CHINA: "Gran muralla de acero" para reprimir conflictos étnicos

Los musulmanes de la etnia uighur comenzaron a dar la lucha por la independencia de Xinjiang en las calles de Beijing, que ya fue blanco del primer atentado de los secesionistas.

Una serie de bombas en Urumqi, capital de la región autónoma de Xinjiang, fueron la primera manifestación de conflictos étnicos y religiosos en China tras la muerte del líder supremo Deng Xiaoping en febrero. Tres ómnibus quedaron destrozados mientras se velaban los restos de Deng en Beijing.

La cuarta bomba, que estalló el viernes en una zona congestionada de la capital, trasladó al centro del país la tensión entre la etnia han, mayoritaria en China, y la minoría musulmana uighur, que predomina en el extremo occidental.

La región autónoma de Xinjiang es el escenario de choques étnicos y religiosos desde que los uighur quedaron bajo la égida del comunismo en 1949, cuando Mao Zedong afirmó su victoria en todo el territorio chino.

Dirigentes uighur en el exilio han denunciado la campaña emprendida el año pasado por Beijing contra "actividades religiosas ilegales", que tiene la finalidad, afirman, de reprimir al movimiento separatista musulmán.

Pero los atentados con explosivos en Urumqui y los disturbios registrados en el poblado fronterizo de Yining, en los que murió una cantidad indeterminada de personas, demostraron que los secesionistas están decididos a llevar sus demandas a la arena internacional por medio de la violencia.

"Pondremos al público mundial en alerta sobre las intenciones de China, que quiere ser una conquistadora", dijo Ashir Vakhidi, líder de la Organización para la Liberación de Uighurstán, grupo que opera en Alma Ata, capital de Kazakstán.

"La meta es una autonomía verdadera del tipo que la República Popular China prometió en la década del 50 pero nunca concedió en los hechos", sostuvo Linda Benson, profesora de Historia de la Universidad de Oakland.

Los uighur son, probablemente, la etnia más antigua entre los 200 millones de turcohablantes del mundo. Su imperio cubrió en el siglo VIII buena parte del actual territorio de Mongolia.

La caída del imperio en el 840 obligó a muchos uighur a escapar a Xinjiang, donde se convirtieron en la etnia mayoritaria.

Los uighur adoptaron un modo de vida sedentario antes que otros pueblos turcos. Son reconocidos como granjeros y agricultores. Adoptaron la religión musulmana en el siglo X.

Los manchúes, que conquistaron China en el siglo XVII, avanzaron hacia occidente en 1759 e invadieron la patria uighur, a cuyo territorio fueron anexando gradualmente. Después de la invasión, la zona recibió el nombre de Xinjiang, que significa "nueva frontera" en idioma mandarín.

Comenzó entonces la historia de las rebeliones de los uighur contra los sucesivos regímenes chinos. Su sueño de independencia fue breve luego de la proclamación de la república musulmana de Turkestán Oriental, que cinco años más tarde fue derrotada por los comunistas chinos.

Beijing afronta desde entonces la difícil tarea de mantener bajo su control a esta inquieta región con diferencias de identidad étnica, cultural y religiosa respecto del resto del país.

Las autoridades apelaron a la educación política como herramienta para integrar a la población uighur, y también alentaron la migración de chinos de la etnia han desde otras zonas chinas hacia Xinjiang.

En 1950, alrededor de 15 por ciento de los habitantes de la región eran han, porcentaje que se elevó hasta llegar a 38 en la actualidad. En contraste, la población uighur descendió debido a la política de control de la natalidad implementada por Beijing.

Si estas dos tendencias continúan, los han serán mayoría en Xinjiang dentro de un decenio. "El sistema de supuesto gobierno autónomo es letra muerta si los han continúan inmigrando a Xinjiang para hacer dinero", manifestó Benson.

La región fue sacudida el año pasado por una serie de atentados con explosivos y asesinatos de religiosos y funcionarios vinculados con el gobierno chino, lo que refleja el creciente descontento de la población musulmana.

"Pero, ¿qué pueden hacer uno o dos revólveres de los uighur contra decenas de miles de armas chinas?", se preguntó Vakhidi, un ex coronel de la disuelta Unión Soviética.

La respuesta de Beijing contra el cada vez más violento secesionismo musulmán fue una "gran muralla de acero". El secretario regional del Partido Comunista, Wang Lequin, dijo a que la derrota del separatismo y las actividades religiosas ilegales es una "alta prioridad".

"El separatismo nacional es el enemigo común del pueblo de cualquier nacionalidad. No es solo hostil hacia los han, pues se dirige además contra todas las minorías nacionales", dijo Wang.

La preocupación de Beijing aumentó tras la disolución de la Unión Soviética, que dio piedra libre a la constitución de varias repúblicas predominantemente musulmanas en Asia central.

El gobierno central prohibió a los líderes provinciales, excepto a los e Sichuan, la provincia natal de Deng, que pronunciaran elogios públicos al fallecido líder supremo para evitar que un luto excesivo generara inquietud.

Sin embargo, Beijing permitió también a funcionarios de las dos regiones más reprimidas, Tibet y Xinjiang, que dijeran sus discursos, con el fin de demostrar que esos territorios estaban bajo control.

Las bombas que estallaron en Urumqi fueron una señal de que los uighur no se ciñen a la línea dictada por el gobierno chino y que los reclamos de mayor autonomía tienen una base real.

Tibet y Xinjiang continuarán siendo las cuestiones más difíciles para el presidente Jiang Zemin. Los uighures y los seguidores del líder espiritual del Tibet, el Dalai Lama, se prestan respaldo mutuo.

Los líderes uighures en el exilio creen que la violencia es inevitable. "Solo de este modo lograremos que el mundo comprenda la seriedad de la asimilación en curso en Xinjiang", dijo Vakhidi. (FIN/IPS/tra-en/ab/ral/mj/ip pr/97

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