SENEGAL: Debate histórico sobre santuario de la esclavitud

Amplios sectores de la sociedad de Senegal reaccionaron con indignación ante nuevas versiones según las cuales el tráfico internacional de esclavos no tuvo en este país la significación que siempre se le ha atribuido.

La reacción se debió a un artículo que publicó en diciembre el periódico francés Le Monde, donde se decía que la famosa isla de Gorée, cercana a Dakar, no fue en verdad lo que se ha dicho de ella.

Gorée ha sido mencionada siempre como uno de los puntos más importantes del comercio esclavista en Africa, y la última parada para los millones de africanos que fueron llevados a la fuerza a América.

"Es lo mismo que negar que haya existido el holocausto judío", comentó Mohammed Faye, profesor de enseñanza secundaria en Dakar. Muchos senegaleses opinaron que el artículo fue un ataque a la herencia cultural de este país.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha clasificado a Gorée como un "sitio histórico", y cada año peregrinan a la isla miles de turistas, en su mayoría descendientes de esclavos de Estados Unidos.

El Papa Juan Pablo II visitó Gorée en 1992, convirtiéndose en el primer jefe de la Iglesia Católica que puso su pie en los lugares que, según la historiografía más recibida, sirvieron de calabozos en la "Maison des Esclaves" (Casa de los Esclavos).

Aquella casa fue una de las muchas y elegantes residencias de antiguos mercaderes, las cuales aún bordean las adoquinadas calles de esa diminuta isla, aunque la mayoría de ellas pertenecen ahora a la élite senegalesa.

A pesar de que la casa no es más grande que las otras edificaciones, se calcula que pasaron por ella 40 millones de esclavos, de los cuales no menos de cinco millones fueron a Estados Unidos, de acuerdo con el conservador de la Maison, Joseph N'Diaye.

Lo más notable de la visita a la Maison des Esclaves es una pequeña puerta de salida frente al mar, a cuyo pie se dice que los botes a remo recogían a los esclavos para llevarlos a las naves que les esperaban para atravesar el Atlántico. Encima del dintel de la puerta, un letrero reza: "Viaje Sin Retorno".

Según el artículo de Le Monde, lo que se cuenta de esa casa y de la isla es pura ficción. El autor del trabajo, Emmanuel de Roux, cita en su auxilio al conservador del cercano Museo de Historia de Gorée, Abdoulaye Camara, y a Pére de Beniost, historiador francés y sacerdote de la catedral de Dakar.

Tanto Camara como De Beniost afirmaron -según el articulista- que la historia de la "casa de los esclavos" es un "mito".

Los llamados calabozos eran usados principalmente para guardar productos y tesoros del mercader propietario de la casa, y tal vez algunas de esas celdas se destinaban a "los esclavos de la familia, pero de ninguna manera a esclavos para el tráfico", según el artículo.

Además De Roux afirma que el edificio aún no estaba construido en 1783, cuando se aproximaba el fin del comercio de esclavos. El autor admite que algunos esclavos fueron traficados en otros puntos de Gorée, pero no más de 500 por año.

Ya desde la década de 1950, por cierto, los historiadores comenzaron a expresar sus dudas acerca de la importancia de Gorée en el tráfico esclavista, y algunos de ellos sostuvieron que no más de 10.000 esclavos fueron realmente traficados por la isla.

Philip Curtin -profesor de Historia en la Universidad John Hopkins de Estados Unidos y autor de numerosos libros sobre el comercio de esclavos- reconoció haber creído por largo tiempo que Gorée es "una broma engañosa".

"Mucha gente ha caído en la trampa de Gorée (…) Entretanto, la 'casa de los esclavos' se ha convertido en un santuario emocional del comercio de esclavos y no en un museo serio", afirmó Curtin.

No obstante, parecería que solamente después de la aparición del artículo de De Roux en el periódico francés, mucha gente de Senegal -antigua colonia de Francia- hubiera tomado conciencia del asunto.

N'Diaye, empero, continúa insistiendo en que la historia de la casa es auténtica, y califica a De Roux de "revisionista" con intenciones ocultas.

La televisión estatal de Senegal salió en apoyo de N'Diaye, volviendo a emitir un viejo documental en que el conservador del monumento explica los pormenores del papel jugado por Gorée en el comercio de esclavos. También parece que la mayoría de los senegaleses están de acuerdo con la historia tradicional.

"Tres de cada cuatro personas de este país sabe que Gorée es el lugar de donde partieron la mayoría de los esclavos", afirmó un conductor de taxi. "Y la cuarta, simplemente intenta negar su pasado porque siente vergüenza".

Sin embargo, aquellos que cuestionan la historia tradicional no parecen para nada avergonzados.

Simplemente dicen que la isla es demasiado pequeña para haber podido manejar una cantidad tan grande de esclavos, y que las familias europeas no se habrían sentido cómodas al convivir tan de cerca con la violencia que se aplicaba a los africanos recién capturados.

Apuntan, en cambio, a instalaciones más al estilo de una factoría, como el castillo de Elima, en Ghana, con sus grandes calabozos y su adecuada ubicación.

Los gobernantes senegaleses no ocultan su preocupación porque una revisión histórica de este tipo pondría en riesgo los millones de dólares que entran al país por turismo. Una de las fuentes citadas por De Roux, Abdoulaye Camara, negó que alguna vez haya dicho que la Maison des Esclaves fuese un "mito".

El ministro de Ambiente, Abdoulaye Bathily -quien además es profesor de Historia en la Universidad de Dakar-, no dejó dudas en sus palabras: "La casa de los esclavos existió. Los esclavos partían de ese lugar cuando eran enviados a América. De eso estoy seguro", sentenció.

El profesor Achille Mbembe, recientemente nombrado presidente del Consejo para el Desarrollo de la Investigación Social en Africa, reconoció que la afirmación de N'Diaye "puede no ser una cuestión históricamente comprobable.

Señaló, no obstante, que "no es posible comprender el significado de la esclavitud si se la considera únicamente en términos cuantitativos".

"Nunca podrá saberse en verdad cuánta gente sufrió en este comercio siniestro, y si fuera posible saberlo, ello no sería útil para comprender la magnitud de la explotación humana", concluyó Mbembe. (FIN/IPS/tra-en/dh/kb/arl/cr/97

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