran sin enemigos naturales y comienzan a diezmar los cultivos. Por tanto, los campesinos deben fumigar más.
Actualmente, en algunas áreas de los Andes los campesinos fumigan cada semana. Y el panorama es similar en toda América Latina.
En Cuba, por ejemplo, cada temporada se fumigaba entre 12 y 14 veces para combatir a la temible polilla de la batata (camote). Cuando en 1991 se cortaron los suministros de la ex Unión Soviética, los daños afectaron a 50 por ciento de la producción.
Tras dos años de MIP sin usar insecticidas, los perjuicios causados se han reducido en 12 por ciento en campos de experimentación de Arimao, Cienfuegos.
Actualmente el Instituto Nacional de Investigación en Viandas Tropicales (INIVIT) estudia la posibilidad de usar hormigas predatorias que se comen los huevos de las larvas de la polilla y no causan daños a los cultivos.
Y es que el MIP permite una serie de opciones, desde el uso de enemigos naturales y hongos que se aplican como insecticidas inocuos hasta la captura en masa de insectos nocivos usando trampas y feromonas sexuales, así como el uso de cultivos mejorados.
Los insecticidas siguen siendo un recurso, pero sólo para casos de necesidad.
"Si hay que usar insecticidas, la idea es hacer el mínimo de aplicaciones, de la manera más selectiva posible", afirma Cisneros.
Los expertos en MIP insisten en que no existe una receta única. Lo más importante, señalan, es que los agricultores vean esta técnica como una alternativa real, superior a las que actualmente realizan para proteger sus cultivos.
Por ejemplo, en los Andes de Colombia, las trampas pegajosas amarillas cubiertas de petróleo, que permiten eliminar millones de insectos que atacan los cultivos de frejol, no fueron bien acogidas por los agricultores, cuyos cultivos se ubican en las laderas empinadas de las montañas.
Para ellos, mantener las trampas significaba un esfuerzo descomunal debido a la cantidad de viajes extras que debían hacer hasta el pueblo para comprar petróleo.
Además, la limpieza de las trampas demandaba mucho trabajo. Y, finalmente, aunque las trampas estaban llenas de insectos muertos, los productores veían miles de insectos vivos en sus plantaciones y dudaban de su efectividad.
Allí fue necesario usar un enfoque integral, basado en las propuestas y enfoques de los mismos productores, sin forzarlos ni imponerles técnicas preestablecidas.
En Canete, un valle costero de Perú infestado por la mosca minadora -uno de los insectos más resistentes a los insecticidas- los agricultores usan trampas amarillas, pero en vez de los costosos adhesivos químicos las untan con aceite de harina de pescado o gasolina. Atrapan más de 90.000 moscas de una sola vez.
"La parte más difícil es convencer a la gente de que cambie sus costumbres", corrobora Marcavillaca, mientras desbroza unas malezas de su parcela en Urquillos, ubicada casi en los límites permitidos para la agricultura, 3.800 metros de altitud.
"Yo hablaba y hablaba pero la gente ni me escuchaba ni me creía. Lo que pasa es que la mayoría están muy acostumbrados a los insecticidas, piensan que son efectivos y no conocen el daño que hacen", asevera.
Solitariamente, empezó a aplicar el MIP en sus sembradíos. "Como madre sentía que debía hacer algo para acabar con tanto insecticida", dice. Tomó tiempo, pero comenzó a ser imitada por sus vecinos.
Actualmente, los campesinos de Urquillos combaten el gorgojo con el uso combinado de plantas repelentes a la polilla de papa, feromonas sexuales y baculovirus, producido con larvas extraídas de los tubérculos dañados, que son molidas y mezcladas con talco corriente.
Ello ha permitido reducir los daños del gorgojo de 44 a 8,5 por ciento en tres años. El uso de pesticidas, especialmente los hidrocarburos clorinados y los órganofosfatos, los más tóxicos para el organismo humano, han decrecido en más de 70 por ciento.
"No se debe imponer ni presionar a los agricultores para que usen el MIP, es un proceso paulatino, ellos deben probar los nuevos métodos, convencerse de su efectividad y aplicarlos voluntariamente", dice el experto en extensión agrícola Oscar Ortiz.
También se debe tomar en cuenta su realidad cultural. Por ejemplo, a muchos productores, debido a su escaso nivel educativo, les resulta difícil llevar un registro pormenorizado de las plantas infestadas.
Por ello, los investigadores de un proyecto de MIP financiado por la Agencia de Desarrollo de Canadá que trabajan con pequeños agricultores de Ecuador, idearon una tecnica sencilla que requieren solamente de un tarro de mermelada transparente y un puñado de frijoles.
Por cada vaina de frijoles dañada que se observe, se deposita un frijol en el tarro. Si el tarro se llena lentamente, no hay necesidad de fumigar.
Con el MIP tanto productores como consumidores ganan, pero han debido transcurrir cinco siglos para volver a usar una técnica que permitió a los pueblos indígenas mantener el equilibro ecológico y diversificar sus cultivos sin usar una gota de insecticida. (FIN/IPS/zp/dg/pr-if-en/97