Los resultados económicos en 1996 en Argentina superaron las expectativas de los analistas y del Fondo Monetario Internacional (FMI), pese al divorcio del presidente Carlos Menem y su ex ministro de Economía Domingo Cavallo.
No obstante, la gente aún no percibe mejoras. El discurso oficial y el de las empresas corre por un carril y el de la población por otro.
"Yo no entiendo como dicen 'salimos de la recesión'. Para mi esto está cada vez peor. Mi marido perdió el empleo y a mi me ofrecieron trabjar más horas con el mismo salario", dijo Alicia Peralta, empleada doméstica.
Aunque repuntaron, las cifras macroeconómicas no tienen aún impacto en la calidad de vida de la mayoría de la población. Los tiempos del auge del consumo (1991-94) quedaron muy lejos y, de ahora en más, el que conserva el empleo es un privilegiado.
A fines de 1995, cuando el producto interno bruto (PIB) retrocedió 4,6 por ciento, el gobierno creía que en este año la economía crecería cinco puntos. Pero el optimismo oficial era desmentido por economistas que vaticinaban un crecimiento de cero a dos por ciento y por el FMI, que proyectaba 2,5 por ciento.
Finalmente, al terminar 1996, el PIB habrá repuntado casi cuatro por ciento, según proyecciones del Ministerio de Economía. Para 1997, la evolución será todavía mejor: gobierno y economistas pronostican una tasa de al menos cinco por ciento.
El consumo, que había caído cinco por ciento en 1995, repuntó este año cuatro por ciento, según la consultora de Miguel Angel Broda, pese a la pérdida de poder adquisitivo del salario de 10 por ciento, y de una tasa de desempleo de 17,4 por ciento, el principal desafío para 1997.
Las autoridades económicas vaticinan que para el año próximo, la desocupación habrá bajado dos puntos si el Congreso aprueba las leyes de flexibilización laboral, demanda número uno de las empresas encuestadas por la consultora Price Waterhouse. Broda coincide con el panorama que ofrece el gobierno.
El desempleo abierto, sumado a la subocupación, revelan que hay más de cuatro millones de personas con problemas de empleo.
Otro estudio, realizado por la encuestadora Mora y Araujo, señala que de cada cinco empleados, sólo dos tienen estabilidad. Estos fenómenos no ayudan a incentivar el consumo.
La inversión, que en 1995 cayó 16 por ciento, subió este año ocho por ciento, con unos 3.700 millones de dólares en inversiones directas, concentradas en la industria, luego de una etapa (1991- 95) en la que los capitales se dirigieron casi en forma exclusiva hacia la adquisición de empresas públicas.
Para 1997 se espera que las inversiones se incrementen entre 10 y 13 por ciento, con mayor presencia de países asiáticos.
Los depósitos bancarios, que habían sufrido un colpaso en 1995, crecieron de 38.000 millones a 52.000 millones, y la demanda de préstamos también aumentó, aunque la cartera de morosos alcanza a 18 por ciento de los prestatarios, lo que determina tasas de interés muy altas respecto de países vecinos.
Las quiebras de pequeñas empresas fueron 42 por ciento más que en 1995, a pesar de la recuperación, y hubo 10 por ciento más de cierres de cuentas corrientes. Las deudas que se acumularon, las altas tasas de interés y la falta de perspectiva sentenciaron a quienes dependían del crédito interno.
Broda señala que para 1997 uno de los principales retos será aumentar la tasa de ahorro, que podría ubicarse en 18 por ciento, a fin de frenar el proceso de endeudamiento externo que a nivel oficial ronda los 100.000 millones de dólares.
El gobierno emitió este año bonos externos por 9.000 millones de dólares para refinanciar deuda. En 1997 tendrá que hacer frente a casi 14.000 millones de dólares de vencimientos de la deuda, pero a diferencia de hace un año, el mercado internacional cuenta con mayor líquidez que entonces.
En 1996, el momento más crítico se produjo en julio, cuando Cavallo fue separado del cargo. La identificación de quien había conducido la política económica argentina durante cinco años con el modelo mismo, despertaba ciertos temores, pero los mercados entendieron enseguida que la continuidad no estaba en peligro.
El nuevo ministro de Economía, Roque Fernández, se concentró en tratar de reducir el déficit fiscal, que superó este año los 5.000 millones de dólares y será aún mayor el próximo. En 1997, la disciplina fiscal podría tambalearse ante las elecciones legislativas.
Los empresarios temen que entre 1997 y 1999 -cuando termina el mandato de Menem- la economía marche al ritmo inesperado de la política y no haya más reformas estructurales como las que se pretenden en el mercado laboral.
Por eso, Menem apura al Congreso para que sancione los proyectos de flexibilización de las normas laborales este mismo año. Pero la presión sindical, que expresa un creciente malestar social, parece marcarle hoy los tiempos al gobierno. (FIN/IPS/mv/ag/if/96