Las relaciones entre el régimen de Talibán en el Estado Islámico de Afganistán y la República Islámica de Irán llegaron a su punto más crítico el 2 de junio, cuando la cancillería talibana ordenó la clausura de la embajada iraní en Kabul.
Talibán acusó a Teherán de "interferencia hostil" en los asuntos domésticos de Afganistán.
Pero la ruptura diplomática entre los dos regímenes islámicos no se debió sólo a la acusación de interferencia en los asuntos internos de uno y otro. El gobierno de Talibán pertenece a la secta sunita del Islam, mientras el iraní pertenece a la chiíta.
La quinta parte de los 20 millones de habitantes de Afganistán son chiítas y la mayoría es sunita. Irán, con una población de 66 millones, es 90 por ciento chiíta, mientras los sunitas son ocho por ciento.
Pakistán, considerado el protector del movimiento Talibán, es mayoritariamente sunita, y en el país los chiítas no superan 15 por ciento.
La división entre sunitas y chiítas en Afganistán se agrava porque la mayoría de los chiítas son integrantes de la etnia hazara, una raza mongoloide. La historia de los hazaras se vincula al surgimiento del moderno Afganistán con Abdul Rahman, que gobernó entre 1880 y 1901.
En 1888, cuando los hazaras chiítas se rebelaron, tras siglos de haber sido obligados a residir en las inhóspitas tierras altas centrales, Abdul Rahman convocó a las tribus sunitas para subyugar a los rebeldes, y lo logró.
En la actualidad, los azaras son 15 por ciento de la población, siendo el tercer grupo étnico del país.
Los hazaras pertenecen a la escuela jaafari del chiísmo, la más popular dentro de la secta, y los otros grupos étnicos pertenecen a la escuela hanafi del sunismo, la religión oficial de Afganistán en la monarquía abolida en 1973.
Durante la ocupación militar soviética de Afganistán entre 1979 y 1989, la resistencia hazara recibió apoyo moral y material de Irán. Las diversas facciones chiítas antisoviéticas que surgieron crearon el Partido de Unidad Islámica, con sede en Teherán.
En contraste, los grupos islámicos de otras etnias recurrieron a Pakistán, Arabia Saudita y Estados Unidos por apoyo financiero, militar y diplomático, y centraron sus organizaciones en la ciudad paquistana de Peshawar. Las siete facciones formaron la Alianza Islámica de Mujaidines Afganos, conocidos como mujaidines.
Tras la caída del régimen izquierdista de Muhammad Najibullah en abril de 1992, los mujaidines asumieron el poder en Kabul, cuya población de dos millones incluye a unos 700.000 hazaras, concentrados en el sector occidental de la ciudad. Ello estimuló a la Alianza de Mujaidines para cooptar al Partido de Unidad Islámica chiíta.
En la primavera de 1993, cuando se procedía a acordar a la escuela jaafari del chiísmo el mismo estatus que a la escuela hanafi del sunismo en la futura constitución, surgieron discrepancias en el Consejo Constitutivo designado por el régimen islámico. Tres grupos sunitas se opusieron, siendo el más opuesto uno aliado con Arabia Saudita.
De los más de mil millones de musulmanes en el mundo, cerca de 85 por ciento son sunitas y 12 por ciento chiítas.
Los sunitas consideran que los primeros cuatro califas, Abu Bakr, Omar, Othman y Ali son sucesores de Mahoma, pero los chiítas creen que sólo Ali es el legítimo sucesor del profeta.
Sunitas y chiítas se diferencian unos de otros en doctrina, rituales, teología y organización religiosa. Los sunitas sólo comparten tres de las doctrinas del chiísmo: el monoteísmo, la profecía, medio de comunicación entre Dios y la humanidad, y la resurrección.
Además, los chiítas creen en la justa naturaleza de Dios.
Los sunitas tienen cinco obligaciones: recitar el precepto central islámico, rezar diariamente, ayunar durante el mes de Ramadán, dar limosna, y realizar la peregrinación a la Meca. Los chiítas también tienen que apoyar la virtud y oponerse al mal y reverenciar a los líderes religiosos (imanes) y sus seguidores.
El carácter chiíta es distinto al sunita. La emoción chiíta se canaliza al llorar la muerte del asesinado imam Ali y sus hijos (envenenados) y del imán Hussein, muerto en batalla.
En el mes de Ashura, la representación de la pasión del martirio de imán Hussein, y la autoflagelación de los fieles brindan vías para expiar la culpa y el dolor experimentados ante el abondono del imán Hussein.
El sunismo considera la actividad religiosa como dominio exclusivo del estado musulmán. Los líderes religiosos y judiciales, conocidos como ulama, en su función de jueces, clérigos o educadores, lo hacen en representación del Estado. Tienen pocas posibilidades de organizar la religión por su cuenta.
En la República Islámica de Irán, los ulamas mantienen academias teológicas y actividades sociales en forma independiente del Estado, aún cuando la constitución estipula que el Líder Supremo debe ser un clérigo prestigioso, elegido por la Asamblea de Expertos, integrada por ulamas.
Dadas las diferencias, luego de la revolución islámica de Irán en 1979, que sostuvo la ideología islámica republicana, los gobernantes sunitas de los seis estados del Golfo consideraron a la revolución iraní dentro de los parámetros del chiísmo, en lugar del sunismo.
Luego que el movimiento Talibán tomara el poder a mediados de 1994, con la asistencia activa de Pakistán, las autoridades sauditas convencieron a Estados Unidos de que, al ser sunitas, los líderes talibanes eran hostiles a los chiítas y, por lo tanto, también serían enemigos de Irán. Y quien sea enemigo de Irán también es amigo de Estados Unidos.
Ahora que el régimen de Talibán clausuró la misión diplomática de Irán en Kabul y expulsó a sus representantes, los políticos de Riyadh y Washington tienen buenas razones para sentirse satisfechos. Si la decisión de Talibán ayuda u obstaculiza los esfuerzos de pacificación en Afganistán, es algo que probablemente no les preocupe. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/aq-lp/ip/97