AMBIENTE: Retribuyen a indígenas peruanos por plantas medicinales

Los investigadores de los laboratorios internacionales cortejan a los pueblos indígenas de la Amazonia con la esperanza de que alguna de sus medicinas tradicionales cure enfermedades como el cáncer o el SIDA.

La savia del ricino de la Amazonia peruana, llamada 'sangre de dragón' por su color carmesí, utilizada como cicatrizante por la población en la región, es una de tantos productos medicinales que se extraen de la selva y se envían a destinos como Alemania, Japón y Estados Unidos.

Hace poco, un equipo de científicos pasó tres semanas recolectando medicinas populares junto a miembros de la nación aguaruna en la zona de Marañón, llamada así por el río que recorre esa zona del norte de Perú.

Dirigido por Walter Lewis, científico de la estadounidense Universidad Washington en St. Louis, Missouri, el equipo estaba integrado por investigadores de las universidades de San Marcos y Cayetano Heredia en Lima.

Después del análisis inicial de 200 plantas recogidas en la primera expedición, 20 plantas fueron enviadas a Chicago para un análisis más complejo en los laboratorios de Searle, una subsidiaria de Monsanto, la multimillonaria compañía farmacéutica.

La recolección se realiza en función de tres convenios firmados por los aguarunas con las universidades y la compañía farmacéutica.

Los convenios no tienen precedentes porque otorgan mayores ganancias a la población local que acuerdos anteriores de recolección de plantas. También es uno de los primeros convenios entre una compañía farmacéutica y un grupo indígena.

En la historia humana reciente, los productos de las selvas tropicales fueron convertidos en medicinas comerciales como la quinina, una droga contra la malaria descubierta en Perú, y la vincapervinca de Madagascar, que se utiliza contra la leucemia infantil.

Aunque las propiedades curativas de las plantas fueron descubiertas por las comunidades locales que compartieron su conocimiento gratuitamente con los investigadores del exterior, las compañías que hicieron ganancias multimillonarias con sus conocimientos nunca indemnizaron a las comunidades.

El convenio con los aguarunas comenzó de manera similar. En diciembre de 1993, Lewis obtuvo uno de los cinco subsidios que otorga el Instituto Nacional de Salud (NIH) de Estados Unidos en el programa de los Grupos Internacionales de Cooperación para la Biodiversidad (ICBG).

El programa ICBG otorga 400.000 dólares por año a los equipos de investigación para el descubrimiento y conservación de drogas. Los proyectos se realizan en conjunto con compañías farmacéuticas multinacionales como American Cyanamid, Bristol-Myers-Squibb, y Shaman Pharmaceutical.

Cuando Lewis llegó por primera vez a Marañón, omitió decirles a los aguarunas que tenía un contrato para enviar las plantas recogidas a Searle, para su posible explotación comercial. Cuando el Consejo Aguaruna y Huambisa descubrieron el arreglo en 1995, Lewis fue expulsado de los bosques.

En los últimos dos años, Lewis trató de llegar a un acuerdo con otros grupos de aguarunas. Recurrió a la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) y a la CONAP, organización indígena peruana.

Cesar Sara-Sara, líder aguaruna de la CONAP, firmó nuevos convenios con NIH y Searle en Maryland y Missouri a fines del año pasado, que permitieron el retorno de Lewis a Marañón.

Hoy en día, la Universidad de Washington y Searle tienen un 'convenio de concesión' y los aguarunas tienen un 'convenio de concesión de conocimiento práctico' con Searle.

Los aguarunas y la Universidad de Washington también tienen un 'convenio de recolección biológica', por el cual los indígenas reciben 10 por ciento del subsidio de ICBG.

Brendan Tobin, abogado irlandés que trabajó para la SPDA y ayudó a Sara-Sara a concertar los convenios, dice que los acuerdos compensan a los aguarunas en cuatro etapas.

Los aguarunas reciben honorarios anuales por concesión de conocimiento práctico y 'honorarios de recolección' por cada planta que se recoge. Si se descubre una droga, los aguarunas recibirán un pago de la compañía antes de su comercialización. Finalmente, recibirán regalías de las ventas.

Los convenios rigen durante cuatro años y son 'no excluyentes', lo que significa que los aguarunas mantienen todos sus derechos para recolectar, utilizar y comercializar sus propias plantas.

Searle también acordó utilizar las plantas de manera que no "viole la concepción del mundo de los aguarunas". Ello incluye a la ingeniería genética.

El tema surgió en parte porque Monsanto, la compañía subsidiaria de Searle, es uno de los mayores productores mundiales de productos realizados por ingeniería genética. La compañía tiene patentes sobre algodón, papas, frijoles de soja y tomates y está realizando ingeniería genética en el maíz.

Muchos de estos productos fueron alterados para hacerlos resistentes al Roundup, un potente herbicida producido por Monsanto.

"Es una parte muy importante del proceso", expresó Lewis. "Tenemos que obtener el 'consentimiento previo informado' de las comunidades sobre lo que podemos utilizar y cómo".

"Hasta ahora, las cosas marchan bien", agregó. "Recolectamos venenos para pescado y humanos que podrían ser anticancerígenos, medicinas contra pulgas, tiñas y piojos. También tenemos plantas para tratar la inflamación y las infecciones micóticas".

Lewis espera poder discutir posibles proyectos de reforestación para realizar la tercera parte del programa NIH. También dará clases en agosto para que la población local pueda seguir clasificando sus plantas por sí misma. (FIN/IPS/tra-en/pc/yjc/aq-jc/en-pr/97

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