Las drogas denominadas "duras" se venden de forma tan abierta en las calles de esta ciudad de Sudáfrica que muchos se preguntan si los traficantes gozan de bendición oficial para progresar en sus negocios.
Y si no es así, ¿por qué el narcotráfico minorista continúa sin que nadie le ponga freno?
Todos los días, los jóvenes bajan de sus automóviles y ofrecen sus mercancías en las esquinas del colorido y cosmopolita barrio de Yeoville. Y de tanto en tanto se advierte que un paquete con cocaína o "crack" y un rollo de rands cambian de mano.
"La vigilancia en Yeoville es ineficiente hace mucho tiempo", dijo Roy Burton, un residente del barrio.
"Los policías se quejan de que son pocos y de sus bajos salarios. Si tuviéramos un ministerio encargado de la seguridad y una policía comprometida, podríamos frenar el comercio de drogas. Pregúntele a Jesse Duarte, que vive en Yeoville. Ella sabe lo que sucede", agregó.
No falta ironía en esas palabras. Duarte es, precisamente, la ministra de Seguridad de la provincia de Gauteng, donde se encuentra Johannesburgo.
Una vez, el primer ministro de Gauteng, Tokyo Sexwale, visitó el barrio. Un vendedor de drogas le abordó y le confesó que se dedicaba al negocio para poder comer, recordó una comerciante que vive y tiene su establecimiento en Yeoville.
"Sexwale no hizo nada. Esas actitudes son las que generan la sensación de que la venta de drogas es algo aceptado", agregó.
Altos oficiales de policía supuestamente involucrados en la venta de drogas fueron llevados a juicio como resultado de las investigaciones sobre corrupción.
En Sudáfrica se consume 70 por ciento de la producción mundial de mandrax, un potente medicamento con efectos alucinógenos y sedantes. El extasis (también conocido como XTC, un estimulante que aumenta el deseo sexual) es muy popular entre adultos jóvenes.
La heroína, desconocida en este país hace pocos años, está ahora a disposición del que pueda pagarla a un precio de 80 dólares por gramo, mientras el crack se vende a 20 dólares por gramo.
Algunos vendedores intentan aumentar la demanda de heroína entre sus compradores de cocaína, a quienes obsequian pequeñas cantidades del derivado de la adormidera.
En los primeros seis meses del año pasado, la policía y el poder judicial de Sudáfrica se incautaron de 80.000 kilogramos de drogas, en especial "dagga", como se conoce en las calles a la marihuana. Pero estas capturas representan apenas entre 10 y 15 por ciento de las drogas que ingresan al país.
Sudáfrica es considerada un centro emergente de actividades para las organizaciones internacionales del crimen, que van allí seducidos por las poco estrictas leyes y regulaciones.
Además, el país se ha establecido sólidamente como punto de tránsito del narcotráfico mundial, actividad que "factura" 500.000 millones de dólares al año en todo el planeta.
Más de 120 compañías de aviación poseen vuelos diarios a Sudáfrica. En 1994, cuando se abolió el régimen de segregación racial institucionalizada ("apartheid") y se restauraron los vínculos entre el país y la comunidad internacional, apenas 20 aerolíneas operaban allí.
Sudáfrica también posee una extensa y porosa frontera con Botswana, Lesotho, Namibia, Swazilandia y Zimbabwe.
La policía presencia el aumento del consumo y el comercio de drogas con resignación.
"Estamos al tanto de los problemas en Yeoville. Justamente, ayer detuvimos a tres vendedores de dagga. Pero comparecen ante los jueces, reciben su sentencia y, así como son liberados, ya están de nuevo en las calles vendiendo otra vez", dijo a IPS el comandante de la policía local, Freddy Botmer.
"No podemos hacer demasiado. Y hacemos lo que podemos", se lamentó el funcionario.
Muchas voces se han alzado para reclamar reformas al sistema de justicia criminal y la aprobación de leyes que permitan investigaciones secretas, uso de técnicas más avanzadas y castigos más severos.
Lo infructuoso de estas demandas generó la creación de grupos de vigilancia privados como Gente contra las Pandillas y las Drogas (PAGAD), cuyos integrantes prendieron fuego el año pasado a un presunto vendedor minorista de estupefacientes hasta matarlo en Cape Town.
La Oficina de Narcóticos de Sudáfrica (SANAB), un cuerpo policial que cuenta con apenas 340 agentes, parece estar perdiendo la guerra contra las drogas.
En 1995 y 1996 murieron 31 funcionarios de la SANAB, algunos asesinados por narcotraficantes y otros de enfermedades originadas por la tensión nerviosa.
En Sudáfrica son asesinados más policías en proporción con la población que en ningún país del mundo que no sufra una guerra. En 1995, 237 agentes murieron en cumplimiento de su deber.
Los expertos afirman que perseguir a los pequeños vendedores de droga sería una estupidez, dada la magnitud de los crímenes que se cometen en el país. Lo que se requiere, en cambio, es un sistema que apunte a los grandes narcotraficantes.
"Nosotros, los ciudadanos, también tenemos la culpa. Antes, los traficantes solo vendían dagga y pensábamos 'bueno, es solo yerba'. Hoy, la cocaína se vende abiertamente frente a nuestros negocios a cualquiera que la quiera comprar", dijo la comerciante de Yeoville, que prefirió mantenerse en el anonimato. (FIN/IPS/tra- en/gm/kb/mj/ip/97