CHINA: El desempleo es una verdadera bomba de tiempo

Tres bombas, una utilizada por un desocupado para suicidarse y otras dos activadas, se presume, por despedidos de empresas estatales, dejan en evidencia la real dimensión del drama del desempleo en la capital de China.

El suicidio de un desempleado reveló las tensiones ocultas bajo la presunta estabilidad de la sociedad de China mientras sus flaqueantes empresas estatales despiden a cientos de miles de trabajadores.

El suicida eligió morir este martes con explosivos en el parque Zhongshan, en el corazón de Beijing, cerca de decenas de residencias oficiales de altos funcionarios del gobierno en el barrio de Zhongnanhai y de la Ciudad Prohibida.

Su nombre y su carta no fueron difundidos, pero la oficina de seguridad pública de la capital confirmaron que se trataba de un obrero sin trabajo procedente de la provincia de Hunan.

El incidente se produjo cuando se difundieron previsiones de los propios planificadores del gobierno chino según las cuales entre 15 y 20 millones de trabajadores del sector estatal habrán quedado sin empleo al fin del siglo XX.

Otras dos explosiones, registradas poco después de la muerte del líder supremo Deng Xiaoping, pusieron a Beijing en estado de alerta en marzo.

La hipótesis más fuerte de los investigadores apunta a trabajadores despedidos, luego de atribuir las bombas al principio a separatistas de la minoría étnica musulmana uigur, que habita en la provincia occidental de Xingiang.

Los residentes de Beijing no recuerdan incidentes similares en casi 50 años de régimen comunista. Pero se aproximan fechas aun más previsibles para nuevos atentados.

En junio se cumplirá un nuevo aniversario de la masacre en la plaza Tiananmen, donde miles de activistas prodemocráticos murieron acribillados por fuerzas de seguridad, y se concretará la entrega de Hong Kong a China.

"Debemos transformar la actitud" de los futuros desempleados "para que encuentren nuevos trabajos" y frenar "el desempleo en cuatro por ciento", dijo Wang Donjing, de la Comisión de Reforma Económica del Estado, organización que efectuó el desalentador pronóstico.

China afirma que su desempleo urbano asciende en la actualidad a tres por ciento, pero el Banco Mundial estimó que la tasa real se ubica entre 11 y 20 por ciento.

La necesidad de reformar las desfallecientes empresas estatales, que emplean a 120 millones de personas y tiene deudas por más de 620.000 millones de dólares, es un dilema para los planificadores chinos.

La reestructura de estas compañías es clave para la salud económica del país a largo plazo, pero eso traerá dificultades a las masas trabajadoras cuya defensa invoca el gobierno comunista.

Al reconocer la seriedad del problema, Beijing reveló la semana pasada su plan de entregar 20.000 nuevas licencias de automóviles con taxímetro con la finalidad de generar trabajos dirigidos a los expulsados del sector estatal.

Sesenta por ciento de los 200.000 desempleados que, según estimaciones oficiales, residen en la ciudad obtendrán trabajo luego de recibir adiestramiento en conducción de taxis a través de un programa municipal.

Pero esta medida parece una espada de doble filo. Al mismo tiempo que afloja la tensión social y económica que pesa sobre las espaldas de los desocupados, impone una presión adicional sobre el ya caótico sistema de transporte de la capital.

Ya circulan más de 80.000 taxis por las calles de Beijing, y dirigirse cada mañana de la casa al trabajo supone para los chinos calcular el retraso que ocasionan las incesantes filas de automóviles trancados.

Las autoridades de Beijing han restringido la cantidad de trabajadores migrantes de otras provincias chinas que pueden obtener empleo en la capital.

Las bolsas de trabajo, en cuyas listas los residentes de Beijing se ubican primero, incluyen profesiones y oficios como contadores, secretarios, vendedores, conductores de ómnibus, camareros y mozos de cordel.

En comparación con otras grandes ciudades como Shangai, Beijing tiene dificultades para concretar los despidos. No solo se trata de generar empleos, sino determinar cuáles.

"Algunos de los despedidos eran jefes de departamento en empresas estatales y creen que pierden prestigio al convertirse en trabajadores comunes y corrientes", admitió un funcionario del gobierno municipal.

Las autoridades dieron a conocer el Día de los Trabajadores medidas dirigidas a dar a los futuros despedidos en Beijing un abanico más amplio de empleos posibles.

Al mismo tiempo, el Diario del Pueblo, órgano oficial del Partido Comunista, dedicó su editorial el 1 de mayo a analizar el prestigio de los trabajadores estatales.

Pero mientras estas medidas benefician a los residentes permanentes de Beijing, se omite a la gigantesca masa de migrantes de otras zonas de China que se dirigen a la capital en busca de empleo.

La historia real del trabajador de Hunan, de la cual dio cuenta el Diario de Beijing esta semana, quizás no se conozca nunca.

Pero sean cuales sean los detalles, el suicidio "fue cometido por alguien que no tenía nada que perder", según un vendedor callejero en las cercanías del Palacio Imperial. "De otro modo, nadie se arriesgaría a morir con una bomba en un parque donde los dirigentes políticos salen a caminar todos los días", dijo. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/mj/lb dv ip/97

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