BIRMANIA: Ex presos políticos denuncian horror de las cárceles

Las cárceles de Birmania son sinónimo de tortura, horror y falta de respeto por los derechos más básicos de las personas, según ex prisioneros políticos de ese país asiático.

Con cientos de presos políticos, las prisiones birmanas, en particular la de Insein, constituyen la encarnación de la ideología del régimen militar.

"El sistema carcelario de un país refleja el tipo de gobierno que tiene", sostuvo Win Naing Oo, un estudiante de ingeniería y ex preso político ahora en el exilio.

Las cárceles administradas por la junta militar, que se autodenomina Consejo Estatal para la Restauración de la Ley y el Orden, son notorias por el brutal tratamiento que dan a los reclusos.

Se dice que en Insein, la mayor de las 36 prisiones del país, es donde se registran los peores abusos y torturas.

En Insein hay al menos 600 presos políticos, aunque la junta se niega a reconocerlos como tales y los considera delincuentes comunes, aseguró Moe Aye, de 30 años, quien pasó seis años en prisión.

Moe Aye, entonces un estudiante de botánica de la Universidad de Rangún, fue detenido poco después de las elecciones de 1990, en las que triunfó la Liga Nacional para la Democracia de Aung San Suu Syi, ganadora del Premio Nobel de la Paz 1991. La junta militar se negó a reconocer el resultado.

"No había razón para detenernos, pero nos pusieron en la cárcel porque la Liga obtuvo una victoria aplastante", afirmó Moe Aye.

Los reclusos eran golpeados y no se les permitía realizar suficiente ejercicio, lo cual les provocaba enfermedades que no causaban la menor preocupación entre los funcionarios de la prisión, recordó el ex prisionero.

Todos los presos políticos de Insein realizaron en 1991 una protesta para reclamar la extensión de su tiempo diario de ejercicio, de sólo 15 minutos.

"Necesitábamos hacer más ejercicio porque cada vez más presos se enfermaban y morían", relató Moe Aye, quien padeció una dolencia cardíaca en prisión.

Pero las autoridades no cedieron, sino que sacaron a los reclusos de las celdas, los encapucharon y los golpearon. Tres meses después, les permitieron caminar cinco minutos más, aunque por eso los presos debían pagar "un alto precio", según Moe Aye.

En 1991, Tay Za y otros cuatro activistas fueron detenidos tras entregar una copia de la declaración de su partido a autoridades locales. "En cuanto llegamos a las cárcel de Insein, nos recluyeron en solitario", relató.

Tay Za, de 27 años, fue juzgado dentro de Insein, donde un juez militar se limitó a preguntarle si admitía su culpabilidad. El acusado respondió que no, pero igualmente fue sentenciado a siete años de prisión.

Golpeado y privado de alimentos, Tay Za fue testigo de cómo los guardias de la prisión estimulaban a los delincuentes comunes a provocar y amedrentar a los presos políticos.

Por organizar grupos de discusión, Tay Za y otros prisioneros fueron confinados en un calabozo de 2,4 por tres metros que había sido utilizada como perrera. Los reclusos pasaron entre uno y tres meses en la celda infestada de pulgas, donde fueron alimentados con pasta de pescado.

Aquellos presos considerados "alborotadores" eran enviados rutinariamente a las prisiones de Thayawaddy y Myin Chan, en el centro de Birmania, donde las condiciones eran igualmente pavorosas.

"En 1991, vi torturar y golpear salvajemente a rebeldes y aldeanos karen que fueron capturados durante un enfrentamiento", recordó Tay Za, quien afirmó que supo de 93 rebeldes karen que murieron en prisión.

Los guardias y las autoridades de la cárcel realizaban registros regularmente. Cuando le encontraron en posesión de la figura de un pavo real en riña, el símbolo de la unión de estudiantes birmanos, Tay Za fue golpeado, confinado en un pequeño calabozo y privado de agua.

A los presos de Insein no se les permitía leer ni escuchar la radio, pero unos 300 reclusos que eran estudiantes secundarios o universitarios intentaban introducir libros. Aquellos guardias que eran descubiertos ayudando a introducir los libros eran destituidos o transferidos, contó Moe Aye.

En una ocasión, algunos prisioneros lograron introducir una radio de onda corta y escucharon la British Broadcasting Corp. y Voice of America, que eran populares en el movimiento disidente. Cuando fue descubierta, algunos presos recibieron sentencias de prisión de hasta 14 años.

"Todo el mundo sabe cómo son tratados los presos políticos", dijo Moe Aye. "Si están enfermos, sólo los envían a la clínica de la prisión cuando están por morirse", afirmó.

Este destrato es la causa de la alta tasa de mortalidad entre los prisioneros. Se cree que desde 1988 más de 100 presos políticos (estudiantes, escritores, artistas y otros activistas) murieron en la cárcel, la mayoría debido a la tortura o a enfermedades no tratadas como la disentería.

El hospital de Insein tiene sólo un médico, que no examina a los pacientes ni les prescribe medicamentos. Estas tareas son realizadas por presos que tienen conocimientos elementales de medicina.

Además, no hay fármacos apropiados ni se brinda asistencia de tipo alguno a los enfermos, y la mayoría de los pacientes admitidos en el hospital mueren allí, aseguraron los ex prisioneros.

Trascendió que en el hospital se usaba una única aguja hipodérmica para todos los prisioneros, incluyendo drogadictos. Por ese motivo, "nadie se animaba a ir al hospital", dijo Moe Aye.

Los ex presos políticos también son detenidos e interrogados sin causa fundada siempre que estallan combates en la frontera o en el aniversario de algún levantamiento.

Cansado de la persecución, Moe Aye decidió irse a Tailandia. Aunque la familia deseaba estar con él, lo estimuló para que abandonara el país. "Sé que no quieren verme en la cárcel otra vez", dijo. (FIN/IPS/tra-en/az/ral/hd/97

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