Se engaña quién piense que Brasil es el país del carnaval y del fútbol. La imagen, creada por los medios de comunicación, deja de lado las fiestas de vaqueros, una manifestación tan o más popular que aquéllas.
Unos 26 millones de personas visitarán los 1.238 rodeos programados para este año. Esa cifra casi decuplica la de aficionados que asisten a los partidos del campeonato brasileño de fútbol, el torneo más importante del país.
El rodeo más famoso comenzó el viernes en Barretos, a 430 kilómetros de Sao Paulo. Sus organizadores se vanaglorian de que se trata del "mayor del mundo", pues atrae a más de un millón de personas, entre participantes y espectadores.
Los directivos del Club Los Independientes, que organiza este y otros rodeos en Brasil, prevén que la 42 Fiesta del Peón Boyadero habrá convocado a 1,3 millones de personas en los diez días que durará.
Un estadio para 40.000 personas, diseñado por Oscar Niemeyer, el famoso arquitecto que creó los principales edificiones y monumentos de Brasilia, ocupa el centro de numerosas actividades y acoge los torneos de montada, en especial de toros bravos.
Este año, 25 de los mejores vaqueros brasileños compiten con campeones procedentes de Estados Unidos, Canadá y Australia, países donde el rodeo profesional está más desarrollado.
Los resultados de la competencia de Barretos, que desde el año pasado atrae el interés de la prensa y la televisión, se computan en el campeonato mundial de rodeo.
Los organizadores intensificaron la difusión de la competencia en 1996 y lograron atraer a 350 periodistas. Este año se acreditaron el doble, y asisten corresponsales de Estados Unidos, Europa y Japón.
Harold Emert, periodista estadounidense del Daily Express de Gran Bretaña, conoció la fiesta de Barretos el año pasado. La fiesta le encantó. Ahora, ha vuelto con su mujer en procura de repetir "el placer y la alegría" de vivir unos días "en otro mundo".
"Es maravilloso, un carnaval rural", que recuerda "lo que a uno le gustaba cuando niño, pero que se olvidó al crecer y al andar persiguiendo el dinero y la fama, aburriéndose", dijo Emert.
Nacido en Nueva York, residente en Rio de Janeiro hace 24 años y también ejecutante de oboe, el periodista dijo haber visto rodeos en su tierra natal, pero que tuvo "una sorpresa en Barretos" por la fiesta "auténtica al aire libre", quizás parecida a las de Texas, que no conoció.
Barretos se ubica en una importante región agropecuaria que desde la década pasada pasó a ser gran exportadora de jugo de naranja. Su fiesta anual se extiende a ciudades vecinas en un radio de 150 kilómetros, con hoteles repletos, bailes, espectáculos musicales, comida al aire libre, ferias y subastas.
Los rodeos en Brasil ya representan un negocio de 500 millones de dólares al año y en franco crecimiento, pero no está lejos de alcanzar las sumas de Estados Unidos y Canadá.
El festival de Barretos exigió este año inversiones de diez millones de dólares, en especial para la ampliación y mejoras de la infraestructura turística. Los parques de estacionamiento, por ejemplo, cuadruplicaron su capacidad para acoger 50.000 vehículos.
En contrapartida, los organizadores esperan obtener 15 millones de dólares de ingresos por venta de localidades, estacionamiento, patrocinios y alquiler de espacios en las ferias, dijo Marcelo Murta, del Club Los Indpendientes.
Pero se prevé que la facturación total en todas las actividades de la región impulsadas por el rodeo alcanzará al menos diez veces más la suma suma obtenida el año pasado.
No todos aplauden el éxito comercial de los rodeos, que se expanden especialmente en el sureste y centro-oeste de Brasil.
El próximo viernes comenzará en Esteio, a 22 kilómetros de Porto Alegre, capital del estado de Rio Grande do Sul, la versión sureña del encuentro ganadero, cuyos organizadores critican las celebraciones vaqueras "copiadas de Estados Unidos".
La Expointer, la feria de ganado más importante del sur, con subastas de animales de distintas razas, se convirtió también en una gran fiesta, e incluye también torneos, bailes, desfiles y mucha música.
Pero se trata de celebraciones que siguen las tradiciones culturales locales, no las importadas, se enorgullecen sus seguidores. (FIN/IPS/mo/mj/cr/97