Graves escándalos de corrupción sacuden hace tiempo al gobierno de Sudáfrica, pero la paciencia de la ciudadanía llegó al límite cuando se supo que un grupo de servidores públicos usaban su pene para defraudar al estado.
Los expertos advierten que la corrupción es un legado del apartheid, pues lo único que ha cambiado es que ahora el público la conoce, mientras para los nostálgicos del antiguo régimen es la comprobación de sus teorías racistas sobre un gobierno a cargo de negros.
Empleados de la provincia de Eastern Cape usaron, según distintas versiones, sus penes para registrar en los carnés de beneficiarios de servicios de seguridad social "impresiones digitales" solo en apariencia.
Al operar de ese modo, las autoridades no podrían rastrear a los falsos usuarios de esos servicios, pues las manchas de tinta no eran identificables.
Luego, se supo que el ministro de Vivienda otorgó un contrato por 42 millones de dólares a un amigo suyo y que funcionarios de la Autoridad Independiente de Radiodifusión abusaron de recursos presupuestales a su disposición, lo que costó una abultada cifra a los contribuyentes.
Y la lista continúa.
Pero los activistas y expertos afirman que no existe una escalada de corrupción, sino una mayor apertura en los medios periodísticos y en la sociedad al problema. No existen más casos, pero ahora son de conocimiento público.
"No tenemos indicadores de corrupción en el régimen anterior", dijo Stiaan van der Merwe, de la filial sudafricana de Transparencia Internacional, organización que será lanzada este mes.
"¿Cómo hizo Sudáfrica para comprar armas durante el apartheid? ¿Qué sucedió durante el embargo petrolero? Aún no hemos llegado al fondo de ese pozo", agregó Van der Merwe.
Pero los opositores utilizan la sensación de aumento de la corrupción tras 1994, cuando el triunfo electoral de Nelson Mandela rubricó el fin del apartheid (régimen de segregación étnica institucionalizada), como excusa para sacar conclusiones basadas en la raza, según el experto.
"Muchos dicen que 'los negros no pueden gobernar' y que Sudáfrica 'es como el resto de Africa', sin saber siquiera qué ocurría antes y cuáles son los desafíos que enfrenta el país en este período de transición", afirmó.
De 54 países calificados por Transparencia Internacional de acuerdo con su conocido "índice de percepción de la corrupción", Sudáfrica figura en el lugar 23. El año anterior estaba en el puesto 21.
Pero este indicador no se refiere a la corrupción en sí misma, sino a la percepción de empresarios sobre el impacto de las actividades ilícitas en el comercio. Pakistán y Nigeria, por ejemplo, ocupan los lugares 53 y 54.
Tres años después de la asunción de Mandela, aún siguen en funciones viejos empleados estatales mal adiestrados y corruptos. Y muchos ciudadanos se habían hecho falsas expectativas de que la situación mejoraría de la noche a la mañana.
Las autoridades admitieron, por ejemplo, que uno de los nueve jefes de policía provinciales tiene antecedentes criminales.
Un equipo creado para restructurar el sistema de seguridad social del país descubrió que cada año se pierden 230 millones de dólares a través del fraude. El presupuesto total del sistema es de 3.200 millones de dólares.
El Departamento de Seguridad Social es apenas uno de muchos ministerios acosado por denuncias de corrupción que se remontan a mucho antes del fin del apartheid.
Solo en la provincia de Western Cape, casi 90 por ciento de los archivos de seguridad social contienen números de identificación falsificados. Regimientos de trabajadores fantasma reciben sueldo.
"No existe duda de que la situación es mala. Pero las raíces más fuertes de la corrupción en Sudáfrica se hunden en el apartheid", dijo a IPS Beyers Naude, de la Oficina de Asesoramiento Ecuménico, reconocido partidario de la Teología de la Liberación.
El sistema supremacista generó una tremenda brecha entre ricos y pobres y entre blancos y negros, afirmó.
El Congreso Nacional Africano que lidera Mandela, dijo, "nunca tuvo la oportunidad de aprender cómo se gobierna un país democrático", a lo que debió dedicarse tras una trayectoria como "movimiento de liberación, con pocos conocimientos y muy poca experiencia".
"Los errores son inevitables", agregó.
El ministro de Justicia, Dullah Omar, admitió que el sistema judicial no tiene recursos adecuados para lidiar con el problema y que una limpieza a fondo insumirá tiempo.
La paradoja es que que Omar fue quien primero se refirió a la "contabilidad de la lucha", término que describe cómo las instituciones asociadas con la ANC durante la resistencia contra el apartheid gastaron el dinero que se les donara de tal modo que no se lo pudo rastrear.
El ministro acusó al ex director de la no gubernamental Fundación para la Paz y la Justicia, Alan Boesak, por la desaparición de 450.000 dólares donados en su mayoría desde países escandinavos.
Boesak, ex presidente de la ANC en la provincia de Western Cape, enfrenta acusaciones judiciales de fraude.
La cultura de la corrupción se ha instalado en todos los ámbitos de la vida de Sudáfrica, incluso entre quienes están a cargo de impartir orden y brindar seguridad. Agentes de policía son encarcelados con frecuencia por cargos de corrupción o por connivencia con delincuentes.
"No llevamos nada a nuestras casas y tenemos que alimentar nuestra familia. Es algo normal", dijo a IPS un policía de tránsito que reclamó reserva sobre su identidad. Su salario es de menos de 200 dólares al mes, insuficiente para cubrir las necesidades básicas.
Pero el agente alertó que los "peces pequeños" suelen sufrir las consecuencias, mientras nada le sucede a los grandes culpables. (FIN/IPS/tra-en/gm/kb/mj/ip/97