La violencia étnica y religiosa que se cierne sobre las dos principales provincias de Pakistán amenaza con provocar la caída del gobierno del primer ministro, Nawaz Sharif, quien asumió el cargo con el compromiso de restaurar la paz.
Sharif admitió que "la situación de la ley y el orden va de mal en peor" y propuso el diseño de una estrategia total que involucre a los jueces, los gobiernos provinciales y las agencias de inteligencia.
Pero la instalación de una oficina de información y operaciones en Islamabad para controlar la situación, así como otras estructuras administrativas con ese fin, son, en el mejor de los casos, una respuesta insuficiente, según un observador político en Islamabad.
Los tiroteos diarios acabaron con la paz en la ciudad portuaria meridional de Karachi y en la provincia de Punjab, donde 22 personas murieron en incidentes separados en apenas 48 horas la semana pasada.
El hermano de Sharif y jefe del gobierno provincial de Punjab, Shabaz Sharif, se reunió con el comandante del ejército, Jehangir Karamat, el día 6, para solicitarle que participe en la represión de la violencia. Pero la fuerza rechazó la invitación.
La Suprema Corte consultó al respecto a la Procuraduría y al Ministerio del Interior, que afirmaron estar haciendo todo lo que está a su alcance para solucionar la situación.
Durante años, los malos manejos políticos echaron combustible sobre la tensión étnica y religiosa. La violencia en Karachi, la capital comercial y económica de Pakistán, se detuvo el año pasado.
La ciudad tiene una gran población de inmigrantes, la mayoría de los cuales son refugiados de India que se establecieron allí tras la partición de Pakistán cuando ambos países declararon su independencia de Gran Bretaña en 1947.
A medida que creció el desempleo, la frustración estalló en forma de choques étnicos que se convirtieron en verdaderas batallas, con armas dejadas allí por mujahiddines (musulmanes nacionalistas de Afganistán) que lucharon en la guerra contra la ocupación soviética de su país en los años 80.
Pakistán era entonces lugar de paso para los combatientes mujahiddines armados que recibían asistencia militar de Estados Unidos.
El anterior gobierno, encabezado por la primera ministra Benazir Bhutto, encomendó al ejército la seguridad en la ciudad de Karachi, que tiene 12 millones de habitantes.
Pero los bandos en pugna se limitaron entonces a abandonar por un tiempo su actividad para retomarla con el regreso de los civiles. El Partido del Pueblo Paquistaní de Bhutto favorece a los sindhi, nativos de esta zona del país y rivales de los inmigrantes indios, que constituirían ahora la mayoría.
El gobierno de Sharif, que cuenta con el respaldo político de los inmigrantes, debe atacar el problema por varias puntas si aspira a que la economía despegue.
El deterioro de la seguridad y el imperio de la ley hizo añicos la confianza de los posibles nuevos inversores en la capacidad del gobierno para cumplir con su promesa de reformas.
Los bandos en pugna son partidos muy organizados y regimentados. Las fuerzas de seguridad, por lo tanto, deberían apertrecharse de armas, organización y normas legales para combatirlos, así como movilizar instituciones civiles y militares.
En Lahore, capital de Punjab, donde sunnitas y chiítas se infligieron matanzas unos a otros, el gobierno debería alentar un diálogo entre los grupos, para lo cual sería necesaria la convocatoria a incluso líderes del fundamentalista Jamat-i-Islami.
Los enfrentamientos religiosos en Karachi están vinculados con la rivalidad entre Arabia Saudita e Irán por el dominio del mundo musulmán. Altos funcionarios del gobierno en Islamabad afirman en privado que Teherán y Riyad están detrás de los grupos chiítas y sunnitas radicales.
Un observador político sostuvo que "la extrema tolerancia en las fronteras está ocasionando muertes de inocentes" porque a través de ellas ingresa la influencia religiosa extranjera.
"La libertad en las fronteras físicas e ideológicas impuesta en los años 80 estaba destinada a traer problemas. La culpa no es de los ingenuos y desviados que militan en partidos sectarios, sino del estado paquistaní", según un diario de Islamabad. (FIN/IPS/tra-en/nz/an/ip/97