Los besos que se prodigaron la princesa Diana de Gran Bretaña y el millonario egipcio "Dodi" Emad Al-Fayed, exhibidos por la prensa de Londres, trascendieron en Egipto el mero romance y generaron una controversia sobre raza, religión y nacionalismo.
Los caricaturistas de Egipto agrandaron el supuesto idilio hasta convertirlo en una especie de conquista nacional.
Un dibujo publicado por el diario Al-Wafd, de El Cairo, muestra a hombres jóvenes que espían a Dodi mientras se baña en el mar con Diana. Al fondo de la ilustración se leen los primeros versos de una canción patriótica tradicional: "Aquí están los egipcios, llenos de vida, determinación y pasión".
"Al fin Diana encontró al príncipe de sus sueños", suspiran los jóvenes en el dibujo. Luego de esa edición de Al-Wafd, el diario británico Sunday Mirror admitió que la foto había sido manipulada.
Pero los "paparazzi" (fotógrafos dedicados a la alta sociedad) registraron la relación entre el hijo de Mohammed al- Fayed, dueño de la tienda Harrods, de Londres, y la madre del príncipe Guillermo, heredero de la corona británica. Y la convirtieron en noticia.
El romance hubiera sido materia apenas para la industria del entretenimiento, o alimento del amor propio egipcio y de la afición británica por la prensa sensacionalista, si no se hubieran difundido desde Londres referencias hostiles a la religión y la raza de Dodi.
La relación entre el magnate y la princesa dejó así en evidencia la tensión, apenas velada, que existe entre la sociedad occidental, que percibe al Islam como una amenaza, y la de un país musulmán que aún no olvida los sufrimientos que le produjo el sometimiento al colonialismo británico.
No solo los egipcios acudieron en defensa de Dodi. Edward Said, escritor árabe-estadounidense emblemático de la izquierda intelectual palestina, atacó a los medios de comunicación británicos en un duro artículo titulado "La orgía frenética de Fayed".
"Rara vez hubo en la prensa británica una orgía de fantasía racista y voyeurismo sexual antes de que Dodi Fayed descubriera a la 'pobre', infeliz Diana y le hiciera la corte", escribió Said en un artículo publicado en el semanario egipcio Al-Ahram.
Said criticó las alusiones a "Dodi, el de ojos oscuros", a las que consideró racistas, y un editorial del Sunday Times, de Londres que acusó al padre de Dodi, Mohamed, por su supuesta manipulación del romance para acceder a los recintos del poder y vengarse de la sociedad británica.
"¿El viejo abuelito Mohamed, el casamentero, se habrá de frotar las manos como señal de victoria en la coronación de Guillermo?", había preguntado el Sunday Times.
El padre de Dodi, dueño de la legendaria tienda de ropa Harrods y del club de fútbol Fulham, en Londres, ha luchado durante 25 años contra la alta sociedad sobre la que se asientan los medios de comunicación, el parlamento, el comercio y el sistema judicial británico.
Mohamed Al-Wafd, que también posee intereses en medios de comunicación como las revistas The Observer y Punch, admitió haber aportado, a cambio de favores, dinero a legisladores conservadores caídos en desgracia.
La clase alta tradicional británica ridiculiza cada paso que toma, pues le considera un "nuevo rico" sin la distinción y la riqueza heredada que definen al "caballero inglés".
Ese desprecio queda en evidencia por la negativa en otorgarle la ciudadanía británica a Al-Fayed (padre), a pesar de sus años de residencia y su evidente capacidad para mantenerse sin necesidad de la ayuda de la seguridad social del estado.
Sin embargo, Gran Bretaña se está convirtiendo cada vez más en una sociedad regida por la tecnología y los méritos, donde el sentimiento de clase ya no importa tanto.
El primer ministro laborista, Tony Blair, procede de una privilegiada familia escocesa, pero su antecesor, el conservador John Major, es hijo de un artista de circo arruinado y abandonó sus estudios a la edad de 14 años para dedicarse a trabajar.
Por lo tanto, los egipcios suponen, que si la falta de alcurnia de los Al-Fayed no influye en los sentimientos contrarios al magnate, el "problema" debe ser su raza y religión.
Pero la reputación donjuanesca de Dodi en exclusivos centros turísticos europeos lo convierte en un mal ejemplo en materia de principios islámicos.
La modelo estadounidense Kelly Fisher, de 31 años, afirmó que estaba comprometida para casarse con él y le entabló por eso una demanda judicial por incumplimiento de contrato. Fisher sostuvo que Dodi alternaba entre su cama y la de Diana.
Por su parte, la actriz británica Traci Lind, de 28 años, describió dos romances con Al-Fayed, uno cuando tenía 16 años y otro cuando ya tenía 21 y estaba casada.
En Gran Bretaña, el portavoz "extraoficial" del joven Al- Fayed, el publicista Max Clifford, declaró que el millonario tenía una postura "filosófica" sobre las acusaciones y adelantó que otras cinco mujeres consideraban difundir "confesiones" similares.
"Diana no fue la primera y no será la última", vaticinó el diario opositor Al-Ahrar (Libertad), que se sumó así a otros medios de comunicación egipcios que consideran a Dodi apenas otro "playboy" adinerado y no se ocupan del problema racial.
"Ha sido horrible para mi familia. Nuestro nombre y reputación sufrió gran daño y estamos intentando repararlo", declaró Al- Fayed en una reciente entrevista con el diario canadiense Toronto Sun. (FIN/IPS/tra-en/dho/mom/rj/aq-mj/cr/97