PALESTINA-ISRAEL: Panorama de una capital disputada

Todos los viernes al mediodía, mientras los clérigos cantan versos del Corán por los altavoces, miles de musulmanes atraviesan las puertas de la amurallada Ciudad Vieja de Jerusalén y caminan en masa hacia las mezquitas de Omar y Al-Aqsa.

Más abajo, miles de judíos se juntan frente al Muro de los Lamentos, único resto del Segundo Templo destruido por los romanos en el año 70 a.C., a prepararse para las plegarias sabáticas, que comienzan al atardecer.

La Ciudad Vieja, con sus antiguas calles empedradas con guijarros, sus alminares y santuarios religiosos, bien podría considerarse al corazón del conflicto de Medio Oriente.

Judíos, musulmanes y cristianos de todo el mundo veneran sus sitios sagrados, mientras israelíes y palestinos la consideran un símbolo de su nacionalismo.

La ciudad amurallada también marca la división demográfica entre dos grupos distintos que han compartido sus estrechas calles desde que Israel ocupó en 1967 la mitad oriental de Jerusalén, durante la guerra de los Seis Días.

Desde entonces, las líneas demográficas se han desdibujado de tal forma que cualquier solución política que implique una redivisión de la ciudad se vuelve difícil.

Al oeste de la Ciudad Vieja, las calles son transitadas por judíos ultraortodoxos con sombreros negros y mujeres con el cabello cubierto por redes o coloridos pañuelos. Mientras, soldados con sus rifles al hombro, jóvenes y turistas descansan en los cafés al aire libre que cercan la calle Ben Yehuda.

Al este de las murallas, el panorama recuerda a El Cairo. Hombres viejos con barba de tres días empujan carros por la atestada calle Sultán Suleimán, flanqueada por vendedoras de hortalizas y especias. La mayoría de las mujeres utilizan velo y tradicionales vestidos largos.

La línea divisoria es una autopista de cuatro vías que corre de norte a sur y sigue la antigua "línea verde" que alguna vez separó a Israel de Jordania. Cruzándola, el idioma cambia abruptamente de hebreo a árabe, y aun la hora puede ser diferente.

Las encuestas de opinión revelan invariablemente que más de 80 por ciento de los israelíes se oponen a la redivisión de Jerusalén como parte de cualquier acuerdo de paz con los palestinos.

De acuerdo con esta posición, los sucesivos gobiernos de Israel han insistido en que la disputada ciudad continuará siendo "la capital eterna e indivisa" del país.

Sin embargo, pocos israelíes se aventuran en zonas árabes. "La ciudad ya está dividida, porque hay una clara barrera psicológica", opinó Hagit Yaari, portavoz de IrShalem, una organización israelí de izquierda opuesta a la soberanía de Israel sobre Jerusalén oriental.

Además, la barrera es evidente debido a la lentitud del desarrollo en las áreas palestinas de la ciudad. Mientras la mitad occidental se caracteriza por sus autopistas, hoteles cinco estrellas, parques públicos y rascacielos, la oriental es un conjunto de pequeños barrios contruidos entre las colinas.

Esta situación se refleja en las estadísticas, destacan los defensores de los derechos humanos. Por ejemplo, un tercio de todos los palestinos de Jerusalén viven de a tres o más en una pieza, según el informe "Política de Discriminación", publicdo en 1995 por el grupo israelí de derechos humanos B'Tselem.

Los palestinos sostienen que necesitan permiso para construir al menos 15.000 apartamentos inmediatamente, con el fin de aliviar la grave escasez de viviendas.

Además, aunque los palestinos pagan de 20 a 30 por ciento de los impuestos municipales, reciben sólo entre seis y ocho por ciento de los servicios, destacó Anat Hoffman, concejera del partido izquierdista Meretz.

"Les damos lo mínimo con lo que pueden arreglarse", acusó Hoffman. "Sólo les ofrecemos servicios suficientes para mantenerlos tranquilos", agregó.

Esto no significa que todos los palestinos sean pobres. Los que poseen fábricas en Cisjordania o elegantes boutiques en la ciudad están muy bien, pero sus blancas mansiones con tejados rojos se ubican junto a calles estrechas y en mal estado.

Parte del problema se debe a que los 160.000 residentes árabes de la ciudad se han negado siempre a participar en las elecciones municipales, y cuando se decide la asignación de recursos, no hay ningún palestino en el palacio municipal que los represente.

"Votar en los comicios municipales de Jerusalén significaría reconocer la soberanía de Israel sobre la mitad oriental de la ciudad", señaló Ghassan Khatib, director del Centro de Prensa y Comunicación de Jerusalén, un instituto palestino de investigación.

"No aceptamos eso. Jerusalén oriental es simplemente parte del territorio ocupado por Israel en 1967", afirmó.

Desde su elección en 1994, el alcalde Ehud Olmert, del gobernante Partido Likud, prometió eliminar las diferencias equiparando el gasto en las áreas palestina y judía.

El alcalde propuso a comienzos de este año un plan de 40 millones de dólares para desarrollar infraestructura en la zona árabe de Jerusalén.

"Esta suma de dinero no es una fachada ni algo hipotético, sino que forma parte de un plan de trabajo, y los programas ya se están aplicando", destacó Olmert en una reciente conferencia de prensa.

Pero algunos palestinos acusaron a Olmert de asignarles fondos como muestra de la soberanía israelí sobre Jerusalén oriental, y destacan que, si bien una inyección de dinero al sector árabe compensa pasadas desigualdades, no sustituye una solución de la disputa política sobre la ciudad.

Los palestinos pretenden que la zona oriental de Jerusalén pase a su control para el fin de las negociaciones con Israel, previsto para mayo de 1999, según el cronograma establecido en los acuerdos provisorios de paz.

Pero la división demográfica, tan clara en las cercanías de la Ciudad Vieja, se ha desdibujado en la mayor parte de la mitad oriental, donde muchos barrios palestinos están rodeados por complejos de viviendas de judíos, que los palestinos denominan "asentamientos".

La confusa demografía, junto con las alteradas fronteras municipales, que dividen zonas árabes incluyendo algunas calles dentro de Jerusalén y dejando las adyacentes como parte de Cisjordania, vuelve imposible una redivisión ordenada de la ciudad.

Por ello, algunos negociadores propusieron la cesión de algunos barrios árabes al control palestino, pero el actual gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu aseguró que nunca aceptará esa solución.

Otros sugirieron que los israelíes cedan el control de las mitades cisjordanas de los barrios divididos (es decir, aquellas zonas árabes que los palestinos consideran parte de Jerusalén pero que están excluidas de los límites de la ciudad establecidos por Israel), una solución inaceptable para los palestinos.

"No se trata de compartir barrios. Cuando hablamos de Jerusalén, nos referimos a la Ciudad Vieja: el Muro de los Lamentos y la Mezquita de Omar. Eso es lo que dificulta la solución", señaló Moshe Maoz, analista israelí de la Universidad Hebrea de Jerusalén. (FIN/IPS/tra-en/dho/rj/ml/ip/97

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