Las mujeres ya tienen un nivel de escolaridad superior al de los hombres en el mercado laboral de América Latina, pero eso no produjo una disminución significativa de las desigualdades.
Esa es una de las conclusiones de Lais Abramo, investigadora del Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (ILPES), con sede en Santiago, en un largo estudio sobre "Evolución de la participación femenina en el mercado de trabajo en América Latina" de 1970 a 1990.
"Sigue muy fuerte la discriminación de género", señaló Abramo a IPS, durante el II Seminario Mujer y Mercosur, que se realizó el martes y miércoles en la sede del Parlamento Latinoamericano, en Sao Paulo, en vísperas del Día Internacional de los Trabajadores.
"La brecha salarial entre mujeres y hombres es mayor mientras mayor es el nivel de escolaridad", observó la investigadora. Es decir, la diferencia aumenta en la medida en que sube el grado de enseñanza de ambos.
Para alcanzar el mismo salario de un hombre con 11 años de escolaridad, la mujer tiene que presentar 15 años de instrucción. Esa diferencia de cuatro años, como promedio latinoamericano, se eleva a siete en países de mayor discriminación, como Brasil, informó Abramo.
Además, es mayor el desempleo entre las mujeres, pese a que en las tres ultimas décadas aumentó su participación en el mercado, las horas que ellas dedican al trabajo remunerado y la cantidad de años en que permanecen económicamente activas.
Entre 1970 y 1990, las mujeres latinoamericanas ampliaron en cinco años, en promedio, su período de trabajo remunerado, comprobó el estudio, pero persisten muchos prejuicios en relación al trabajo femenino.
Así es que mientras al hombre se le califica como sastre, la mujer queda como una simple costurera, devaluando su actividad aunque similar, ejemplificó Abramo. A la mujer se la considera sólo una cocinera, pese a tener la misma capacitación de un jefe de cocina.
Para la mayoría de los empresarios, la mujer trabajadora representa costos mayores, lamentó, por pensarse que ella falta más al trabajo y debido a la licencia por maternidad, un derecho cada día menos disfrutado por la reducción del numero de hijos.
Las mujeres son también las más afectadas por la precarización del empleo, un fenómeno mundial de gran incidencia en América Latina.
Entre 1990 y 1995, el 85 por ciento de los nuevos puestos de trabajo en el mundo fueron abiertos en actividades domésticas, por cuenta propia y en pequeñas empresas de hasta cinco empleados, según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo.
En estos sectores es donde más crece la participación femenina, observó Abramo.
La inferioridad de la mujer en el mercado de trabajo, pese a su mayor y creciente escolaridad, se comprueba en Brasil por datos recientes de la Fundación Seade, de Sao Paulo.
Las mujeres economicamente activas con 11 o más años de escolaridad pasaron de 17 a 25 por ciento en los últimos 10 años. Mientras, en la fuerza laboral masculina ese índice creció de 18 a 24 por ciento.
Las mujeres vienen obteniendo resultados mucho mejores en las escuelas brasileñas. En 1994, las reprobadas sumaron 27,1 por ciento, un índice de fracaso elevado, pero muy inferior al 39,1 por ciento de los varones.
Aún así, en enero pasado las trabajadoras de la Región Metropolitana de Sao Paulo ganaban como promedio 631 reales (601 dólares) mensuales, sólo 61,5 por ciento del salario masculino.
La diferencia aumenta con la escolaridad. Entre los graduados en universidades, la remuneración de la mujer alcanza sólo a 51,4 por ciento de la pagada a los hombres, en promedio.
El desempleo es siempre más elevado entre las mujeres. En la capital brasileña, según los datos de la Fundación Seade, estaban desempleadas en febrero el 19,2 por ciento, contra 13,8 por ciento de los hombres, la mayor diferencia. En Sao Paulo los índices eran respectivamente de 16,3 y 12,8 por ciento.
El problema consiste en que a las mujeres se le atribuyen principalmente trabajos que son "una extensión de sus funciones hogareñas" y ellas ocupan la casi totalidad de los empleos domésticos, observó Felicia Madeira, directora de análisis de la Fundación.
El concepto de que el trabajo femenino es complementario, como justificación para los sueldos inferiores, es predominante. Pero Madeira prevé que eso cambie a largo plazo, porque se reduce el empleo en el sector industrial, dominio de los hombres, y crece en el de servicios, donde la mayor escolaridad puede imponerse.
La bióloga María Cristina Prata Neves, del Centro Nacional de Investigaciones en Agrobiología, también cree que la tendencia es de afirmación femenina en el trabajo, con la importancia creciente del conocimiento en las actividades económicas.
Aumentó mucho la presencia de mujeres en los cursos de posgrado, en gran parte por su mayor dificultad en obtener un empleo luego de la graduación universitaria.
Pronto las mujeres profesionales serán mayoría incluso en áreas dominadas por los hombres, pronosticó Prata Neves, y eso se reflejará en el mercado de trabajo. (FIN/IPS/mo/ag/lb-pr/97