PERU: Comunidades divididas ante proyecto de gas natural de Shell

Un acuerdo del gobierno de Perú con la compañía multinacional Shell para explotar una reserva de gas natural en la selva de esta villa en el centro del país divide a comunidades locales en su evaluación del proyecto.

La reserva de gas natural llamada Armihuari, cercana a la villa de Cashiriari, para cuya explotación se abrió en la selva un claro de unas tres hectáreas, es la pimera de cuatro que alterarán el hábitat de indios Machiguenga, cazadores y pescadores en el río Urubamba desde hace 5.000 años.

Los kugapakori, aislados del mundo por propia decisión, viven en las cercanías.

Shell afirma que el proyecto está diseñado para convertirse en un modelo de gestión ambiental y participación local. Pero la compañía no ofrece mucho en compensación a las comunidades por las alteraciones que modificarán su forma de vida.

La reserva de Camisea, según la multinacional, contiene 313.000 millones de metros cúbicos de gas natural y 600 millones de barriles de líquidos de gas, con una capacidad de cubrir la demanda de combustible de Lima, situada a unos 500 kilómetros al este.

A cambio de la tierra en la primera reserva en Armihuari, Shell prometió a la villa de Cashirari electricidad para tres casas comunales, además de otras ofertas como techos de lata y una provisión de medicinas.

Pero el acuerdo para el uso de dos hectáreas de tierra (Shell admite que utilizó más de lo pactado incialmente), no garantiza compensaciones en caso de accidente, contaminación de ríos locales o destrucción de la selva.

Shell también selló un acuerdo con Nuevo Mundo, otra villa machiguenga a un día de viaje por el río.

La compañía acordó pagar a la comunidad local una cuota mensual de 4.000 soles (unos 1.600 dólares), por el derecho a construir un aeropuerto en el cual recibir cargas desde Lima para las operaciones de la empresa.

El acuerdo de Nuevo Mundo fue firmado con el líder local Alquilino Ríos. Pero el pacto es rechazado por Efraín Barazo y Job Korinti, líderes de la vecina villa de Kirigueti, quienes sospechan que la compañía tiene planes para introducirse en su territorio.

"Los mapas de Shell sobre el territorio de Nuevo Mundo incluyen un pozo de gas llamado Mipaya, el cual está ubicado en nuestras tierras", afirma Korinti.

Autoridades de Shell, no obstante, afirman que no tienen planes inmediatos de explotar el Mipaya.

Ubicada cerca de un tributario del Urubamba, naciente cerca de la antigua capital inca de Cuzco, en el flanco este de los Andes, en esta región viven especies únicas de animales, pájaros, plantas e insectos, y forma una de las cuencas vitales del Amazonas.

Durante las últimas décadas, misionarios cristianos y empresas petroleras como Shell, Total y Petroperu trajeron el cambio a los pacíficos machiguenga, los cuales gradualmente comenzaron a asentarse en pequeñas villas.

En la región hay sentimientos encontrados sobre Shell, que llegó a la región hace poco más de una década, explorando la zona con la esperanza de encontrar petróleo. La empresa se retiró en 1986, cuando sólo encontró gas y no logró un acuerdo con el gobierno peruano.

Roman Díaz y Victoriano Melchor, jefes de las villas de Camisea y Segakiato, ubicadas entre Cashiriari y Nuevo Mundo, denuncian que, en aquel momento, trabajadores contratados por Shell abusaron de mujeres de la zona.

Activistas de los derechos humanos y el medio ambiente afirman que las operaciones de Shell atrajeron a empresas taladoras de madera, las cuales diseminaron enfermedades que mataron a gran parte de otra comunidad indígena, los nahua, quienes habían vivido aislados durante siglos.

Para evitar cometer los mismos errores, Shell contrató a uno de los expertos en las comunidades locales, el antropólogo peruano Alonso Zarzar, para facilitar el trabajo con los indígenas.

Zarzar elaboró dos detalladas guías para Shell, y condujo talleres para asegurar que los 360 trabajadores locales y extranjeros no violen las costumbres locales o introduzcan prácticas inarmónicas.

Shell también busca asegurar que sus obreros y visitantes estén vacunados, de modo que nuevas enfermedades no ingresen a la región.

La empresa también tiene planes apra asegurar la conservación de la selva circundante. En lugar de construir caminos, todas las provisiones serán transportadas por vía aérea o fluvial. El personal que cace, pesque o simplemente merodee fuera del área de extracción será despedido de inmediato.

Pero activistas peruanos afirman que Shell desconoció sus responsabilidades morales hacia los pueblos locales, los cuales no tienen idea de lo que sucede en el sitio de extracción o de las operaciones futuras que podría involucrar.

Doris Balvin, abogada ambientalista del sur de Perú que pasó la última década estudiando el impacto de la minería, afirma que la compensación a Cashiriari no equivale a más que un regalo navideño.

A comienzos de este mes, la abogada viajó a las comunidades, donde tradujo del inglés al castellano los mapas dados por Shell a los indígenas, para que los líderes locales pudieran entenderlos.

Balvin sostiene que si Shell estuviera realmente interesada en trabajar con las comunidades, les hubiera entregado suficiente información. Además, el acuerdo "se firmó de apuro, y las comunidades locales no tuvieron oportunidad de consultar con un abogado".

Mientras, las actividades de Shell exacerbaron las divisiones existentes entre los machiguenga, tradicionalmente representadas por dos organizaciones rivales.

Las villas de Camisea, Nuevo Mundo y Segakiato están representadas por el Centro de Comunidades Nativas Machiguenga (CECONAMA), mientras Cashiriari, Kirigueti y Shivankoreni se agrupan en el Consejo del Pueblo Machiguenga del Río Urubamba (COMARU).

Shell ayudó a crear un "consejo indígena" unificando a estos dos grupos y otras organizaciones no gubernamentales locales, pero el plan fracasó hace poco, cuando COMARU se retiró del consejo, aumentando las tensiones entre las comunidades. (FIN/IPS/tra-en/pc/yjc/lp/en-pr/97

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