Expertos internacionales advirtieron sobre los peligros de los enclaves productivos como vía para el desarrollo económico de Panamá por los pocos vínculos que establecen con el resto de la economía y los sectores sociales del país.
Los primeros en dar la voz de alarma fueron técnicos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que a fines de 1996 recomendaron al gobierno de Panamá buscar alternativas a los enclaves económicos existentes, como el canal de Panamá, la zona libre de Colón y el centro financiero internacional.
Ese sector aporta alrededor de 75 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Sin embargo, en la generación de empleos directos no llega siquiera al cinco por ciento del millon de panameños económicamente activos.
En cambio, la agricultura, que apenas aporta nueve por ciento del PIB, ocupa a casi una cuarta parte de los panameños aptos para un empleo remunerado, según los estudios.
En abril especialistas del Centro de Estudios y Acción Social de Panamá (Ceaspa) arribaron a las mismas conclusiones que los técnicos del BID.
El sociólogo y directivo del Ceaspa Raúl Leis, que participó en el estudio de la organización no gubernamental, dijo que una de las conclusiones emanadas de la investigación es la necesidad de un cambio inmediato en la política económica.
"El desafío es claro. Es importante construir una estrategia de democracia y desarrollo económicamente incluyente, productiva y socialmente equitativa, participativa y ambientalmente sana, donde las personas sean sujetos de todo proceso, para alcanzar un desarrollo humano sostenible", precisó Leis.
El sociólogo indicó que el Ceaspa arribó a esa conclusión tras comprobar que la estructura económica panameña no ha variado en los últimos 25 años debido a la existencia de los enclaves, que "se están agotando y perdiendo dinamismo".
Además de ello, existe un bajo aumento de la productividad y se sigue concentrando toda la actividad económica en la región metropolitana a un ritmo mayor que el crecimiento poblacional, lo cual "provoca mayores divisiones entre la distribución territorial de la riqueza y de la población", subrayó Leis.
El sociólogo Guillermo Castro afirmó al respecto que pese a que Panamá fue clasificado por Naciones Unidas en el lugar 47 entre 174 países del mundo por su índice de desarrollo humano, la situación real es otra.
Explicó que cuando se mide esa clasificación por provincias, la que corresponde a la capital del país, donde se encuentran los enclaves productivos más importantes, "alcanza un índice de desarrollo semejante al de España".
En cambio, cuando se compara la capital con la provincia de Darien y la comarca indígena de San Blas, fronterizas con Colombia, o la occidental provincia de Veraguas, "sus índices de desarrollo humano son equivalentes a los del Congo", ubicado en el lugar 122 de la escala de Naciones Unidas.
Juan Jované, quien condujo un reciente estudio del Instituto de Estudios Nacionales de la estatal Universidad de Panamá, afirmó por su parte, que con el actual esquema de desarrollo "el país no logrará romper la tendencia histórica de agotamiento económico que arrastra desde 1982".
Tras un crecimiento promedio de 7,1 por ciento anual registrado entre 1990 y 1993, la economía panameña creció sólo 3,7 por ciento en 1994, 2,1 por ciento en 1995 y 2,5 el año pasado, según datos oficiales.
Jované afirmó que mientras en los planes de gobierno no se incluya una política para la formación de recursos humanos y para atender los problemas de pobreza, que actualmente afecta a casi 50 por ciento de la población, no habrá la confianza que se requiere para plantearse una reconversión de la economía.
Aclaró que mientras la economía crezca casi al mismo nivel que la población -1,9 por ciento anual- problemas como la pobreza y el desempleo, que abarca a 22 por ciento de los económicamente activos, podrían tardar más de 30 años en resolverse. (FIN/sh/97