El líder del opositor Partido Laborista, de Gran Bretaña, Tony Blair, mantenía hoy una ventaja de 20 puntos porcentuales frente a su rival, el primer ministro John Major, del Partido Conservador, para las elecciones del jueves.
La mayoría de los votantes británicos prevén que Blair sucederá a Major, pero no tienen mayor idea de lo que hará una vez que se mude al número 10 de Downing Street.
Los discursos de campaña del líder laborista se fundamentaron en la necesidad de cambios para Gran Bretaña, pero anunció pocas variaciones respecto de las políticas desarrolladas durante 18 años de gobiernos conservadores.
Por fortuna para sus intereses, no necesitó dar mayores explicaciones. Los dirigentes del Partido Conservador pusieron sus cabezas en la guillotina al trabarse en una ardua polémica interna sobre la integración europea y la moneda común continental.
Major, al igual que Blair, fue cauto en sus declaraciones sobre política monetaria, una cuestión que llevó a punto de ebullición un debate sobre la identidad nacional que ya ha durado 52 años, originado tras el fin de la segunda guerra mundial.
Pero la mayoría de los legisladores conservadores no compartieron la cautela de su líder.
Los más connotados "euroescépticos" rechazan la moneda común, pues consideran que socavaría de forma inevitable el derecho del gobierno británico a determinar la política económica nacional.
Muchos se manifestaron a favor del retiro de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) o al menos de la proyectada unión monetaria, lo cual constituyó un desafío a Major, que intentaba mantener acallados los disensos.
El resultado de esas declaraciones fue un carnaval de luchas internas en el Partido Conservador que perjudicó la difundida imagen del candidato como líder todopoderoso del sector.
"Los conservadores están en guerra consigo mismos. Ya esté en el gobierno o en la oposición, creo que el Partido Conservador quedará incapacitada durante varios años", dijo Paddy Ashdown, líder del centrista Partido Liberal Demócrata.
Paradójicamente, Major y su ministro de Finanzas, Kenneth Clarke, tuvieron algunos éxitos en materia económica en los últimos meses. El crecimiento anual llegó a tres por ciento y el consumo es suficiente para generar nuevos temores de inflación.
"Hemos trabajado sin cesar para construir una economía fuerte. Por eso hicimos el sacrificio. Pasamos los años difíciles. Ahora, todos los británicos podrán disfrutar la mayor cosecha de hayamos conocido", dijo Major este jueves.
El gobernante logró una victoria en las elecciones de 1992, pero entonces su partido estaba unido detrás de él y el rival era un Partido Laborista muy diferente.
Entonces, el principal partido opositor estaba en la mitad del tortuoso camino al abandono de sus tradiciones izquierdistas, la ruptura de su centenaria vinculación con los sindicatos y la amplia influencia de los neomarxista-leninistas que marcaron su imagen pública en los años 80.
Blair ya completó ese proceso que hacen del Partido Laborista algo muy lejano a lo que era en sus inicios, uno de los primeros movimientos socialistas democráticos del mundo.
Hoy, el candidato favorito es un eco del viejo Partido Conservador y pronuncia discursos en defensa de la familia e impulsa acciones duras contra el crimen y de la defensa nuclear.
Tampoco vaciló en jugar la carta nacionalista, por temor a que el "euroescepticismo" pegara fuerte en el electorado.
"Alguien dijo que la imitación es la forma más sincera de alabanza, pero aun así es una falsedad", espetó la legendaria predecesora de Major, Margaret Thatcher, cuando se le preguntó su opinión sobre la actual reivindicación laborista de sus otrora cuestionadas políticas.
Un laborista de la vieja escuela hubiera enfatizado en sus discursos el combate contra la pobreza.
"Algunos dicen que el laborismo abandonó a los más débiles de la sociedad al apelar a la clase media suburbana. Eso no tiene sentido. Lo que hacemos es ampliar nuestra convocatoria. Solo ganando una elección seremos capaces de hacer algo por los pobres y los sin techo", afirmó Blair.
Una investigación realizada por la Comisión Europea, órgano ejecutivo de la UE, que trascendió a la prensa a pesar de que aún no fue difundida de forma oficial, revela que Gran Bretaña está apenas encima de España, Portugal y Grecia en cuanto a producto interno bruto por persona en el continente.
El problema es que la brecha entre ricos y pobres se amplía, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. En términos estadísticos, esa brecha es tan grande como la que existe en Nigeria y el doble de la de Sri Lanka o Etiopía.
Algunas zonas de Gran Bretaña figuran entre las más ricas de la UE, pero otras, como los alrededores de la ciudad de Liverpool y las Tierras Altas de Escocia, poseen un producto bruto por persona que está 75 por ciento por debajo del promedio del bloque.
Desde 1979, el ingreso del 10 por ciento más rico de la población británica aumentó con constancia, mientras el del 10 por ciento más pobre caía al mismo ritmo. En 1992 y 1993, el 25 por ciento de los británicos (14,1 millones de personas) vivían en la pobreza. La mayoría de ellos eran mujeres.
Pero resulta inevitable que Europa, y no la pobreza, sea el punto que se ubicará en el primer lugar de la agenda política, sea quien sea el ganador del jueves.
La UE celebrará en junio su cumbre semestral, en Amsterdam. La reforma del bloque será la prioridad. Europa cree que la integración continental es positiva para la economía y la democracia, y no quiere que Gran Bretaña se permita largas esperas que traben las decisiones.
Tanto el laborismo como el conservadurismo son partidarios de esa estrategia, considerada "euroescéptica" por el resto del continente. Ambos descartan la integración a la primera camada de miembros de la unión monetaria en 1999. Ambos prometen un referendo nacional antes de tomar una decisión al respecto.
Major y Blair afirman que, de triunfar, concurrirán a Amsterdam decididos a no renunciar al derecho de Gran Bretaña a vetar cambios a las políticas europeas en materia de defensa, diplomacia y migración.
De todos modos, los laboristas prometen una actitud "más constructiva" en cuanto a industria, bienestar social y ambiente.
Major se manifiesta confiado. "Creo que ganaremos", afirmó el miércoles.
Su esposa Norma coincidió. "No hemos alquilado un camión de mudanzas", dijo, aunque las encuestas digan que Blair y su familia los desalojarán de la histórica residencia del número 10 de Downing Street. (FIN/IPS/tra-en/mom/rj/mj/ip/97