El empresariado agrícola de Brasil se queja de soportar las mayores cargas de la estatibilización monetaria y de la apertura del mercado, pero el sector viene recuperando su importancia relativa en la economía nacional.
La participación agropecuaria en el producto interno bruto declinó continuamente de 25 por ciento en 1955 a 7,7 en 1989, pero invirtió esa tendencia en esta década, hasta llegar a 13,2 por ciento en 1996, según dos investigadores de la Universidad de Sao Paulo.
La industria pierde peso en la economía brasileña desde hace diez años en favor del sector servicios, pero se trata de un fenómeno mundial que en Brasil gana fuerza por la tercerización de actividades como transporte y comercialización y por la expansión del mercado informal.
La novedad es la recuperación agropecuaria, gracias a una mejoría en los precios incluso en relación a los de productos industriales, y por el aumento de la producción, entre siete y ocho por ciento al año, señalaron Carlos Caetano Bacha y Marcelo Rocha.
Pero no es seguro que esa tendencia perdure, observaron los dos expertos en economía rural.
Otro investigador de la Universidad de Sao Paulo, Fernando Homem de Mello, viene denunciando una brutal pérdida de ingresos en el sector agrícola al servir de "ancla" al Plan Real, que estabilizó la moneda desde mediados de 1994.
En 1995, según sus cálculos, la renta sectorial cayó 25,8 por ciento en relación al año anterior, lo que correspondió a más de 10.000 millones de dólares.
Los bajos precios agrícolas contribuyeron decisivamente a controlar la inflación brasileña, que por más de diez años se había mantenido casi siempre por encima del 100 por ciento anual.
Ello se debió a una producción superior a la demanda, sin que el gobierno asegurara precios mínimos, importaciones exentas de arancel o a tasas muy bajas, diagnosticó Homem de Mello.
La "gigantesca transferencia de rentas empobreció a la agricultura", comprometiendo las cosechas futuras, sentenció.
Efectivamente la cosecha sufrió una fuerte caída en 1996. Pero el Instituto Brasileño de Geografia y Estadísticas prevé que vuelva a 78 millones de toneladas de granos este año, creciendo 6,7 por ciento.
La pérdida de ingresos para otros sectores es una vieja queja de los agricultores, con respaldo académico. Entre 1980 y 1992, por ejemplo, la producción física aumentó 32 por ciento pero su valor en el mercado cayó 44 por ciento, según el Centro de Estudios Agrícolas de la Fundación Getulio Vargas.
Con la apertura del mercado brasileño, a través de una rápida reducción de aranceles verificada desde 1990 y la supresión de otros mecanismos de protección, las críticas se diversificaron.
Para combatir la inflación, el gobierno recurrió a la importación, sin barreras ni siquiera contra la competencia desleal caracterizada por la práctica de subsidios o la financiación en condiciones muy ventajosas, se quejaron líderes rurales.
El crédito a largo plazo y tasas de interés muy inferiores a las nacionales favorece las importaciones. Esa fue la principal causa de la fuerte caída en la producción nacional de algodón, señaló Flavio Turra, técnico de la Organización de Cooperativas de Paraná, en el sur de Brasil.
De exportador, Brasil se convirtió en uno de los mayores importadores mundiales de algodón en pocos años.
La agricultura paga el costo de la apertura y es "moneda de canje" en las negociaciones externas, lamentó el presidente de la Confederación Nacional de Agricultura, Antonio de Salvo, ante recientes concesiones hechas por el gobierno brasileño a sus socios en el Mercado Común del Sur (Mercosur).
El dirigente se refería a excepciones admitidas por Brasil para importaciones de hasta 40.000 dólares desde los otros tres países del Mercosur en una reciente medida que obliga a los importadores a adelantar el pago de compras financiadas como forma de eliminar ventajas financieras.
Los agricultores brasileños se sienten perdedores en el proceso de integración. Muchos tuvieron que abandonar la siembra de trigo ante la invasión del producto argentino, que ya representa más de mitad de la demanda, que supera ocho millones de toneladas anuales.
Algodón, arroz, leche y derivados, ajo y cebolla son otros productos de Argentina, Uruguay y Paraguay que conquistaron el mercado brasileño. En 1996, 53 por ciento de las importaciones agrícolas brasileñas provinieron de esos tres países del Mercosur.
Pese al déficit con el Mercosur, la agropecuaria brasileña es el sector que más amplió sus exportaciones, con un crecimiento de 56 por ciento entre 1992 y 1996. En el año pasado exportó 14.519 millones de dólares, obteniendo un superávit de 8.409 millones, según la Secretaría de Política Agricola.
Ese resultado contrasta con el déficit global de la balanza comercial brasileña de 5.539 millones de dólares en 1996, y ayuda a explicar cómo el sector ganó mayor importancia en la economía nacional pese a tantos factores negativos. (FIN/IPS/mo/dg/if/97