EEUU: Espíritu del Plan Marshall sólo sobrevive en celebraciones

El debilitamiento de la visión internacionlista que inspiró el Plan Marshall no impidió a Estados Unidos celebrar los 50 años de ese programa, que ayudó a Europa occidental a emerger de las ruinas de la segunda guerra mundial.

Aunque la actual ayuda de Estados Unidos al exterior es la más baja en el último medio siglo, el gobierno elogió el pasado jueves el plan, lanzado el 5 de junio de 1947, que transfirió 13.000 millones de dólares en donaciones y préstamos a Europa occidental entre 1948 y 1951 (88.000 millones en dólares de 1997).

Al programa elaborado por el general George Marshall, secretario de Estado durante la presidencia de Harry Truman, se atribuye la recuperación económica de Europa tras la segunda guerra mundial y la fundación de lo que se convirtió en la Unión Europea.

Sin embargo, la visión internacionalista que inspiró a Marshall se ha diluido desde el derrumbe de la Unión Soviética, el enemigo contra el que los autores del plan dispusieron a la opinión pública y el Congreso.

Durante el apogeo del plan, en 1949, el Congreso designó el equivalente de tres por ciento del producto interno bruto de Estados Unidos de ese año a la asistencia económica en el exterior. Casi todo el dinero se destinó a Europa occidental y austral.

El equivalente actual sería más de 200.000 millones de dólares, o unas 20 veces lo que Washington otorga en la actualidad a los países pobres por concepto de ayuda económica y para el desarrollo.

Winston Churchill describió al plan como el "acto menos sórdido de la historia". Aunque las fotos de la miseria por la que pasaba Europa conmovieron a la opinión pública estadounidense, el programa fue producto de un cuidadoso cálculo estrátegico.

Los arquitectos de la política exterior estadounidense de posguerra, George Kennan, Dean Acheson, Clark Clifford y Charles Bohlen, pensaban que Europa estaba en una pésima situación y que la creciente influencia de los partidos comunistas, especialmente en Francia e Italia, dañaría los intereses de Estados Unidos.

El gobierno de Washington estimó que el plan podría ser ideado de forma tal que la Unión Soviética no participara en él, o de lo contrario sería rechazado en el Congreso.

Moscú actuó como se esperaba. El canciller soviético Vyacheslaw Molotov, invitado a la conferencia de París para analizar la iniciativa, se retiró en el sexto día de las negociaciones, junto con los satélites soviéticos de Europa oriental.

Criticó las exigencias de Estados Unidos de que los recursos para la recuperación económica fueran a un fondo común y que los receptores de la ayuda aceptaran someter sus estados financieros al escrutinio de Washington.

Molotov consideró la iniciativa "nada más que un perverso plan estadounidense para comprar su acceso" a los asuntos europeos y predijo que el mismo "dividiría a Europa en dos grupos de países".

El canciller soviético no se equivocó sobre la consecuencia práctica del plan, aunque sí sobre su motivación.

De acuerdo con el historiador Ronald Steel, el plan provocó la reacción defensiva de Moscú, que aumentó su control sobre el bloque de países orientales y organizó un golpe de Estado en Checoslovaquia en febrero de 1948. La guerra fría había comenzado.

Estados Unidos no tuvo que sacrificarse para pagar por la ayuda. Prácticamente ileso durante la guerra, su economía había prosperado y representaba cerca de la mitad de la producción mundial.

La fuerza del sindicalismo y la garantía de educación universitaria para los soldados que volvían del frente incrementó las dimensiones y la riqueza de la clase media.

El presidente Harry Truman advirtió al escéptico Sam Rayburn, el poderoso presidente de la Cámara de Representantes, que todo ello podría perderse si Europa caía en la depresión económica. "Tú y yo ya pasamos por una depresión, y no querríamos tener que pasar por otra, ¿no Sam?", le preguntó Truman.

Asimismo, gran parte de los recursos del plan se invirtieron en Estados Unidos, ya que Europa utilizó el dinero para importar equipos fabriles del único lugar que contaba con ellos.

Grandes compañías estadounidenses, cuyas operaciones en el exterior eran mínimas o inexistentes antes de la guerra, establecieron oficinas y plantas en Europa para prepararse para la bonanza económica.

Empresarios europeos también concurrieron a Estados Unidos para aprender las últimas técnicas de administración, comercialización y producción. Muchos terminaron trabajando para la industria estadounidense.

El éxito fue demoledor. Las economías de Europa occidental crecieron hasta 20 por ciento por año durante los cuatro años del plan, y la producción industrial aumentó más de 36 por ciento en el período.

Europa occidental se había recuperado y la amenaza comunista estaba bajo control.

El éxito del plan hizo que presidentes y expertos pidieran un nuevo "Plan Marshall" para el sudeste de Asia, América Latina, la cuenca del Caribe y, en los últimos años, Medio Oriente, de acuerdo con el historiador Walter McDougall.

El plan se convirtió en la última expresión de la política exterior estadounidense de que "Estados Unidos puede y debe ayudar a otras naciones para que compartan el 'sueño americano"', dijo McDougall.

Sin embargo, en la actualidad la idea está desprestigiada, a pesar del esfuerzo de Albright y otros para revivirla. En relación a su PIB, la ayuda que Estados Unidos brinda a los países pobres es la menor de los países industriales, con 0,10 por ciento.

"El mayor peligro al que se enfrenta Estados Unidos no proviene del exterior", afirmó la secretaria de Estado Madeleine Albright.

Albright concurrió el jueves a la Universidad de Harvard, de Estados Unidos, el lugar donde 50 años antes el secretario de Estado George Marshall pronunció el discurso que lanzó el plan que lleva su nombre.

Helmut Kohl, canciller de Alemania, uno de los países más beneficiados por el plan, colocó una ofrenda floral en la tumba de Marshall en el Cementerio Nacional de Arlington, frente al río Potomac.

Kohl fue recibido como invitado de honor el jueves por la noche en la 50 celebración del Plan Marshall, que contó con la presencia de, entre otros, al ex presidente francés Valery Giscard d'Estaing, el ex canciller alemán Helmut Schmidt y el ex primer ministro holandés Ruud Lubbers.

El héroe de la guerra del Golfo, el general retirado Colin Powell, a quien muchos consideran parecido a Marshall, fue el maestro de ceremonias.

El mayor peligro que enfrenta Estados Unidos "consiste en no seguir el ejemplo de la generación de Marshall y olvidar la lección de que, si los problemas no se atienden, pueden llegar a nuestra casa", concluyó Albright. (FIN/IPS/tra-en/jl/yjc/aq-ml/ip-dv/97

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