AMERICA LATINA: Las lecciones del "carnavalazo" ecuatoriano

El poder político ya no es más en Anérica Latina una armadura invulnerable contra presiones de la opinión pública, y la actitud de los electores puede cambiar radicalmente en cuestión de semanas.

La crisis en Ecuador, conocida como el "carnavalazo", confiere status de fenómeno continental a una secuencia de hechos ya ocurridos en otros países y que hasta ahora eran explicados más por circunstancias locales que por una tendencia regional.

La destitución del presidente Abdalá Bucaram, a escasos siete meses después de haber recibido el voto de 54 por ciento de los ecuatorianos, tuvo razones inmediatas distintas de las que provocaron la caída del brasileño Fernando Collor de Mello, en 1992, y del venezolano Carlos Andrés Pérez, en 1993.

Pero en lo fundamental, los tres fueron sacados de la presidencia después de que sus simpatizantes se sintieron traicionados por la aplicación de programas de ajuste económico contrarios al imagen populista que proyectaron en la campaña electoral.

Collor y Pérez fueron acusados de corrupción y Bucaram de inestabilidad psíquica. Fueron meros pretextos, porque las cortes de justicia no encontraron evidencias jurídicas contra los dos primeros y posiblemente tampoco las habrá contra el depuesto presidente ecuatoriano.

Las tres destituciones fueron básicamente políticas, motivadas por el desencanto popular y facilitadas tanto por el afán de los dirigentes políticos de sobrevivir a un inexorable proceso desgaste de imagen pública, como por las dudas de los empresarios sobre el futuro de sus inversiones en países contaminados por el virus de la ingobernabilidad.

El caso ecuatoriano pone otra vez en pantalla la delicada cuestión de las relaciones en América Latina entre la gente en la calle y las instancias de poder.

Todo parece indicar que los resultados electorales o los sondeos de opinión pública ya no son más un indicador seguro del verdadero estado de animo de la población. El caso argentino es un ejemplo.

El presidente Carlos Menem fue reelecto en 1995 por amplia mayoría de votos, pero hoy lucha desesperadamente contra índices abrumadores de impopularidad.

El mismo fenómeno de desgaste acelerado de los gobernantes ocurre en Paraguay, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Panamá y Venezuela.

El caso opuesto sería el de Fernando Henrique Cardoso, presidente de Brasil, que está a un paso de lograr autorización legislativa para presentar su candidatura a un nuevo periodo de gobierno, en un momento en que cuenta con fuerte respaldo de la opinión pública.

Pero la "era del cheque en blanco" parece haber acabado en América Latina, de acuerdo con la interpretación que varios analistas han hecho del "carnavalazo" ecuatoriano.

Según los analistas, los indicadores actuales de satisfacción popular pueden cambiar rápidamente, transformando en cuestión de semanas un aparente "nirvana" político en pesadilla.

La clave parece estar en el precio que los electores estarían dispuestos a pagar por las reformas económicas y por el ajuste estructural en curso en la casi totalidad de los países de la región. Los electores parecen haber escogido una actitud de "pagar para ver".

Sin saber si las fórmulas económicas milagrosas prometidas por el candidato triunfante en la campaña electoral funcionan, deciden pagar la apuesta. Pero, cuando los políticos ponen las cartas sobre la mesa, si el precio es demasiado alto o si todo no pasó de un engaño, los votantes ya no dudan en despedir a su presidente. (FIN/IPS/cc/ff/ip/97

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