Las últimas proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre el crecimiento mundial en los dos próximos años son prometedoras, pero otras estimaciones anuncian resultados diferentes.
El Informe Económico Mundial semestral del FMI registra un crecimiento de cuatro por ciento de la producción mundial en 1996, y proyecta un aumento de 4,4 por ciento para 1997 y 1998. El pronóstico de otras instituciones no es tan alentador.
En los últimos años, el FMI ha tendido a hacer proyecciones optimistas para las reuniones de los comités Interino y de Desarrollo, con cifras que en general terminan siendo revisadas seis meses después.
Algunas de las bases del cálculo del crecimiento mundial de 4,4 por ciento, como suele suceder con estos pronósticos, están enterradas en notas al pie de página del informe que los medios de comunicación han ignorado.
Las proyecciones parecen no haber tenido en cuenta los efectos en la economía de Estados Unidos del aumento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal, y el cambio de política fiscal de Japón hacia la restricción, el cual disminuyó las inversiones en infraestructura, mientras el alza de impuestos a la venta redujo el consumo interno.
Y nadie que se embarque en esta proyección se atreve a ignorar el efecto deflacionario de la preocupación de Europa por cumplir con los criterios de Maastricht con miras a una moneda única.
Los países de la Unión Europea deberán hacer drásticos esfuerzos para cumplir con los requisitos de Maastricht, entre ellos un déficit presupuestal de tres por ciento del producto interno bruto y una inflación igual o menor a dos por ciento.
Una semana antes que el FMI, la Comisión Económica para Europa (ECE) publicó su propio informe económico. Con cifras de estadísiticas nacionales, la ECE presentó un panorama mucho menos prometedor, proyectando un crecimiento de sólo 2,3 por ciento en 1997 para los países industrializados.
La ECE atemperó sus proyecciones sobre Europa aún más, señalando que los esfuerzos de la UE para satisfacer los términos de Maastricht, incluso con una interpretación razonablemente flexible de los requisitos, reduciría el crecimiento.
Para Japón, la ECE proyectó una gran desaceleración, a medida que se hagan sentir los efectos de los impuestos a la venta, mientras destacó que la política monetaria de ajuste de Estados Unidos, según sugerencias del propio FMI, desataría alteraciones en los precios de los bonos y reduciría la demanda del consumo y las inversiones.
En un marcado contraste con el FMI, la ECE concluyó que el crecimiento mundial se permanecerá más o menos incambiado en 1997, mientras el conjunto de los países en desarrollo mantendrá más o menos el mismo crecimiento que en 1996.
Pero las auspiciosas predicciones del FMI están basadas en el índice de poder adquisitivo paritario (PAP), y no en el valor del dólar de las producciones nacionales en moneda local convertidas a índices de cambio del mercado.
Las proyecciones basadas en el índice de cambio del dólar, como el Link Model, utilizado en el sistema de la Organización de las Naciones Unidas, así como otros pronósticos privados y públicos, presentan un crecimiento mundial de 2,9 por ciento en 1997.
El FMI adoptó el método del PAP como medio de proyección hace unos años, en momentos en que era criticado por la mala actuación de las economías en desarrollo y transición tras una década de "ajuste estructural" bajo su tutela y la del Banco Mundial.
Pero las cifras basadas en el PAP transforman el panorama, dando más peso a los países en desarrollo, en particular los de Asia, donde hubo un crecimiento más rápido que en el mundo industrializado.
Las cifras del PAP calculan el costo en moneda nacional en cada país, de la compra de una canasta básica de bienes y servicios, y lo comparan al costo de una canasta similar en Estados Unidos.
El uso del PAP para proyectar el crecimiento del PIB, a nivel nacional, por habitante o mundialmente, tiene muchas desventajas, a pesar de su mérito como medida de la calidad relativa de la vida en diferentes países.
Las carencias son aún más evidentes si otros datos estadísticos igualmente relevantes -como reservas nacionales o balance de pagos- , son expresados simultáneamente en términos de dólares a los índices de cambio del mercado.
Cuando el PAP entró en escena en el Banco Asiático de Desarrollo, el resultado de la participación en el PIB de los países en desarrollo, expresado en valores de cambio de dólar, fue 17,4 por ciento, pero expresado en valores del PAP, la cifra fue 34,5 por ciento.
En el mundo en desarrollo, la participación en el PIB de otras regiones en desarrollo había sufrido una metamorfosis: Africa de 1,7 por ciento en términos de dólar a 4,1 por ciento en términos de PAP, América Latina, de 4,2 a 8,2 por ciento, y Europa del este y la ex Unión Soviética de 8,9 a 11 por ciento.
Mientras, la participación de los países industrializados cayó de 73,7 por ciento a 54,5 por ciento.
Cuando el personal del FMI introdujo por primera vez este índice, no tenía respuesta a las preguntas de economistas de otras instituciones, sobre por qué el systema PAP debía ser utilizado sólo para cálculos de producción, y no para medidas comerciales y de otro tipo.
Otros más atrevidos preguntaron, también sin recibir respuesta, por qué el PAP no se utilizaba para calcular el peso del voto y las cuotas de los miembros del FMI en sus organismos de decisión. (FIN/IPS/tra-en/cr/rj/lp/if/97