COLOMBIA-ESTADOS UNIDOS: Tesiones de fin de siglo //Balance y Perspectivas//

Las tensas relaciones entre Colombia y Estados Unidos, que marcan el preámbulo de fin de siglo, podrían revertirse, según analistas que escudriñan el escenario anterior y posterior al año 2.000 en esta parte de América.

Para Colombia, la clave está en "reestructurar con los propios recursos su inserción mundial y, en particular, incidir sobre los parámetros y compromisos que lo vinculan con la hegemonía regional (estadounidense)", afirmó el politólogo Juan Gabriel Tokatlian, de la Universidad Nacional de Bogotá.

El experto estima que hay una coincidencia histórica a favor: Colombia tiene desde 1995 la presidencia del Grupo de Países No Alineados (NOAL) y el ex presidente Cesar Gaviria (1990-94) es el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Según el ex presidente Alfonso López Michelsen (1979-74), si el país quiere que las posiciones internacionales descollantes en el NOAL y la OEA se capitalicen a favor debe ser coherente en su política internacional, centralizarla en el mandatario y el Ministerio de Relaciones Exteriores.

El problema, dijo López Michelsen, quien también fue canciller, radica en que siempre se acaba actuando "a la luz de la controversia con Estados Unidos y la lucha contra el narcotráfico".

Para el internacionalista Héctor Charry, en el escenario actual de transición global y de la propia política exterior de Estados Unidos, el problema colombiano aparece "acumulado, agudizado".

Charry llamó la atención sobre el hecho de que un censo de "crisis potenciales" y zonas calientes de ahora al fin de siglo, elaborado por la revista estadounidense Time, no incluye directamente el narcotráfico como factor de conflicto, aunque sí lo deja entrever.

El diagrama de crisis previsibles va desde el cercano contorno de la Rusia posterior al presidente Boris Yeltsin hasta la estabilidad bajo sospecha de México, y la incertidumbre latinoamericana "con un presidente (Bill Clinton) que no la ha visitado nunca".

Por supuesto, contabiliza las hambrunas en Africa, el impacto de la moneda común europea, la erosión del proceso de paz en Medio Oriente y la expansión del fundamentalismo islámico.

El hilo Washington-Bogotá 1996 lo definió la política de garrote y zanahoria del demócrata Clinton, reelegido en la Casa Blanca, hacia el mandatario liberal Ernesto Samper, sobreviviente en Colombia de una crisis de gobernabilidad.

El motivo del forcejeo que involucra de manera protagónica a los parlamentos de ambos países es la lucha contra el narcotráfico, eje principal de la disputa global de la posguerra fría en la que cocaína, opio y marihuana suplen el demonio del comunismo.

En Washington, el Congreso, de mayoría republicana, apretó sistemáticamente las tuercas a Colombia, en consonancia con el Departamento de Estado y la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA).

En Bogotá, la mayoría liberal del parlamento, en alianzas tácticas a veces con los independientes y otras con los conservadores, respondió con retórica nacionalista, votos, vetos y hasta ausentismos diplomáticos.

En junio precluyó la investigacin contra Samper, acusado por la Fiscalía General de encubrimiento, estafa, falsedad, fraude procesal y enriquecimiento ilícito.

En diciembre, el Congreso bloqueó el proyecto de ley de extradición, pero dio vía libre para la sanción presidencial al de extinción de dominio, tan temido por los capos de la droga como el primero.

El endurecimiento de la lucha contra los carteles de la droga es una de las condiciones consignadas en una agenda de 10 puntos – la mayoría de perfil económico- impuesta por Estados Unidos.

El año había empezado con la descertificación, una especie de "tarjeta roja" que según su criterio saca Estados Unidos como gran árbitro del juego mundial de intereses, lo que colocó a Colombia entre los países parias.

Como antecedente, el ex gerente de la campaña de Samper, el ex ministro de Defensa Fernando Botero, había denunciado, a medias, que el presidente "sí sabía" de los aportes del narcotráfico a su campaña.

Tras la denuncia de Botero, circuló una plataforma de transición, conocida como Agenda-96, cuya autoría se atribuye al equipo del ex presidente César Gaviria, actual secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA).

la Agenda-96 expresaba la certeza de grupos influyentes, principalmente alineados con el ala neoliberal del partido de gobierno, sobre la inminente renuncia de Samper.

Samper mismo reconoció que estuvo a punto de dimitir pero la confesión parcial de Botero, quien se exculpó a sí mismo pese a su responsabilidad como gerente de la campaña, fue lo que le dio la capacidad de maniobra que lo mantiene en el poder.

Aunque la descertificación no conllevó castigos económicos, la incertidumbre que aún no se despeja, pues en el primer trimestre de 1997 hay una revisión de la medida, marcó negativamente los negocios.

Estados Unidos es el principal socio comercial de Colombia, el mayor inversionista externo, fuente crucial de equipamiento militar y proveedor relevante de tecnología, señaló Tokatlian.

"Las sanciones serán fatales. Afectarán el costo fiscal, el crecimiento, los flujos de comercio y capital, y la inversión", declaró el director del Departamento Nacional de Planeación (DNP), Juan Carlos Ramírez.

Reflejando un sentimiento generalizado en altas esferas del gobierno, Ramírez dijo que de ocurrir sanciones económicas "serán injustas porque el país ha pagado muy caro el problema del narcotrfico, que es conflicto internacional".

En el aspecto político, el garrote durante 1996 fue duro: Estados Unidos le quitó la visa de ingreso a Samper, a quien nunca vio con buenos ojos, justamente por rumores sobre su relación con los capos del Cartel de Cali, quienes ahora se encuentran todos presos.

Pero la presidencia del NOAL, hecho casi imperceptible para la opinión interna, tiene sin embargo cierta significación a nivel externo, más aún cuando la Unión Europea (UE) busca hacer contrapeso a la progresiva hegemonía estadounidense.

Y como portavoz del NOAL fue Samper a Nueva York a la sede de la Organizacin de Naciones Unidas y también se entrevistó en París con el presidente de Francia, Jacques Chirac.

Esta última entrevista tuvo lugar mientras en las selvas del sur de Colombia más de 100.000 campesinos cultivadores de coca mantenían un paro de protesta por la fumigación de cultivos ilícitos, otra de las exigencias norteamericanas y asumida por Samper.

Como un episodio más del contrapunto Chirac-Clinton, el presidente francés propuso a Samper una fórmula opuesta a la estadounidense, caracterizada por la represión: un fondo mundial pro sustitución de cultivos ilícitos que en su primera etapa comprara la hoja de coca a los campesinos a precios comerciales.

En sus intentos por tomar un respiro ante la asfixiante presión estadounidense, Samper buscó puntos de apoyo en Alemania, principal comprador de café colombiano y aliado en la disputa comercial del banano.

El ministro del Interior, Horacio Serpa, escudero mayor de Samper, viajó a Alemania con la intermediación del superespía Werner Mauss, ahora detenido en Colombia, quien contaba con el amparo de los servicios secretos de ese país y de la embajada de Bonn en Bogotá.

El propósito oficial, según arguyó Serpa ante el Congreso, era iniciar acercamientos para un proceso de paz con la guerrilla.

Tal es el cruce de caminos en la intersección de América del Sur y Central, con una historia en la que desde la conquista española han pesado más las rutas por el mar Caribe, pero que empieza a mirar hacia su litoral Pacífico en busca de un incierto lugar en la geopolítica del siglo XXI. (FIN/IPS/mig/ag/ip/96

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