SUDAFRICA: La nación del arco iris pretende olvidar la tormenta

"Raza" continúa siendo una mala palabra en Sudáfrica, país desesperado por olvidar el "apartheid". La nueva "nación del arco iris" prefiere concentrarse en cuestiones que hieran menos suceptibilidades.

Cada vez más y más familias blancas y negras se mudan a Yeoville, un vecindario cosmopolita de Johannesburgo del cual la televisión pinta una imagen de armonía entre razas.

Pero esa es una realidad vista a través de un cristal rosado. Cuando alguien menciona el desempleo, la falta de vivienda y tierra para cultivar y las carencias de los centros educativos, se refiere, aun sin nombrarla, a la mayoría negra.

Las alusiones a la riqueza exhibida con grosería y los crímenes del apartheid (segregación racial institucionalizada que rigió durante 300 años hasta 1992) son, en cambio, dedos acusadores que señalan a la minoría blanca.

Algunos periodistas y estudiantes negros afirman que el racismo aún es una realidad en Sudáfrica.

La Comisión de Derechos Humanos propuso leyes para combatir el racismo y los efectos de tres centurias de dominio de blancos sobre negros, pero la iniciativa fue recibida con temor por numerosos sudafricanos que pretenden olvidar el pasado.

La "revolución silenciosa" que rompió el apartheid a fines de la década del 80 fue considerada también la ruptura de los viejos prejuicios. Los sudafricanos se sienten más cómodos ahora que gozan de su diversidad racial y cultural, según el Instituto Sudafricano de Relaciones Raciales (SAIRR).

"La propuesta de la Comisión de Derechos Humanos no toma en cuenta los desarrollos positivos que se registraron y amenazan con llevar este país de regreso a la obsesión con la raza", según una publicación del SAIRR.

La iniciativa de la Comisión, que aún no fue convertida en ley, contiene acciones para combatir el racismo, tales como auditorías raciales anuales en todas las instituciones públicas y privadas, al igual que las financieras que ya son de rigor.

El proyecto también propone "análisis cuidadosos y regulares de periódicos, publicaciones, radio y televisión con el fin de mostrar los significados detrás del lenguaje, las palabras, la cultura y las imágenes que se proyectan a través de los medios".

La Comisión de Derechos Humanos, uno entre varios organismos creados por la nueva constitución para lidiar con los problemas remanentes del apartheid, también propone el establecimiento de un mecanismo de supervisión sobre actitudes racistas en la policía, las cárceles, las oficinas estatales y la justicia.

"La supervisión debería contener asesoramiento sobre mecanismos para eliminar el racismo, desarrollar programas y legislación así como juicios contra prácticas discriminatorias", según la Comisión.

Otras recomendaciones son la designación de un investigador público dedicado a la discriminación racial y la creación de un "barómetro de racismo" que publique detalles de la situación en la materia en las escuelas, las oficinas del estado, el comercio, la industria y el gobierno.

Pero el SAIRR estima que los costos de la burocracia y los mecanismos establecidos por la Comisión de Derechos Humanos tornan la propuesta en inviable.

El instituto considera que la iniciativa discrimina grandes sectores de la población y propone la prohibición de ciertas formas de expresión definidas como "discursos de odio", lo cual constituye dos argumentos más en contra según el SAIRR.

Por el contrario, Susan Nkomo, directora ejecutiva del no gubernamental Foro para Investigación en Ciencias Sociales y Desarrollo, afirmó que deberían efectuarse auditorías raciales. De lo contrario, "¿cómo se puede medir las transformaciones?", se preguntó.

Nkomo afirmó que algunos países como Cuba establecen la igualdad de razas en sus leyes, pero sus autoridades no pueden establecer la proporción entre blancos y negros en cargos de autoridad. Los blancos, sostuvo, siguen siendo dominantes en esos ámbitos.

"Se necesitan mediciones deliberadas para tener un control. El apartheid fue sistemático, lo cual obliga a ser sistemáticos para combatir sus efectos. Lo que percibo es temor y una sociedad que trata de escaparse de su pasado racista", dijo Nkomo a IPS.

Pero muchos sudafricanos blancos consideran que el gobierno de Nelson Mandela es demasiado sesgado a favor de los negros. "Este también es nuestro país. Los blancos nos sentimos cada vez más como especies en peligro. Es como si no fuéramos bienvenidos", dijo Gary, uno de ellos.

De todas formas, los sudafricanos blancos que apoyaron el apartheid no hablan abiertamente de su participación activa o pasiva en el anterior estado de cosas.

Cuando estudiantes negros efectuaron manifestaciones contra actitudes racistas en universidades que antes eran solo destinadas para blancos, el gobierno intentó pacificar a los ofendidos.

Algunos medios de comunicación acusaron a Mandela de promover la reconciliación entre razas a expensas de la mayoría blanca, lo cual enfureció al presidente.

Los periodistas negros que lanzaron la acusación "creen que derrotamos a los blancos en un campo militar", acusó Mandela. "Creen que los blancos cayeron de bruces y piden piedad. Pero debemos impedir que abracen a los derechistas", concluyó. (FIN/IPS/tra-en/gm/kb/mj/ip pr/96

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