Las antiguas tradiciones fúnebres de China parecen más fuertes que el ejemplo reformista del líder Den Xiaoping, quien aun después de su muerte quiso dar una muestra de pragmatismo mediante una sencilla ceremonia de cremación.
Al decidir su cremación y posterior vertido de sus cenizas al mar en lugar de un entierro elaborado y tradicional, Deng intentó reforzar una de las numerosas reformas destinadas a convertir a China de una sociedad atrasada y feudal en otra próspera y moderna.
Las reformas funerarias de China fueron lanzadas por el régimen comunista a fines de la década de 1950 para erradicar "indeseables costumbres feudales" tales como los ritos tradicionales de los entierros.
Las inhumaciones convencionales, consideradas como ejemplo de "ideas anticuadas", fueron prohibidas en las zonas urbanas, y la cremación fue declarada obligatoria para los habitantes de las ciudades.
Para los habitantes rurales y muchos otros chinos, el lugar de entierro de sus ancestros provee una vinculación con las raíces, así como una garantía de la continuidad del clan.
Algunas familias construyen incluso tumbas para tres generaciones, como símbolo material de la continuidad patrilineal.
Por esa razón, cuando a comienzos de esta década Deng intentó extender la reforma funeraria al ámbito rural, las granjas de China se transformaron en un campo de batalla entre la vida y la muerte: el gobierno quería que se destinaran más tierras a la agricultura, pero el número de cementerios crecía.
Se construyeron muchas tumbas lujosas, aparentemente por encargo de chinos ricos del exterior que quisieron ser enterrados en su madre patria.
Por ejemplo, un estudio realizado en 1996 demostró que hay 513 cementerios en la ciudad costera de Wenzhou, en la provincia de Zhejiang, conocida por su larga tradición de construcción de tumbas extravagantes.
Algunas de esas tumbas cuestan a sus dueños una pequeña fortuna: en promedio 1.200 dólares la construcción, sobre un área de 100 metros cuadrados.
Pero tratándose de un país que alimenta a un quinto de la población del mundo con sólo siete por ciento de su tierra cultivable, China es consciente de que cada parcela de terreno es invalorable. El empuje por la reforma funeraria de los años 90 no tuvo sólo una motivación ideológica, sino también económica.
La máquina propagandística del gobierno no tardó en cambiar las prácticas tradicionales y promovió ardientemente la cremación, sancionando incluso a algunos funcionarios de gobierno por realizar extravagantes ceremonias.
El funeral de Deng, en cambio, fue un modelo de simplicidad, sin ninguna procesión ni otro tipo de ritual.
De acuerdo con sus deseos, sus órganos fueron donados para la investigación científica, sus restos cremados y sus cenizas esparcidas en el mar, días después de su muerte, el pasado 19 de febrero.
Sin embargo, es improbable que el deseo de Deng sea seguido voluntariamente por muchas personas. "Es realmente valeroso, pero yo nunca podría hacer lo mismo", comentó Xiao Wang, un conductor de jinrikisha de Beijing.
Aunque la prensa presenta la muerte como una amenaza al espacio de los que aún están vivos, la mayoría de los chinos están a favor de los antiguos rituales fúnebres. Por ahora, la tradición parece más fuerte que el ejemplo del difunto patriarca de China. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/ml/cr/97