La desaceleración de la economía provocó en Tailandia el despido de miles de trabajadores y la bancarrota de varias empresas. El empleo no aumenta desde comienzos de 1996.
Los analistas temen que la frustración de la clase obrera, sumada a la desconfianza entre empresarios, empleados y gobierno, agregue a incidentes ya registrados nuevos brotes de violencia que el débil movimiento sindical no podría evitar.
Las exportaciones se incrementaron 0,3 por ciento en 1996, frente a 23 por ciento en 1995, y el crecimiento del producto interno bruto se limitó a 6,8 por ciento, luego de alcanzar un mínimo de ocho por ciento desde 1986.
Sesenta y seis compañías despidieron a 4.467 empleados administrativos en los primeros nueve meses de 1996, según comprobó un centro de investigación vinculado al Banco Agrícola. También hubo despidos en las industrias exportadoras de ropa, calzado, joyas y alimentos procesados.
Grandes empresas japonesas como Sanyo, Honda y TDK, que mantienen filiales cerca de Bangkok, solicitaron al Ministerio de Trabajo la reforma de la política laboral.
"No nos oponemos a los sindicatos, pero el Ministerio de Trabajo debe asegurar que los mismos cumplan rigurosamente con la ley. Sin una estricta vigilancia, las disputas pueden descontrolarse", advirtieron las empresas japonesas, preocupadas por la actividad sindical en los lugares de trabajo.
Por ley, los trabajadores no pueden declararse en huelga sin previa instancia de negociación con los empresarios, pero obreros de algunas compañías transgredieron esa norma, sostienen los ejecutivos japoneses.
Los capitales japonesas representan casi 70 por ciento de la inversión extranjera directa en Tailandia.
Una turba de 2.000 obreros puso fuego el 17 de diciembre a la sede de Sanyo Electric Co. en Bangkok, como culminación de un conflicto por el monto de bonificaciones.
El incidente sorprendió al gobierno y a los medios de comunicación y afectó la confianza de los inversionistas extranjeros, especialmente los japoneses, que lo interpretaron como la señal del fin de las relaciones laborales pacíficas en Tailandia.
Tres meses antes, empleados de la fábrica de motocicletas Thai Suzuki Motors, de propiedad japonesa y radicada también en Bangkok, retuvieron durante varios días a ejecutivos de la empresa dentro de la factoría.
Los expertos indicaron que, si bien han aumentado las huelgas y la violencia, se trata especialmente de hechos aislados y protagonizados por obreros ajenos a organizaciones sindicales.
"No hay excesiva actividad sindical, como sostienen erróneamente los empresarios, sino que es insuficiente", observó el economista Voravidh Charoenlert, de la Universidad de Chulalongkorn, en Bangkok.
La proporción de trabajadores sindicalizados en Tailandia es una de las menores del mundo, señaló Charoenlert.
Sólo 1,7 por ciento de los 16 millones de obreros de la industria pertenecen a algún sindicato, y en la agricultura, que emplea a 17 millones de trabajadores, la situación es peor. Así mismo, se cuentan varias centrales sinicales, que actúan de modo descoordinado.
A fines de 1995 se contaban 19 federaciones y ocho consejos sindicales, según el Ministerio de Trabajo. Esa dispersión disminuye la capacidad de negociación y de representación de los trabajadores.
Un organismo tripartito creado a mediados de los años 70 con representantes de gobierno, empresarios y trabajadores busca solucionar los conflictos mediante el diálogo.
Pero muchos trabajadores acusan de parcialidad a los delegados del Estado y a los tribunales laborales, a los que llegan 20.000 casos por año.
También rechazan la decisión del gobierno, tomada en junio de 1996, de legalizar la situación de miles de inmigrantes procedentes Birmania, Camboya y Laos para atender la demanda de mano de obra en la construcción, la pesca, la minería y la agricultura.
El blanqueo migratorio fue dispuesto por presión de grupos empresariales que intentaban controlar el alza de los salarios. Según el sector privado, el costo laboral ponen en desventaja a Tailandia frente a las exportaciones de China, Vietnam, India y Europa oriental.
Los economistas han advertido que la dependencia de la industria de la mano de obra barata desalienta la inversión en la necesaria capacitación de los trabajadores e impide de ese modo una producción más especializada.
El 1 de mayo, los sindicatos exigieron un aumento de 80 centavos de dólar en el salario mínimo de 6,28 dólares por día.
"Es verdad, la economía pierde vigor. Pero los trabajadores deben recuperar la pérdida salarial causada por la inflación", dijo Panit Chaorenphao, presidente del Congreso de Sindicatos Tailandeses.
"El movimiento laboral está muy dividido y ya no puede convocar a una huelga por aumento de salarios", advirtió un asesor sindical. En efecto, los trabajadores de la industria textil están dispuestos a aceptar la rebaja de su paga, para mantener el empleo. (FIN/IPS/tra-en/tag/js/aq-ff/lb/97