FILIPINAS: El crecimiento económico no puede con la pobreza

Filipinas presentó buenos índices de crecimiento económico durante los últimos cuatro años, pero su éxito está amenazado por la incapacidad de traducir el progreso en una reducción de la pobreza y la brecha entre ricos y pobres.

Durante décadas los analistas dijeron que el crecimiento nunca duró lo suficiente en Filipinas para superar parte de la pobreza y los bajos ingresos, a pesar de enormes sumas gastadas por varios gobiernos en programas con ese fin.

Pero desde 1993 la economía se recupera. Cifras reveladas este jueves indican que el producto interno bruto (PIB) de Filipinas creció 5,9 por ciento durante la primera mitad de 1997, por debajo de 7,5 por ciento en el mismo período el año pasado, pero aún un índice respetable.

Ahora, tras dar un puntapié inicial a la economía, el gobierno enfrenta crecientes presiones para demostrar resultados en la disminución de la pobreza, estimada en 35 por ciento.

Los antecedentes del país en la reducción de la pobreza no son alentadores. Mientras países del este de Asia y el Pacífico la redujeron en un promedio de 1,6 por ciento anual entre 1987 y 1993, Filipinas logró sólo uno por ciento entre 1985 y 1994.

Pero la medida crucial de la forma en que el crecimiento ha sido beneficioso para la población en general radica en la reducción de la pobreza general y al angostamiento de la brecha en los ingresos y la calidad de vida.

"Recordémonos a nosotros mismos que el crecimiento no es un fin en sí mismo, sino sólo un medio hacia un fin: el enriquecimiento de la vida de la gente", dijo Sarah Timpson, coordinadora residente en Filipinas del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

El crecimiento y la igualdad pueden ser respaldo uno del otro, pero las relaciones no son automáticas, dijo Timpson durante un taller sobre el cumplimiento de Filipinas de las metas pautadas en 1995 por la Cumbre Mundial de Desarrollo Social de 1995.

Analistas en el taller dijeron que Filipinas debe vigilar no sólo el PIB y el producto nacional bruto (PNB), la forma más común en que los gobiernos presentan informes económicos, sino en indicadores como acceso a servicios básicos y participación en la riqueza.

El PNB creció en Filipinas a unos 1.050 dólares anuales, según el Banco Asiático de Desarrollo.

Pero este cómputo del ingreso promedio de cada individuo no incluye la realidad de que más de la mitad del ingreso total del país va a manos de 20 por ciento de la población, mientras el 20 por ciento más pobre recibe menos de 5 por ciento del PNB.

El ingreso de los más ricos es 10 veces el de los más pobres, comparado con cinco veces en Indonesia y cuatro en Sri Lanka.

El ingreso también está dividido según regiones. La incidencia de familias pobres es menor en la capital filipina, donde alcanza ocho por ciento, y más alta en la Región Autónoma Musulmana de Mindanao, con 60 por ciento, según las últimas cifras disponibles, de 1994.

Mientras la incidencia de la pobreza cayó en muchas regiones, en Mindanao y la región de la Cordillera al norte aumentó a partir de 1990. Estudios revelaron que al menos 60 por ciento de los pueblos indígenas, estimados en unos 12 millones, viven bajo la línea de la pobreza.

La enseñanza escolar alcanza a 80,8 por ciento de los niños entre seis y 10 años en las áreas urbanas, y sólo a 75,3 por ciento en las áreas rurales, según cifras del gobierno.

En el sector de salud, los criterios de prioridad son evidentes en el hecho de que el grueso del gasto del gobierno se destina a servicios personales de salud y hospitales, en lugar de la atención de la salud pública, que supuestamente es su mandato.

La falta de electricidad en caminos y zonas rurales, donde vive la mayoría de los filipinos, profundiza su incapacidad de mejorar los ingresos. Más de la mitad de las viviendas rurales no tiene electricidad y la mitad de todos los caminos de las villas deben ser reconstruidos.

A un año de la finalización de un programa de reforma agrario de 10 años, la distribución de la tierra está atrasada y amenazada por resistencias de los intereses sobre ella.

El gobierno del presidente Fidel Ramos hizo de su Agenda de Reforma Social el centro de sus esfuerzos de lucha contra la pobreza, con un enfoque sobre "necesidades mínimas básicas" orientado a comunidades y áreas más pobres del país.

Activistas admiten que la agenda es buena, pero advierten que los antecedentes del país para lograr resultados en ciertas regiones no son destacables, y que a sólo un año del fin del mandato de Ramos, en junio de 1998, su programa podría terminar sólo en palabras. (FIN/IPS/tra-en/js/lp/dv/97

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