Las promesas de la secretaria de Estado de Estados Unidos Madeleine Albright de que su país no procederá a una deportación masiva de indocumentados no lograron disipar los temores en la mayoría de los países centroamericanos.
Albright asumió el compromiso durante una reunión con los cancilleres centroamericanos este martes, el mismo dia en que entró a regir la nueva ley de migración en Estados Unidos.
En la cita se definió también que el problema de la inmigración ilegal y sus causas será abordado en la reunión de presidentes centroamericanos con su par estadounidense Bill Clinton, que se realizará en San José el 8 de mayo.
El presidente de Honduras Carlos Reina dijo que los mandatarios pedirán a Clinton un trato justo en el tema migratorio y "toda la protección" para los centroamericanos.
A pesar de la promesa de Albright los consulados de los países centroamericanos en Estados Unidos dan cuenta de que la nueva ley provocó pánico entre la población latina en esa nación.
En Honduras, las autoridades migratorias expresaron el temor de que retornen al país 300.000 indocumentados si se aplica la nueva ley, con lo cual se agravarían los problemas de desempleo, violencia y delincuencia común.
Roberto Flores, subdirector de Población y Política Migratoria de Honduras, dijo que Estados Unidos deporta mensualmente entre 400 y 500 de sus conciudadanos.
"Esto no es más que una expulsión masiva que se viene dando desde hace muchos años, sin necesidad de aplicar esa ley ahora aprobada", señaló.
La cancillería hondureña giró instrucciones a sus consulados en Estados Unidos para que apoyen a los inmigrantes a fin de que cumplan los requisitos establecidos en la nueva ley.
En Nicaragua, el temor desató rumores en el sentido de que entre 12.000 y 20.000 personas que viven en Estados Unidos han recibido ya una carta en la que se anuncia su deportación.
Se estima que en Estados Unidos hay 200.000 nicaragüenses, de los cuales 60.000 estarían en condición de ilegales.
Cerca de 30 por ciento de los hogares pobres nicaragüenses dependen de las remesas que les envían sus familiares desde el país norteamericano.
En el caso de Guatemala, los cálculos indican que hay 800.000 nacionales en Estados Unidos, de los cuales 185.000 son asilados políticos e indocumentados.
La Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asies) asegura que en 1996 las remesas de guatemaltecos representaron 6,9 por ciento del total de ingresos de divisas del país, con un total de 375 millones de dólares.
El canciller Eduardo Stein destacó la necesidad de esperar a ver qué sucede y recordó la promesa de Albright.
Para Guatemala es particularmente importante el tema porque el país viene saliendo de una guerra de 35 años y tiene el problema de los desmovilizados de la guerrilla y del ejército.
En el caso de El Salvador, se calcula que 200.000 personas se encuentran ilegalmente en Estados Unidos. Tras cinco años de vida pacífica, la economía nacional no es lo suficientemente fuerte para soportar una fuerte caída en las remesas familiares, que llegan a mil millones de dólares anuales.
En Costa Rica, la deportación no incidiría en la economía pero traería dramas personales.
Efrén Mora, presidente municipal de Pérez Zeledón, una próspera zona al sur del país, señaló que sólo de ese lugar salen cinco o seis personas mensualmente hacia México para ingresar a Estados Unidos como "espaldas mojadas".
La mayoría de ellos, dijo Mora, son peones de finca que no ven en las zonas rurales ningún futuro y no están preparados para sobrevivir en la ciudad.
En el pueblo turístico de Sarchí, al noroeste de la capital, cada familia tiene por lo menos uno de sus miembros viviendo en Estados Unidos.
"Es que aquí trabajamos ocho horas por un salario, no importa si se trabajó mucho o poco, en cambio allá, entre más se trabaja más se gana", relató Mora, quien vivió tres meses en Estados Unidos, donde ingresó legalmente.
"Ahí uno ve cómo el latino se sacrifica para ganarse unos dólares sin derecho ni siquiera a enfermar, porque se queda sin el trabajo", agregó.
A pesar de haber permanecido en regla en Estados Unidos, Mora cuenta que su máximo sueño, después de tres meses, fue "llegar al aeropuerto, subir al avión y ver Costa Rica". (FIN/IPS/mso/dg/pr- ip/97