DEPORTES: El fútbol, mundo aparte en la era de la globalización

El fútbol, mucho más globalizado que la economía, tiene leyes propias que pasan por encima de legislaciones nacionales, según lo evidenció un conflicto desatado esta semana en Brasil.

La pugna se dio entre el ministro extraordinario de Deportes de Brasil, el ex futbolista Pelé, y el presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), el también brasileño Joao Havelange.

Pelé, otrora conocido como "el rey" por haber sido considerado como el mejor jugador de todos los tiempos, presentó el martes un anteproyectoi de ley para revolucionar las estructuras del fútbol en el país, al cual Havelange se opuso firmemente.

El anteproyecto, entregado este martes al presidente Fernando Henrique Cardoso, pretende transformar a los clubes en empresas, someter su administración a la inspección de la Fiscalía y liberar a los jugadores del "pase", un instrumento que recuerda la esclavitud, según el ministro.

Havelange afirmó que Brasil puede ser excluído de las copas mundiales y otros torneos internacionales si el Congreso aprueba esa iniciativa.

Pelé le respondió tratándolo de "dictador" y calificando de "infeliz" la posición del presidente de la FIFA.

Pero el conflicto se sitúa en otros puntos. El proyecto de Pelé permite a los árbitros organizarse en asociaciones comerciales y crear tribunales de justicia deportiva, todos independientes de la Confederación nacional y de las federaciónes estaduales de fútbol.

Esas medidas contrarían los estatutos de la FIFA, que no toleran discrepancias nacionales ni alegaciones constitucionales o de soberanía. "Quien no está de acuerdo pierde la afiliación" y por tanto se autoexcluye de las copas mundiales, sentenció Havelange, brasileño que hace 23 años comanda el fútbol mundial.

La Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) es afiliada a la FIFA desde hace 80 años y siempre cumplió sus reglas, observó Havelange para calificar el proyecto como un ataque dirigido a su persona.

Los roces personales entre el ministro y el presidente de la FIFA se repiten desde 1993, cuando Pelé denunció la existencia de corrupción en la CBF, presidida por Ricardo Teixeira, yerno de Havelange.

Pero la necesidad de "moralizar" el fútbol en Brasil es casi un consenso nacional, admitida por el propio presidente Cardoso. Un escándalo reciente que involucró a árbitros y dirigentes de clubes y otro que favoreció a dos clubes que deberían descender a la segunda división ampliaron los reclamos populares.

Pelé, cuyo nombre legal es Edson Arantes do Nascimento, declaró que con sus amenazas Havelange "busca amedrentar a los diputados y senadores" para impedir cambios y mantener al fútbol brasileño en la desorganización y el reino del abuso.

"Esta vez no resultará", sostuvo el ministro argumentando que sus propuestas obtuvieron gran apoyo en el gobierno y entre parlamentarios y gente vinculada al deporte.

Artur Antunes Coimbra, alias Zico, otro gran futbolista que ocupó un cargo similar al de Pelé hace seis años, protagonizó otro intento de reordenar la actividad con una ley que se aprobó pero que no contenía los cambios que él había propuesto.

Un conocido comentarista nacional de fútbol, Juca Kfouri, opinó que "es más facil que saquen a Havelange de la FIFA que a Brasil de la Copa Mundial de Francia", que se disputará el próximo año.

"Es imposible" que un país cuatro veces campeón mundial y gran atracción en cualquier torneo sea excluido, sostuvo.

El gran avance en el proyecto de Pelé es someter a los clubes a la Fiscalía, según el periodista. Hasta ahora los "dueños" del fútbol brasileño no rinden cuentas de su gestión ni de sus actividades a nadie, argumentó.

Pero será dificil obtener la aprobación de las nuevas reglas, admiten los conocedores del mundo futbolístico, recordando las dificultades enfrentadas por Zico para obtener sólo migajas de su propuesta inicial.

Aparte de resistencias políticas, estimuladas por la fuerte presión de los clubes, no se puede contrariar la FIFA.

El problema no es la concesión del pase libre a los jugadores, sino "modificar los poderes de la CBF", explicó Valed Perry, abogado especializado en justicia deportiva.

Los estatutos de la CBF fueron aprobados por la FIFA, y "un cambio podrá llevar a la exclusión" de la confederación de la organización mundial, afirmó.

Un país "puede tener sus propias reglas, pero sólo si los adapta a la FIFA, si quiere participar en el fútbol mundial", opinó Ives Gandra Martins, un jurista experto en derecho constitucional.

El fútbol es hoy un negocio que emplea a 200 millones de personas en el mundo e impulsa una producción de bienes y servicios que alcanza 250.000 millones de dólares al año, calcula Havelange, principal responsable de esa evolución. (FIN/IPS/mo/dg/sp-pr/97

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