PERU: Tecnología inca recupera producción agrícola

Frijoles, papas y coles abundan de nuevo en las ricas terrazas construidas por los incas en las montañas del valle de Patacancha, cerca de Cusco, Perú, luego de estar abandonadas durante medio milenio.

Sin embargo, los canales de piedra que ahora transportan el agua de montaña a los cultivos estaban en ruinas hace dos años, hasta que se hizo realidad la idea de la arqueóloga británica Ann Kendall de restaurar las terrazas.

En la década de 1970, Kendall trabajaba en las ruinas incas del valle de Cusichaca, también en el distrito de Ollantaytambo.

"Los campesinos practicaban una agricultura que dependía de las lluvias, por lo que sus pequeñas cosechas no bastaban. Sentimos que no se justificaba el gasto de dinero en la observación de la vida rural antigua sin hacer nada para ayudarlos", sostuvo.

En 1977, Kendall fundó la Fundación Cusichaca, organización no gubernamental británica, con la finalidad de ayudar a aumentar la producción de alimentos en las aldeas peruanas.

La agricultura de Perú pasaba por su peor época, afectada por la depresión económica de los años 70 y la guerrilla en los 80 y principios de los 90, lo que provocó una masiva migración hacia las ciudades.

Lo paradójico es que los incas habían sido magníficos ingenieros y agricultores.

Las terrazas habían sido construidas en empinadas laderas de montaña con paredes inclinadas que contenían un metro de piedras para el drenaje y un metro de excelente tierra, traída de otros lugares.

Los cimientos eran de arcilla para retener el agua y estimular la descomposición de las raíces. Así, la actividad biológica elevaba la temperatura de la tierra unos grados por sobre la del aire frío de la montaña.

Las terrazas incas aún ocupan cerca de un millón de hectáreas de tierra, pero tres cuartas partes fueron abandonadas en un proceso que comenzó en 1534, con la conquista española.

"Los españoles primero y la aristocracia de las haciendas después impusieron su poder sobre la población local hasta que perdió la confianza en sí misma", dijo el arqueólogo David Drew.

Las haciendas fueron divididas en la reforma agraria de los años 60 y los campesinos subsistían de las parcelas que recibieron, sin recurrir a las terrazas.

Los estudios revelan que el sistema inca podría haber mantenido a 100.000 personas con el producto de las tierras en Ollantaytambo. Pero solo un puñado de familias vivían en la zona en los años 80, y su producción no alcanzaba para su propio sustento.

El primer proyecto de la Fundación fue la recuperación de 45 hectáreas de tierra en Cusichaca con un sistema de canales de siete kilómetros para transportar agua a las terrazas y viviendas.

La comunidad local se dedicó a reconstruir las partes derruidas.

Con herramientas sencillas de madera y piedra como las de los incas, los pobladores locales trabajaron la piedra y la colocaron en los cimientos y las paredes de los canales. Como sus antecesores, sellaron los canales con tierra arcillosa para impermeabilizar la estructura.

Se tuvo que persuadir a los campesinos de no utilizar cemento, que es más caro y no es adecuado para las zonas sísmicas pues, a diferencia de la arcilla, no es elástico ni resistente al movimiento.

El trabajo duró tres años. La Fundación entregó herramientas, dinero para semillas y asesoramiento. La tierra, saturada por exceso de cultivos y pastoreo, fue recuperada mediante métodos agrícolas naturales.

En la actualidad, la zona produce maíz y otros productos en cantidades suficientes para su comercialización en el mercado.

En 1991, la Fundación se dedicó a restaurar seis kilómetros de canales en la zona de Patacancha, para llevar agua a 160 hectáreas de tierra cultivable.

El trabajo recibió financiamiento de la Administración de Desarrollo en el Exterior del gobierno de Gran Bretaña y concluyó en 1995.

Desde 1996, los cultivos marcaron la transformación económica del valle. La población se duplicó con las familias que retornaron de Cusco y Lima para recuperar sus derechos sobre la tierra.

"Antes, los pobladores sólo comían papas y un poco de carne porque no contaban con huertas o agricultura. Aún hacen falta programas de salud, de nutrición y pequeñas empresas como talleres y molinos", dijo Kendall.

La restauración del canal de Patacancha capacitó a futuros albañiles, constructores, ingenieros y obreros que podrán recuperar terrazas en otros valles.

Con la ayuda de la Fundación Cusichaca, se creó Adesa, una organización no gubernamental local a cargo del desarrollo de esos proyectos y el aporte de créditos a agricultores y pequeños empresarios.

Ya se pusieron en marcha planes para crear huertas, invernaderos, criaderos de cobayos, programas de salud y nutrición para mujeres y suministro agua potable a 1.000 familias.

La Fundación piensa trabajar en las zonas de Ayacucho y Apurimac, donde 20 por ciento de la población fue desplazada por la guerrilla y ahora está retornando a su tierra.

"La restauración de otros antiguos sistemas de riego en el mundo con el fin de producir buenas cosechas es absolutamente posible", afirmó Kendall. (FIN/IPS/tra-en/sl/rj/aq-mj/dv/97

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