BRASIL: Ocupación y campamento inauguran la odisea por la tierra

En el campamento de Campos, al norte de Río, unas 600 familias de campesinos sin tierra brasileños celebran su primera "Asamblea de la ocupación" y entonan el "himno de la reforma agraria", preparándose para recibir a la policía.

Seiscientas familias de campesinos enarbolan al cielo sus herramientas de trabajo y comienzan a memorizar las estrofas de la canción que los acompañará durante toda su odisea, la de "conseguir un pedazo de tierra para cultivar".

Pocas horas después de la ocupación, organizada por el Movimiento de los Sin Tierra (MST), pareciera que ese objetivo fue alcanzado. El cansancio de toda una noche en vela no atenúa la expresión de optimismo reflejado en cada uno de sus rostros.

"Ocupar, producir, resistir", repiten al unísono los campesinos, a sabiendas de que en pocos dias llegará la policía con una orden judicial para desalojarlos. "Ocupar, producir, resistir", reiteran elevando con sus azadas, machetes y hoces una plegaria.

La ocupación de la Usina Sao Joao, una hacienda de caña de azúcar abandonada desde hace cinco años, había tenido lugar durante la noche.

Caminando, en ómnibus, en camiones, los campesinos habían llegado al lugar, ubicado en el norte del estado de Rio de Janeiro, con todas sus pertenencias, la mayoría de ellas envueltas en bolsas de plásticos y, en el caso de los más prósperos, en bolsos deteriorados por el uso.

"Si está sobrando tierra y nosotros somos pobres y precisamos trabajar, y esta tierra está abandonad, ¿por qué no vamos a conquistarla?", se pregunta Celma, una campesina que a causa de una deuda agrícola perdió su pequeña propiedad rural hace algunos años.

Celia dice tener 40 años, pero las arrugas de su rostro, mezcladas con la tierra del camino, la hacen parecer mucho mayor.

"Yo era tornero, pero me quedé sin trabajo. Ahora vine con mi hermano a ver si conseguimos sobrevivir con un pedazo de tierra", explica Gilson, catalogado genéricamente dentro del MST como un desempleado urbano.

Esta expresión ayuda a definir un nuevo perfil de personas incorporadas al movimiento, la de los campesinos cuyos padres o abuelos fueron en el pasado expulsados del campo por la pobreza y que desde la ciudad tuvieron que repetir la experiencia del éxodo, pero esta vez, e irónicamente, hacia el campo.

Otros campesinos que integran el nuevo campamento – el primero de una serie de ocupaciones previstas en el estado de Rio de Janeiro – son ex empleados de la usina, despedidos hace algunos años sin ninguna retribución laboral.

Pocas horas después de la ocupación, el escenario inicial había cambiado definitivamente el paisaje. Las típicas tiendas del Movimiento de los Sin Tierra, de plástico negro, alteraban el color uniforme de los cañaverales.

Los hombres con sus azadas ya habían abierto suficientes claros para instalar a sus familias y aislarlos de las temidas "yararacas", un tipo de víboras venenosas que abundan en la región.

Otro daba una mamadera a su bebe. Su mujer preparaba café en una olla gigante y lo distribuía como un elíxir a esa hora de la madrugada a todos los presentes, incluidos los periodistas de la prensa extranjera, por primera vez testigos de una ocupación .

Llegar al lugar, ubicado unos 350 kilómetros al norte de la ciudad de Rio de Janeiro, había significado apenas unas horas de preparativos. Una llamada a última hora con una única indicación: a cuatro horas de la ciudad habrá una "gran fiesta de casamiento".

Ya en el campamento, la explicación de la metáfora en boca de uno de los líderes: "el casamiento del campesino con su tierra amada", la ocupación.

Esta es la estrategia utilizada por el MST para acelerar la reforma agraria. El gobierno pretende asentar a 280.000 familias de campesinos antes de acabar sugestión, en 1998. Pero esa meta es considerada insuficiente por el movimiento.

Según la Comisión Pastoral de la Tierra, en Brasil uno por ciento de los grandes propietarios concentra 46 por ciento de la tierra, mientras casi cinco millones de campesinos viven en la indigencia.

Otros estudios revelan que 46 grupos económicos que poseen tierra en Brasil controlan 22,1 millones de hectáreas. De este total, sólo son realmente trabajadas 16,7 por ciento.

Por eso las ocupaciones, consideradas por algunos invasiones de la propiedad privada, son justificadas constitucionalmente por el MST.

"Las ocupaciones que el MST viene organizando son legítimas ya que el gobierno no cumple con la Constitución, que dice que las tierras que no cumplen con su función social, producir, deben ser destinadas a la reforma agraria", subraya Marina dos Santos, miembro de la Coordinación Nacional del movimiento.

Unos 160 campamentos como el de Campos distribuidos a lo largo de todo el territorio brasileño se han convertido en el marco de vida de 50.000 familias de campesinos.

Para ellos esto puede ser al fin la realización de un sueño: el asentamiento definitivo, el cultivo, la cosecha. O por el contrario el comienzo de una larga peregrinación, hasta que la reforma agraria deje de ser un concepto abstracto y se concrete en un pedazo de tierra. (FIN/IPS/ff/dg/pr-ip-if/97

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