(Artes y Espectáculos) ARGENTINA: Soriano, o un escritor que se va antes de tiempo

La Argentina de los años 70 fue una de las más trágicas coincidencias de espacio y tiempo para los intelectuales progresistas. Pero uno de ellos, Osvaldo Soriano, se burló de ese destino.

Soriano sobrevivió a la violencia y el exilio, y se convirtió en el más popular escritor de las últimas dos décadas.

En un país que prohijó a grandes escritores como Jorge Luis Borges o Ernesto Sábato, y los laureó casi en la recta final de la vida, Soriano murió antes de tiempo. Víctima de un cáncer de pulmón que el había bautizado "el álien", falleció el día 29 en Buenos Aires, a los 54 años.

Su obra, compuesta de siete novelas y cuatro libros de cuentos, relatos y reportajes, quedó inconclusa.

La última novela, "La hora sin sombra", ofrece lo mejor de su arte. Fue publicada en 1995, cuando ya hacía dos años que convivía con su huésped indeseable en los pulmones, y recibió medio millón de dólares de la editorial.

Con el veredicto de un rotundo triunfo popular pero sin premios literarios, Soriano cosechaba un tímido reconocimiento entre colegas y críticos que sospechaban o de su orígen popular, o de su compromiso político.

O de su primer amor por el periodismo, un género al que seguía alimentando como a una amante: de a ratos pero con pasión.

Muchos creen que estaba comenzando a dar lo mejor de sí, pero el fruto cayó antes de madurar.

Nacido en la ciudad de Mar del Plata en 1943 e hijo de padres trabajadores, Soriano resolvió migrar hacia Buenos Aires en su primera juventud. En los años 70 trabajó como periodista en el diario La Opinión, donde escribió los más conmovedores reportajes de su carrera, recopilados en "Artistas, locos y criminales".

Su estilo ya se destacaba por la agilidad con que se elevaba hacia lo literario sin renunciar a ninguna de las reglas del periodismo.

Investigación, información, ambiente, color y veracidad eran los ingredientes que no faltaban en sus historias, narradas con un talento que atrapaba al lector y lo llevaba de viaje por la realidad.

A esa época pertenece la primera de sus siete novelas, "Triste, solitario y final", escrita en la redacción del periódico en seis meses "de no hacer nada", según su versión.

Meses de ocio creativo "en los que se escondía detrás de las columnas (de mampostería)", para eludir la rutina convencional del trabajo, según recuerda el periodista Horacio Verbitsky.

Soriano cultivaba el difícil arte de escribir sencillo.

"Manejaba como nadie los registros populares del habla, las manías, tics y modos de ser de los argentinos, pero sobre todo de esos personajes frustrados, fracasados, derrotados y desorientados, que son una metáfora de lo que le sucede a nuestro país", recuerda Tomás Eloy Martínez, escritor y periodista.

No obstante ello, los italianos se identificaron con su escritura y gozaban con las traducciones de sus novelas.

El escritor italiano Italo Calvino consideraba que Soriano era diferente a sus colegas latinoamericanos y lo había definido como "un Hemingway heroicómico", aludiendo a sus relatos secos de periodista pero con una vuelta de humor e ironía que lo diferenciaban del autor de "Adios a las armas".

Sus personajes, absurdos, patéticos, pugnaban por salir a otra dimensión, quizás para rebelarse contra su estigma de seres eternamente anónimos. El color y el cuerpo de sus héroes daban un volumen a sus historias que los cineastas se vieron tentados a darles una oportunidad en la pantalla gigante.

Ese tránsito, que resultó una tarea estética imposible con hermosos cuentos de Borges, fue un éxito con las novelas de Soriano.

La primera en llegar al cine fue "No habrá más penas ni olvido", que ganó el premio Oso de Plata del Festival de Berlín. Luego vino "Cuarteles de Invierno" y algunos años más tarde "Una sombra ya pronto serás", escrita casi como un guión cinematográfico.

Soriano vivió en Argentina hasta su exilio durante la última dictadura militar (1976-83). Allí se repartió entre Bruselas y París. Se casó con una francesa y tuvo un hijo que hoy tiene ocho años.

Sus penurias y desencantos políticos, retratados siempre con humor ácido y por momentos desopilante, eran parte de sus obsesiones.

Pero un tema recurrente de su obra era la figura de su padre, y siempre, siempre, el fútbol, que volvía una y otra vez. Soriano era capaz de escribir las crónicas futbolísticas más poéticas y emotivas.

Su estilo oral y literario, que rechazaba el corsé de la prensa escrita, desembocó en un proyecto que revolucionó el ambiente periodístico local.

El diario Página 12 de Buenos Aires, que lo tuvo entre sus fundadores, es desde hace más de 10 años fiel reflejo de su pluma libre y su rechazo a toda forma de solemnidad.

Desde la aparición de Página 12, donde Soriano tenía asignada la contratapa del domingo, todos los diarios de Buenos Aires, hasta los más formales, fueron cambiando su estilo recatado por uno más suelto, donde las palabras juegan con el lector.

"Este es el primer diario que hacemos solos. Sin Soriano", dijo el director Ernesto Tiffenberg en un artículo publicado en la portada, al día siguiente de su muerte.

El espacio habitual del chiste, en el ángulo superior izquierdo, quedó vaco: el dibujante prefirió delinear en el centro de la primera página la silueta gruesa de Soriano de espaldas, caminando junto a un gato negro con las manos en los bolsillos.

El titular excluyente de la publicación fue esta vez "Solos", una síntesis del sentimiento reinante en todas las redacciones, mezcla de tristeza y desamparo por la última despedida de un maestro que, por fin, podrá reencontrarse con su padre. (FIN/IPS/mv/ag/cr/97

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