/REPETICION/1 DE MAYO/AMERICA LATINA: Menos empleo, bajos salarios, más inequidad

Mientras los vientos de la modernidad intentan soplar por toda América Latina, los sindicatos vhan vuelto a levantar en sus reivindicaciones de este 1 de mayo las banderas supuestamente añejas de los aumentos salariales.

Y es que los trabajadores organizados, según se desprende de las estadísticas, siguen siendo los más perjudicados del modelo neoliberal, que se reproduce a través del incremento de la desocupación en los sectores tradicionales y del crecimiento del empleo informal.

Este cuadro tiene como complemento el deterioro salarial y progresivos desniveles en la productividad, lo cual alimenta la ya crecida inequidad social, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

En su estudio regional más reciente, llamado precisamente "La brecha de la equidad", la agencia regional de la Organización de Naciones Unidas con sede en Santiago de Chile advierte la escasa generación de empleo productivo en América Latina.

Los números son ilustrativos: el desempleo urbano regional, de 5,8 por ciento de la poblacion económicamente activa (PEA) en 1990, creció a 7,7 por ciento en 1996, en tanto la participación del empleo informal en la estructura ocupacional aumentó de 51,6 por ciento en 1990 a 56 en 1995.

Entre 1990 y 1994, los salarios industriales crecieron a una tasa anual de 2,6 por ciento, pero en promedio siguieron siendo inferiores en cinco por ciento a los de 1980 y se estima que volvieron a deteriorarse en el bienio 1995-96.

Cepal advierte el error de responsabilizar por estas situaciones a las políticas laborales de los gobiernos, cuya participación en los fenómenos que inciden en el empleo y las remuneraciones es cada vez más parcial.

El mejoramiento relativo de los salarios en los primeros años de la década se vio favorecido por el control de la inflación, fijado como prioridad por la mayoría de los países latinoamericanos en un contexto de ajustes y disciplina fiscal.

La derrota de las hiperinflaciones típicas de la década de los años 80 se logró sobre la base del estímulo al ahorro interno, con altas tasas de interés en los mercados financieros locales, y políticas cambiarias de contención del precio del dólar.

"Pese a las elevadas tasas de interés el ahorro no crece al ritmo deseable", indica Cepal. "Los rezagos cambiarios deterioran las señales para la expansión de actividades exportadoras y sustituidoras de importaciones, estimulando las importaciones y el gasto en bienes no transables", agrega.

"De este modo -concluye la agencia de la ONU- los mercados financieros y cambiarios dificultan un crecimiento más sostenido, lo que, a su vez, impide mejoras mas significativas en el empleo y las remuneraciones".

En esta década la región registra un crecimiento del producto interno bruto (PIB) de 3,1 por ciento como promedio anual, pero necesita crecer a seis por ciento al año para sacar de la condición de extrema pobreza a más de 98 millones de latinoamericanos, que constituyen 17 por ciento de su población.

Las tendencias económicas imperantes estimulan inversiones en actividades de alta demanda y uso intensivo de capital, pero de bajo impacto en el empleo de mano de obra, lo cual se ve facilitado por las normas desreguladoras que "flexibilizan" los sistemas de contratación y de despidos.

Es por ello que se va polarizando el mercado del trabajo entre ese sector moderno que paga altas remuneraciones pero crea pocas plazas laborales y las áreas tradicionales de producción y servicios, ligadas crecintemente a la informalidad.

Por lo mismo, los niveles de alta productividad y mejores remuneraciones se concentran sólo en ese sector moderno, en tanto la pequeña y mediana empresa tradicional, así como la informalidad, absorben a la mayoría de los trabajadores.

De cada 100 empleos generados en América Latina entre 1990 y 1995, 84 correspondieron al sector informal, que contribuyó así a disminuir la pobreza, pero agudizó también la desigualdad al deteriorar los salarios en los sectores de baja productividad.

Otro fenómeno que caracterizan el empleo en la actualidad es la incorporación al mercado laboral de las mujeres, que tiene una incidencia fuerte en la informalidad a través de estategias de sobrevivencia que desplazan a la madre y los hijos a ocupaciones precarias.

El aporte del sector moderno a la ocupación fue de 2,5 millones de nuevos empleos en los cuatro primeros años de la década, correspondiente a 2,7 millones de plazas creadas por el sector privado, en tanto el empleo estatal se contrajo en 200.000 puestos.

Cepal, con base en informes de la Organización Internacional del Trabajo, advierte que la brecha de ingresos entre los ocupados de alta calificación con respecto a los de baja calificación aumentó entre 40 y 60 por ciento en el mismo período de cuatro años.

En un escenario regional caracterizado por crecimientos moderados e inestables del PIB, los únicos países que muestran algunos progresos en materia de empleo y remuneraciones son los que alcanzaron grados de estabilidad en su desarrollo.

Chile exhibe entre 1990 y 1995 un crecimiento promedio anual del PIB de 7,2 por ciento, de 3,7 en el empleo, 4,4 en los salarios reales y de 3,3 por ciento en la productividad, con una tasa de desempleo urbano de 7,2 por ciento en 1996.

En Argentina, con un desempleo de 17,2 por ciento el último año, el promedio de crecimiento del PIB fue de 5,2, de uno por ciento en el empleo, sólo 0,2 en los salarios reales y de 4,1 por ciento en la productividad.

El caso argentino es prototípico de los efectos de las medidas antinflacionarias y cambiarias, que repercuten en virtuales estancamientos del empleo y los salarios y aumentos en la productividad promedio de la economía como consecuencia de altas tasas de desocupación. (FIN/IPS/ggr/dg/lb-if/97

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