Durante los años de la guerra de Vietnam, era impensable que un afiliado al Partido Comunista fuera visto en una pagoda o un templo. Ahora, incluso dirigentes de alto nivel se dejan ver allí encendiendo barras de incienso.
El la comunista Vietnam de hoy, la religión ya no es el opio de los pueblos, como la calificaba Carlos Marx. Pagodas, templos e iglesias están de nuevo rebosantes de fieles. La religión regresa a lo grande a este país de mayoría budista.
El renacimiento de la fe en Vietnam refleja, sobre todo, la normalización de la vida en la posguerra, dijo el profesor Dang Nghiem Van, quien dirige el Instituto de Estudios Religiosos con sede en Hanoi.
A medida que mejora la calidad de vida con las reformas económicas implementadas en la última década, la actividad religiosa recibió un impulso, agregó Dang. En total, en el país hay 20.000 templos budistas, 6.000 iglesias católicas y 700 protestantes.
El estado dejó de restringir los servicios religiosos en los primeros años 90, cuando se permitió a las congregaciones la publicación de libros y a sus líderes viajar al extranjero. En ciudad Ho Chi Minh, monjas católicas dirigen escuelas gratuitas para niños de familias pobres.
En 1993, el secretario general del Partido Comunista, Du Muoi, marcó un punto de inflexión al visitar como gesto de conciliación los templos de los principales credos religiosos del país, como la pagoda Tran Quoc, la catedral católica Phat Diem y la sede del caodismo en Tay Ninh.
A pesar de pronunciamientos oficiales en contrario, las autoridades desalentaron las manifestaciones religiosas hasta hace poco tiempo.
Como resultado, en Vietnam, un país con 77 millones de habitantes, viven unos 20.000 monjes budistas, la misma cantidad que Laos, con una población de 4,5 millones. Los budistas vietamitas estiman que son entre 30 y 35 millones, aunque el gobierno cree que son menos de 10 millones.
Aunque gran cantidad de vietnamitas son budistas, hay creyentes de otras muchas religiones tradicionales, como el catolicismo, y sectas como el caodismo y la Hoa-Hao.
Existen unas 14.000 pagodas del budismo Mahayana en todo Vietnam, la mayoría en el interior del país. Hay una cada 570 personas en la provincia de Hue, una cada 1.379 en ciudad Ho Chi Minh y una cada 6.500 residentes en Hanoi, la capital.
A pesar de la relativa libertad de cultos de que disfrutan los vietnamitas, el gobierno mantiene un ojo vigilante sobre las actividades de las principales religiones.
Las autoridades nacionales celebraron en abril en la provincia de Lam Dong un cónclave para considerar la actividad religiosa. Los participantes hablaron entonces de la «pacífica evolución» de las distintas creencias, pero también de «intentos de fuerzas hostiles para hacer mal uso» de ellas.
Los funcionarios sostuvieron que algunos seguidores de las principales religiones habían sido perseguidos por supuestas actividades ilegales. «No insistiremos en que la religión es en sí misma reaccionaria, pero estamos contra su mal uso por parte de malos elementos», dijo uno de los asistentes.
Es posible que la fe que más desconfianza despierta sea la católica. Hanoi ha dispuesto regulaciones muy estrictas sobre la iglesia. Ha limitado el número de similaristas y devuelto los bienes eclesiales nacionalizados con mucho gradualismo.
Las negociaciones entre Hanoi y el Vaticano respecto de la designación de algunos arzobispos se han congelado. Apenas unas pocas docenas de curas fueron ordenados desde los primeros años 90. La insistencia del gobierno en aprobar cada designación del Vaticano fue motivo de conflicto.
Este desacuerdo ha dejado sin obispo a la meridional ciudad Ho Chi Minh, la diócesis más grande del país.
Vietnam posee 40 obispos para 32 diócesis, pero la mayoría de ellos tiene más de 70 años debido a las limitaciones impuestas por el gobierno a la ordenación de nuevos sacerdotes, que, sin embargo, cada vez se aplican con menos rigor.
Mientras tanto, la grey católica crece. Encabezada por jesuitas franceses, la iglesia vietnamita ha logrado evangelizar a más personas en Vietnam que en ningún lugar de Asia excepto Filipinas, 80 por ciento de cuya población pertenece a esa colectividad.
Hoy, alrededor de siete millones de vietnamitas son católicos, dos tercios de ellos en el sur del país.
Las autoridades no solo toleran las manifestaciones religiosas, sino que, en algunos casos, alientan la observancia de festividades tradicionales, en especial en el norte.
Cientos de miles de personas participan en el Festival de la pagoda Perfume, también conocido como Chua Huong, 60 kilómetros al sudoeste de Hanoi.
El más importante de estos festivales es la celebración anual en el memorial de los reyes Hung, míticos progenitores del pueblo vietnamita. «La conmemoración de los ancestros es la fiesta del pueblo y de la nación», comentó el diario oficial del Partido Comunista, Nhan Dan.
En los últimos años, el memorial en la montaña Nghia Linh, en la provincia de Phu Tho, a unos 70 kilómetros al noroeste de Hanoi, concitó un intenso peregrinaje.
El profesor Dang no percibe conflictos entre estas tradiciones y la ideología del país. Las oraciones dirigidas a los ancestros son «cruciales para la identidad nacional», dijo.
Los vietnamitas que residen en el exterior suelen recoger tierra del templo Hung para llevarla a los países donde viven, Estados Unidos, para construir allí réplicas más pequeñas del edificio.
Pero el renacimiento de la vida religiosa en Vietnam tiene otra lectura, más vinculada con la preocupación por la vida material.
En los servicios de la pagoda Chua Kho, los fieles piden riquezas y dejan en ofrenda billetes de 100 dólares, con frecuencia falsos. Los creyentes gastan más de tres millones de dólares al año en sus rituales en ese templo.
Pero esas no son manifestaciones de fe religiosa sino meras supersticiones, dijo Van. (FIN/IPS/tra-en/sb/ral/js/mj/cr ip/97