El 1 de mayo, en la capital de India, Sarvesh Chand se separó del grupo con el que marchaba conmemorando el día de los trabajadores, derramó querosén sobre sí mismo y se prendió fuego. Murió después de una agonía de cuatro días.
Chand, que sufrió quemaduras en 90 por ciento de su cuerpo, trabajaba en los molinos Swatantra Bharat, pero no había recibido su sueldo en los últimos cinco meses.
Como otros 2.200 obreros, quedó en la miseria cuando el molino cerró. Chand había mendigado comida en las calles durante días, antes de tomar la decisión de autoinmolarse, debido a la frustración y la humillación.
También la semana pasada, un joven periodista, luego de meses de estar desempleado, murió a causa de los golpes que le propinara su esposa.
El, enojado y desesperado, le había lanzado su plato de comida y la había atacado físicamente. Aunque no tenía intención de matarlo, ella no tomó en cuenta su estado debilitado por el hambre.
Estos son sólo dos ejemplos de lo que viven los desempleados debido a la crisis económica en India. La vida, que nunca es fácil para los pobres, puede convertirse en un purgatorio sin fin por la pérdida de empleo en la familia o por una grave enfermedad.
"La situación de los trabajadores en la industria sin organizar y las zonas rurales es especialmente triste", dijo D. Thankappan, secretario del Centro Nacional de Trabajo (NCL), una confederación de sindicatos y organizaciones no gubernamentales que representa a trabajadores del sector informal de la economía, o sea 93 por ciento de la mano de obra.
"Muchos trabajadores sienten la presión de las nuevas políticas económicas, pero no hay… válvulas de escape, ni beneficios por estar desempleado, ni seguridad social", dijo Thankappan, quien anunció una campaña del NCL para obtener salarios mínimos, derecho a la organización y a la protección contra riesgos para la salud.
La situación de la seguridad humana en India se deterioró últimamente debido a la creciente escasez de alimentos, aunque hubo nueve buenas temporadas consecutivas de lluvias, al aumento de los precios y a la privatización de servicios básicos como la salud y la educación.
El fantasma de la desnutrición, aun del hambre, afecta a partes del país como Maharashtra, irónicamente el principal estado industrial, Madhya Pradesh, Orissa y Rajastán.
Quienes corren mayor peligro son los grupos tribales e indígenas y los marginados urbanos y rurales que comprenden los 390 millones de pobres reconocidos oficialmente en India.
Lo preocupante de la situación son las decrecientes reservas de granos del gobierno y la decadencia del sistema de distribución pública (PDS) en grandes zonas del país.
Gracias a la mala administración, las reservas de trigo bajaron a sólo 2,7 millones de toneladas, menos del mínimo recomendado de 3,7 millones.
Los agricultores de los estados del noroeste, se resisten a vender cereales al gobierno a menos que se aumente el precio de compra. El mes pasado, el precio subió 20 por ciento. La escasez de alimentos podría tornarse crítica el próximo verano.
El PDS está afectado por la desidia, la mala administración y la falta de fondos. El acceso de los pobres al mismo es limitado aunque su fin es ofrecer granos y aceite a precios "justos". Pero menos de la cuarta parte de las compras de granos que realizan los pobres provienen del organismo.
La mayoría de los pobres no tiene los documentos necesarios para participar en el plan y muchas de las zonas donde viven, no cuentan con el PDS.
El gobierno del Frente Unido, cuando asumió el poder hace 11 meses, prometió entregar alimentos a los pobres a mitad del precio del mercado a través de un sistema de distribución individualizado.
Desde entonces, aplazó tres veces la fecha de comienzo de la iniciativa y aumentó los precios. Muchos estados aún no están preparados para estimar la cantidad de pobres o para identificarlos.
Mientras, el precio de los alimentos aumenta de 10 a 12 por ciento al año, más que la tasa de inflación, y los salarios rurales disminuyen de uno a dos por ciento.
Cuando India comenzó a realizar los ajustes estructurales en 1991, el ministro de finanzas de entonces, Manmohan Singh, prometió crear "redes de seguridad" para los pobres. Sin embargo, redujo el presupuesto para la salud, la educación y la seguridad social hasta 80 por ciento.
Dos años después, obtuvo un préstamo especial de 500 millones de dólares del Banco Mundial para crear una Agencia de Renovación Nacional (NRF), principalmente para ayudar al sector organizado en la paga de beneficios por despido, el reentrenamiento de trabajadores y asistir a las empresas viables a recuperarse.
Pero el NRF apenas ayudó al sector organizado. Estudios en las principales ciudades revelan que aumentan los casos de trabajadores despedidos ilegalmente y recontratados temporariamente.
Los trabajadores temporarios tienen pocos derechos y no tienen derecho a la jubilación.
Las mujeres trabajadoras son las más afectadas. Un estudio en Delhi reveló que sus ingresos se vieron disminuidos de 20 a 30 por ciento. Las obreras de fábricas pasan a trabajar con mayor frecuencia en un régimen de explotación en talleres.
Los trabajadores de la economía informal o la agricultura están en la peor situación. Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reveló que aumenta la tasa de desempleo rural en dos terceras partes del país.
La reducción del gasto en salud pública sólo empeoró la difícil situación. En la última década, el presupuesto para la salud se redujo a la mitad y llegó a dos por ciento del producto interno bruto, la tercera parte del mínimo recomendado por la Organización Mundial de la Salud.
El ministro de Finanzas, P. Chidamabaram, admitió que 70 por ciento de la población, que no recibe atención médica primaria, recurre a curanderos. Los más afectados son los ancianos, las mujeres jóvenes y los niños. (FIN/IPS/tra-en/pb/an/aq-lp/dv-if/97