INDIA: Rastreadores controlan contrabando en frontera con Pakistán

Todos los días al amanecer, el agente indio Shaitan Singh examina una extensión de arena junto a la frontera con Pakistán en busca de huellas de personas o animales.

Singh es desde hace 16 años un "khoji" o rastreador de la Fuerza de Seguridad de Fronteras (FSF) de India, que vigila la línea limítrofe de 1.547 kilómetros con Pakistán en busca de traficantes de drogas, contrabandistas e inmigrantes ilegales.

El rastreador cumple su función en el puesto fronterizo de Gadra Road, del estado de Rajastán, 800 kilómetros al oeste de Nueva Delhi, y es capaz de diferenciar huellas de camellos, vacas, cabras u ovejas.

"Para mí, las huellas de personas o animales son como rostros. Ninguna es igual", dijo Singh, quien persiguió recientemente durante cuatro días a cuatro inmigrantes ilegales de Bangladesh, que cruzaron la frontera perseguidos por guardias paquistaníes.

En 1990, rastreó a un camello cargado con 24 kilogramos de oro que había sido introducido ilegalmente desde Pakistán. "Shaitan Singh es el miembro más eficaz del batallón khoji. Puede seguir el rastro de todo lo que camine", aseguró el subinspector Phool Singh, de la FSF.

La policía local requiere en ocasiones sus servicios para perseguir criminales o buscar ganado perdido. Sus colegas de Pakistán, conocidos como los "pugees", son empleados por la guardia de frontera de ese país.

Los aproximadamente 25 khojis de Rajastán pertenecen a los distritos desérticos de Jaisalmer y Barmer y aprenden su oficio en la infancia, buscando camellos, ovejas y vacas que se extravían en el desierto.

"La capacidad instintiva pare distinguir las huellas correctamente aumenta con la experiencia", dijo Singh, quien comenzó a rastrear camellos a los 10 años.

A diferencia de otras profesiones en el Rajastán tribal, regido por supersticiones y castas, los khojis no pertenecen a comunidad o gremio alguno.

Tampoco adoran a un dios específico, pero sí veneran la legendaria maestría del veterano rastreador Gulab Singh, que se retiró de la FSF hace dos años.

"Su capacidad para rastrear era fenomenal. Su mente era como una computadora en relación a las huellas y nunca se equivocaba", señaló Singh, que fue su discípulo.

La tarea de los khojis se alivió el último año, cuando la guardia de fronteras instaló a un costo de un millón de dólares por kilómetro nuevas cercas y poderosos focos de luz a lo largo de 200 kilómetros de la frontera indo-paquistaní, en el sector de Barmer-Jaisalmer.

Anteriormente, los rastreadores no sólo perseguían a inmigrantes ilegales y contrabandistas, sino también a manadas de vacas, camellos y ovejas que atravesaban la frontera.

Singh destacó que las cercas terminaron con el tránsito por la frontera de animales extraviados, pero la policía aseguró que el contrabando de heroína a Pakistán continúa.

Casi 50 kilogramos de heroína fueron requisados entre 1993 y 1996 en el distrito de Barmer, y las autoridades creen que la cantidad efectivamente llevada a Pakistán es tres veces mayor que la decomisada.

El contrabando en esta zona desolada, de elevado desempleo, comenzó en la década de 1950 con el pasaje de oro de Pakistán a India, y cuenta con el apoyo tácito de la población.

Junto con el oro, comenzó el tráfico hacia India de castañas y pistachos, a cambio de té, plata y whisky para Pakistán.

Toros y vacas ingresan a Pakistán desde la zona de Jaisalmer, y manadas de caballos son introducidas ilegalmente en India.

Luego de la tercera guerra entre India y Pakistán en 1971, las patrullas de frontera fueron fortalecidas y el contrabando se tornó profesional. En la década de los 80, el tráfico se volcó a la heroína y los inmigrantes ilegales. (FIN/IPS/tra-en/rb/an/aq-ff-ml/ip/97

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