Los jabalíes y los ciervos se han convertido en una preocupación para el gobierno de Uruguay. Los primeros matan al ganado ovino y los segundos depredan la flora y los bosques.
En los últimos años casi 3.000 productores ovinos de los 16.000 en actividad, abandonaron sus explotaciones ante la falta de productividad, agravada con la permanente matanza de ovejas realizada por los jabalíes.
Los daños causados por los jabalíes en los últimos años suman millones de dólares en carne y lana, dijo a IPS un vocero del Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL), una organización que reúne a los productores del sector.
Jorge Cravino, director de la División Fauna del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), atribuyó a los jabalíes y a los ciervos daños "imparables" y se lamentó que hay lugares del país "donde no se crían más ovejas y no es rentable cultivar".
Roberto y Juan Carlos, dos productores agropecuarios del departamento (distrito municipal) de Rocha, dijeron a IPS que tuvieron que abandonar la cría de ovejas y dedicarse a otra cosa, porque "es imposible luchar contra los jabalíes salvajes".
Rocha, donde por la misma razón se han visto afectados los cultivos de arroz, está a 340 kilómetros al este de Montevideo, lejos del departamento de Colonia, 190 kilómetros al este de la capital uruguaya, donde comenzó la reproducción de ese animal.
El excéntrico millonario argentino Aaron de Anchorena, introdujo a fines de los años 20 los ciervos axxis y los jabalíes para poblar un coto de caza cuyo predio se convertiría años después en la residencia de campo de los presidentes de Uruguay.
Tras casi 70 años, los jabalíes originales, agrandados en su tamaño por las múltiples cruzas, con un peso promedio de 200 kilos, son una plaga nacional, según el MGAP.
La solución puede surgir de un proyecto que el gobierno presentó a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y que ésta se dispone a aprobar, denominado "Bases para una estrategia nacional de control del jabalí".
Todos los expertos coinciden en que la caza controlada es el mejor método para terminar con el problema, que también puede afectar las campañas sanitarias con respecto a los cerdos.
Cravino recordó que el jabalí pertenece a la misma especie del cerdo doméstico, con el cual se han producido cruzas que los campesinos llaman "chancho salvaje". "Chancho" es la denominación dada al cerdo en el Río de la Plata.
La situación de los ciervos es diferente, porque la depredación que producen se limita por ahora a Colonia y algunos departamentos limítrofes y en particular a la estancia presidencial.
Los ciervos deformaron el diseño original de ese predio, caracterizado por un tapiz verde que contrasta con árboles de gran porte y especies de hojas perennes de rápido crecimiento, como casurianas, eucaliptus y acacias, y de lento crecimiento, como robles, nogales y castaños.
Gabriela Fripp, ingeniera agrónoma de la estancia presidencial, dijo que los ciervos no permiten la regeneración natural, ya que se alimentan de las bellotas y las semillas, de las que anualmente se plantan 1.700 ejemplares de distintas especies.
"Es necesario restablecer el equilibrio ecológico porque los ciervos tammbién producen daño cuando se alimentan de los árboles pequeños y frotan su cornamenta contra la corteza de ejemplares jóvenes", indicó.
Los productores del departamento de Colonia se han quejado en repetidas oportunidades por la depredación causada por esos animales en plantíos de cereales y forestados, una de las actividades rurales de mayor expansión en Uruguay.
Cravino advirtió que del mismo modo que con el jabalí, "el conflicto con los ciervos es difícil de sostener" y se manifestó proclive a la caza de los machos adultos con fines comerciales.
A diferencia del jabalí, la caza del ciervo está prohibida, pese a lo cual algunos restoranes exclusivos venden clandestinamente platos elaborados con esa carne.
Los expertos consideran que se producirá una resistencia de algunos sectores de la población con respecto a la caza de los ciervos debido a lo que denominan "el efecto Disney", por la simpatía que ese animal, centro del dibujo animado "Bambi", de Walt Disney, despierta sobre todo entre los niños.
Cravino reclamó "despojarse de ciertos conceptos ecologistas" y actuar con "bases científicas".
Existe "mucha carta libre" para opinar sobre "ciertos conceptos ecologistas" a través de "un ejercicio ilegal de la ecología", afirmó.
Reconoció que el público puede considerar como plaga al jabalí pero difícilmente considere de la misma forma al ciervo "debido a lo que de niños aprendimos en algunas historias de Walt Disney y esa es una carga que se debe asumir". (FIN/IPS/rr/dg/pr-if-en/97)