La desertización, que amenaza a la mayoría de los países de América Latina, sólo puede ser enfrentada modificando las pautas del actual modelo de desarrollo.
Así opinaron organizaciones ecologistas y sociales del área en coincidencia con la celebración, el 17 de este mes, del Día Mundial contra la Desertificación.
Según dijo a IPS en Santiago Miguel Torrico, coordinador para América Latina de la Red Internacional de Organizaciones No Gubernamentales sobre Desertificación, Chile es el país latinoamericano más afectado, ya que 65 por ciento de sus suelos fértiles se han degradado.
Le siguen Argentina, con 60 por ciento, México, con 50, y Brasil, donde en la zona del nordeste la desertización abarca más superficie que en todo el resto del continente. Colombia y los países del Caribe (en particular Haití) son otras áreas "sensibles" al problema.
Todos los países latinoamericanos se encuentran actualmente en proceso de ratificación de la Convención Internacional para el Combate a la Desertificación, adoptada en 1995. Diez de ellos ya lo han hecho e incluso algunos elaboraron programas nacionales en la materia.
Las naciones que al día 29 de este mes no ratifiquen la Convención no podrán participar de la primera reunión de las partes ratificantes de ese instrumento, que se desarrollará en Roma en septiembre y octubre.
Ese podría ser el caso de Chile, donde por motivos políticos el texto corre riesgos de no ser refrendado antes de la fecha tope.
Los países latinoamericanos celebrarán una reunión de coordinación en vistas de la conferencia de Italia a fines de este mes en México.
Para Torrico, pese a la elaboración de planes oficiales, en América Latina no hay aún real conciencia sobre los alcances de la desertización, que en casos como el de México fue identificada como uno de los principales obstáculos al desarrollo, al influir en todo el proceso productivo rural.
México es, pese a todo, el país de América Latina donde más ha calado hondo la preocupación por el tema, indicó Torrico, destacando que allí existe desde los años 70 una Comisión Nacional de Zonas Aridas.
"En muchos países la desertización es identificada erróneamente con el avance del desierto. En realidad se trata de la degradación de los suelos fértiles", explicó.
Edmundo Ramírez, de la Comisión Nacional de Zonas Aridas de México, declaró a IPS que el suelo debe considerarse un recurso económico no renovable y todo lo atinente a su uso tiene que ser planificado.
El gobierno mexicano ha comenzado a trabajar en ese sentido y planea promover en los próximos cinco años la revegetación comunitaria de 500.000 hectáreas.
La deforestación, el sobrepastoreo, la caza indiscriminada, la pesca con dinamita, la quema de pastizales y las obras civiles desarrolladas sin tener en cuenta los costos ambientales figuran entre los principales factores generadores de desertización, al debilitar los suelos.
La paradoja es que esos perjuicios se producen a menudo, si no en la gran mayoría de los casos, gracias a planes "de desarrollo" o políticas promovidas desde los gobiernos, consideró por su lado la Red de Ecología Social de Uruguay.
En ese sentido, un informe de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) indica que la deforestación en América Latina progresa a razón de un millón de hectáreas por año y lo hace en gran parte en razón de la tala de árboles con fines agrícolas o para producir energía.
Perú, Brasil y Argentina figuran entre los países en que la desertización progresa con mayor velocidad.
Hasta 1995, el área deforestada de la Amazonia peruana era de ocho millones de hectáreas, 11 por ciento de su superficie total. En las regiones andinas aumenta a una media de 100.000 hectáreas al año.
En Brasil, el noreste, el sur y el Amazonia son las zonas más afectadas.
En Venezuela, fuentes oficiales relacionadas con el medio ambiente dijeron a IPS que si no se toman medidas de preservación se corre riesgo de que el país se desertifique por completo.
"No hay aún situaciones graves pero sí procesos que si no se revierten podrían ser muy graves en el corto plazo, por mal manejo de los suelos para cultivos, la ganadería intensiva, la tala sin replantación y la erosión de las cuencas hidrográficas", agregó.
Las medidas de prevención que se toman en la mayoría de los países aparecen como muy limitadas, dijo Torrico a IPS.
En Argentina, pese a todo, la Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación y Mitigación de la Sequía ya ha comenzado a aplicar un programa para cambiar las modalidades de producción, capacitar técnicos y coordinar acciones.
Más al norte, en Venezuela, el Ministerio del Ambiente obtuvo del Banco Interamericano de Desarrollo fondos para un proyecto de manejo de cuencas hidrográficas, al tiempo que emprendió planes específicos para zonas áridas y agrícolas y está revisando la ley forestal, de suelos y aguas, entre otras medidas.
De acuerdo a organizaciones ambientalistas de la región, lo esencial es, de todas maneras, modificar el modelo de desarrollo y que el Estado fije límites a la acción de los empresarios privados. (FIN/IPS/dg/jc/en/97