El gobierno de Tajikistán arregla cuentas con su oposición izquierdista en el norte del país tras el fallido atentado ocurrido en la ciudad norteña de Hojand contra el presidente de Tajikistán, Imamali Rahmanov.
Entre quienes respaldan la política de las autoridades de Dushanbe, la capital, se encuentran las fuerzas islámicas, temerosas de que el proceso de paz del cual forman parte se derrumbe si Rahmanov es asesinado.
El fracaso del proceso de paz privaría a los islamistas de su porción de poder compartido con las fuerzas seculares, actualmente encabezadas por Rahmanov, como lo dispone un tratado que ambas partes firmaron en marzo.
El atentado contra Rahmanov se produjo la semana pasada, cuando viajó a Hojand para inaugurar una universidad. El autor del ataque le arrojó una granada de mano, pero el presidente sólo sufrió heridas leves, aunque dos de sus guardias murieron.
Desde entonces, las autoridades realizan intensas búsquedas y numerosas detenciones en Hojand y sus alrededores. El domingo, las fuerzas de seguridad mataron a cuatro sospechosos en un ataque al escondite de un grupo armado, en una localidad cercana a Hojand.
Así mismo, el gobierno envió detectives al exterior para investigar conexiones foráneas con los conspiradores.
El hecho de que el atentado contra Rahmanov, procedente de la región sureña de Kulyab, haya ocurrido en Hojand es significativo, porque pone de manifiesto las divisiones geográficas y étnicas de Tajikistán.
Hojand, forma parte del fértil valle Fergana, que se extiende desde Uzbekistán en el oeste hasta Kirgistán en el este, y está físicamente separada del resto del país por una cadena montañosa.
Su población pertenece predominantemente a la etnia de los uzbekos, que componen cerca de un cuarto de la población nacional, superior a cinco millones.
Durante la era soviética, la región del norte era más comunista y atea que el resto del país, y se denominaba Leninabad. Su economía, basada en el cultivo del algodón, era más saludable que la de otras regiones, y también su industria era más fuerte.
En contraste, en el sur de la república predominan los tajikos, cuya forma de vida tribal y devoción al Islam no pudieron ser completamente destruidas por el sistema soviético. Excepto por las áreas de cultivo de algodón en los valles, la economía es débil.
Tras el colapso de la Unión Soviética a fines de 1991, las diferencias entre el norte y el sur se hicieron más notorias. Dushanbe, situada en la zona central, cayó rápidamente bajo la influencia de los islamistas, que son fuertes en el sur y el centro pero carecen de apoyo en el norte.
Durante este período, la región de Hojand amenazó varias veces con separarse. Cuando la seguridad de Dushanbe se deterioró a fines de 1992, el parlamento se reunió en Hojand y eligió a Rahmanov, entonces gobernador de la provincia de Kulyab, como jefe de Estado.
Rahmanov designó a Abdul Malik Abdullah Janov, un ex economista comunista de Hojand devenido empresario, como primer ministro, y éste a su vez seleccionó a sus ministros de las regiones de Homand y Kulyab.
Una vez asumido el cargo, Rahmanov consolidó su posición y se transformó en presidente de la república bajo una Constitución reformada por el parlamento. Ayudado por Rusia, intentó derrotar a las fuerzas islamistas que operaban desde el vecino Afganistán, pero fracasó.
Posteriormente, con el fin de aumentar sus posibilidades de reaproximación con los fundamentalistas islámicos, hizo a un lado a Abdullah Janov, de tendencia izquierdista.
A medida que los secularistas liderados por Rahmanov y los islamistas encabezados por Sayyid Abdullah Nouri, estimulados respectivamente por Rusia e Irán, se acercaban a una reconciliación formal el pasado año, las fuerzas de Abdullah Janov se sentían cada vez más marginadas del sistema político.
Los izquierdistas veían estos acontecimientos como un intento deliberado de los sureños de marginar a los norteños, cuyo poder sobre la economía y la política siempre fue resentido por aquéllos.
Las protestas del grupo de Abdullah Janov en Hojand alcanzaron tal intensidad a fines del año último que el gobierno casi perdió el control de la ciudad. Esta experiencia dejó una profunda impresión en Rahmanov.
En parte para demostrar que los hechos del pasado invierno eran historia y que el gobierno central tenía aún pleno control sobre Hojand, el presidente decidió visitar la ciudad.
Además, mediante la apertura de una nueva universidad, Rahmanov deseaba ilustrar la importancia que su gobierno asigna a la región.
Tras el ataque, muchos dedos acusadores se dirigieron, desde dentro y fuera del gobierno, hacia Abdullah Janov, quien negó cualquier participación en el atentado.
Como en otras partes de la ex Unión Soviética, las organizaciones mafiosas armadas proliferaron en Tajikistán, además de las milicias islámicas y unidades separadas del ejército regular.
Las especulaciones sobre la autoría del ataque contra el presidente continuarán abundando mientras las autoridades carezcan de pruebas concluyentes para procesar a los sospechosos que detiene.
Mientras, el gobierno de Rahmanov se beneficia de las acusaciones contra sus opositores izquierdistas del norte, en las que participan los fundamentalistas islámicos, nuevos aliados del régimen. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/ml/ip/97