SUDAFRICA: Realismo político conduce a la venta de armamentos

Para sorpresa de muchos, Sudáfrica podría vender armamentos a naciones que violan los derechos humanos, arriesgando su posición ante la opinión mundial.

La disponibilidad de Sudáfrica para vender armas a países como China y Siria, acusados de violar los derechos humanos, desilusiona a muchos que respaldaron en forma entusiasta las sanciones contra el régimen del apartheid en el pasado.

Muchos de ellos ahora promueven una campaña mundial para aprobar un código de conducta para la venta de armamentos convencionales, que podría prohibir la venta a países que violan los derechos humanos.

La política exterior sudafricana cambió desde los días de 1994 cuando el Congreso Nacional Africano (ANC) ganó las primeras elecciones multirraciales del país. En los últimos meses, el gobierno tuvo que ceder al realismo político.

Aparte de la pérdida de autoridad moral del presidente Nelson Mandela, el coqueteo de Sudáfrica en el turbio mercado mundial de la venta de armamentos, tuvo algunas consecuencias concretas.

El domingo, un diario de Johannesburgo reveló que armas sudafricanas vendidas a Uganda terminaron en manos de los rebeldes en Sudán, poniendo en peligro el esfuerzo de pacificación de Mandela en el país en guerra.

La presión internacional frustró el intento de vender 18,7 millones de dólares en armas ligeras y carros de transporte blindados a Ruanda en noviembre. En febrero, la presión de Estados Unidos obligó a Sudáfrica a reconsiderar un negocio de 641 millones de dólares en armas a Siria.

"La reputación ya no es tan importante", afirmó el profesor Jack Spence, ex director del Instituto Real de Asuntos Internacionales en Londres. "La euforia que marcó a los acontecimientos de abril-mayo de 1994 se disipó".

El cambio en la percepción internacional es bienvenido por Armscor y Denel, la compañía estatal de exportaciónes de armas y su subsidiaria privatizada de producción.

La industria sudafricana de armamentos creció durante los años de aislamiento internacional por el embargo de las Naciones Unidas en 1977. En 1963, el país importó casi 75 por ciento de sus armas, mayormente de Gran Bretaña. Veinte años después fabricaba casi todas las armas que necesitaba.

Pero el gasto militar interno se redujo a la mitad desde fines de los años 80. La industria tiene 50.000 puestos de trabajo, cuando llegó a tener 160.000. Armscor espera aumentar sus exportaciones a más de 550 millones de dólares por año, equivalente a dos por ciento del mercado de armas mundial.

En 1994, los armamentos fueron la segunda fuente de ganancias por exportación en Sudáfrica con 283 millones de dólares.

Sus equipos de mercadeo se enfrentaron a los fabricantes de Europa y Estados Unidos para vender el helicóptero de ataque Rooivalk a Gran Bretaña. Sus sistemas de artillería G5 y G6 de 155 milímetros se consideran competitivos a nivel mundial.

Armscor tiene oficinas en París, Suiza, Moscú, Tel Aviv, Kuala Lumpur, Beijing y Nueva York. El problema es que la mayoría de los posibles compradores de Armscor no son países democráticos sino países en desarrollo cuestionados en materia de derechos humanos.

En un principio, el gobierno del ANC fue riguroso. En 1995, ante la ira de Denel, el gobierno sudafricano canceló un negocio con Turquía equivalente a 330 millones de dólares, debido a la violación de ese país de los derechos humanos de la minoría kurda.

En 1996, el mismo gobierno había cambiado su posición como para enfrentar a Estados Unidos e Israel por la modernización de la flota de tanques soviéticos T-72 de Siria. El negocio se aplazó pero no fue cancelado.

Este mes, otra compañía sudafricana, Reutech Radar Systems, confirmó que Beijing envió una delegación a su fábrica en mayo de 1996, aunque no se concretaron negocios.

"Desde que terminó el embargo, los sudafricanos necesitan exportar más armamentos que nunca", sostuvo Carol Reed, editora de Jane's Defence Weekly, una revista especializada en armas.

Mandela dice que el ANC tiene un compromiso con los países que lo apoyaron durante los años de exilio y oposición al apartheid.

"Los enemigos de los países industrializados no son mis enemigos", fue su célebre respuesta el año pasado frente al rechazo que provocó el plan de almacenar petróleo de Irán. Pero en lo que refiere a la venta de armas, el realismo económico prevalece sobre la no alineación.

"Creo que es muy difícil que la venta de armas se rija por principios morales. Una vez que se ingresa al mercado de armamentos, ciertas concesiones deben hacerse", declaró Jack Spence a IPS.

"Sudáfrica por lo menos trata de analizar cada negocio con la mayor cautela y sopesar la ganancia frente a la situación de los derechos humanos", agregó.

"Pero creo que hay personas en el gobierno y en Armscor que argumentan que todos los demás venden armas en todos lados. Entonces, se preguntan, por qué nosotros no, si necesitamos toda la ayuda posible para desarrollar la economía y elevar el nivel de vida de la mayoría negra".

"No se trata de moralidad", expresó Reed. "Los países con industrias de defensa están obligados a protegerla y cumplir con las normas que regulan la venta de armamentos. Pero existe la obligación moral de proteger el empleo en la industria y Sudáfrica tiene tanto derecho como ninguno a exportar armas". (FIN/IPS/tra-en/db/rj/aq-jc//hd-ip/97

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