El número de pequeñas fábricas ilegales crece en los centros urbanos de Canadá, especialmente en aquellos con grandes comunidades de inmigrantes.
Una línea telefónica instalada por un centro de servicios legales en la comunidad de bajos ingresos de Parkdale, en Toronto, fue inundada por cientos de llamadas telefónicas de personas desesperadas denunciando salarios no pagados y pagos por debajo del mínimo nacional.
Las personas se quejaron además del no pago de horas extra y la terminación injusta del empleo, mientras la reducción arbitraria del horario de los trabajadores y el abuso de los empleadores se presentaron como quejas en 80 por ciento de las llamadas recibidas en el centro.
Gail Sax, abogada responsable de derechos de los trabajadores del centro, informó que las quejas sobre la violación de las normas de empleo de la legislación de Ontario comprenden alrededor de la mitad de los casos de los que se ocupa.
"Nuestros clientes provienen de sectores de bajos salarios y pobres condiciones de trabajo, como los de vestimenta y textiles, depósitos, alimentación, limpieza, trabajadores domésticos", dijo la abogada, y añadió que una gran proporción son mujeres y pertenecen a minorías.
Muchos empleados tienen demasiado miedo de llevar sus quejas ante el Ministerio de Trabajo de Ontario, añadió Alex Dagg, del consejo del distrito de Ontario de la Unión de Empleados de la Aguja y la Industria Textil (UNITE).
Bajo el actual gobierno del Partido Conservador, los recursos para el cumplimiento de las leyes han sido reducidos, añadió la delegada.
Las pequeñas fábricas o "sweatshops" florecen entre empresas "en que el trabajo involucra una gran parte del costo de los empleadores, y su competencia se basa en el precio, y no en la calidad del producto", dijo Charlotte Yates, profesora de estudios laborales de la Universidad de McMaster, en Hamilton.
Mientras las normas laborales requieren grandes ajustes en una economía en cambio, son la única protección disponible para los trabajadores no sindicalizados. Un tercio de la fuerza de trabajo canadiense está sindicalizada.
Condiciones semejantes a las maquilas y otras zonas de procesamiento de exportaciones de bajos salarios en América Latina y Asia se dan en la industria de vestimenta de Toronto, dijo Alex Dagg, de UNITE.
La maquila es una fórmula de subcontratación internacional por la cual un país provee el capital y la tecnología y otro materias primas, la mano de obra y también parte del capital. Generalmente se asocia a malas condiciones de trabajo y a violaciones de las leyes laborales.
Hace 20 años, alrededor de 80 por ciento de los trabajadores de la vestimenta estaban sindicalizados en Canadá, pero desde entonces la proporción cayó a 20 por ciento, tras un período de reestructuración económica y la partida de empresas a países del sur con fuerza de trabajo más barata y regulaciones laborales menos estrictas.
Pero el sector continúa en pie, y la mitad de la vestimenta de los canadienses es fabricada en su propio país. En gran medida la industria está compuesta por pequeñas fábricas contratadas por las grandes marcas.
Muchos de los trabajadores son mujeres que pasan de pie 12 horas diarias, sin pago de horas extra, cosiendo prendas por 4,50 dólares canadienses la hora (casi 6,20 dólares estadounidenses), lo cual equivale a alrededor de 65 por ciento del salario mínimo nacional, informó Dagg.
Canadá, y Toronto en particular, son un ambiente favorable para los fabricantes de prendas de mujer. La vestimenta de mujer es un mercado competitivo en el cual los gustos de los consumidores cambian rápidamente, y los sistemas modernos de manufactura son preferidos para satisfacer la demanda, señaló Dagg.
Aunque las evidencias anecdóticas sobre el aumento de los talleres ilegales abundan, las estadísticas que reflejan el aumento son difíciles de lograr, señala Grant Shellenberg, investigador del Consejo Canadiense de Desarrollo Social (CCSD).
"Gran parte de esta realidad no es capturada en las encuestas oficiales. Realmente es parte de una economía subterránea", dijo el investigador.
No obstante, resulta claro que el trabajo temporario o contratado, gran parte de naturaleza insegura para los empleados, está en aumento en Canadá, así como en otros países del norte, según el CCSD. Uno cada 10 canadienses es parte de lo que los sociólogos denominan fuerza de trabajo contingente.
Don Young, consultor de desarrollo comunitario en Toronto, afirma que los canandienses "intentan competir con las maquiladoras o los Brasiles del mundo, cuando deberíamos intentar competir con los suecos y hacer productos que valiera la pena comprar". (FIN/IPS/tra-en/pw/yjc/lp/lb/97