El espinoso problema de la independencia de Timor Oriental aflora una y otra vez, como todos los años desde 1991 cuando se acerca el 12 de noviembre, entre los gobiernos del sudeste de Asia, que temen ofender a Suharto, el presidente de Indonesia.
El asunto se discute en los pasillos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en la conversaciones entre el sudeste de Asia y los gobiernos de Occidente y en los foros sobre derechos humanos en todo el mundo.
El 12 de noviembre de 1991, soldados del gobierno de Indonesia dispararon contra una manifestación de independentistas de Timor Oriental en Dili, la capital de ese territorio, lo que provocó la muerte de más de 150 personas.
El incidente provocó una ola mundial de condenas contra el régimen de Suharto, que juzgó en cortes marciales a los culpables de la matanza.
Pero Jakarta no está dispuesta a aceptar los reclamos de los movimientos independentistas que continúan protestando contra la invasión de Timor Oriental, recién independizado de Portugal en 1975, y su posterior anexión a Indonesia en 1976, no reconocida por la ONU.
En octubre de este año, el arzobispo católico Carlos Ximenes Bello y el dirigente exiliado José Ramos-Horta obtuvieron el premio Nobel de la Paz, lo cual impulsó la actividad independentista.
A pesar del galardón, los activistas no logran que los gobiernos de los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) presionen al gobierno de Indonesia.
La primera señal en tal sentido se registró el mismo mes de octubre, cuando el presidente de Filipinas, Fidel Ramos, prohibió a Ramos-Horta asistir a una conferencia de organizaciones no gubernamentales paralela a la reunión de jefes de gobierno del Foro de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico.
Malasia tampoco fue receptiva. La Segunda Conferencia de Asia y el Pacífico sobre Timor Oriental, que iba a durar cuatro días, se inauguró y se cerró este sábado en Kuala Lumpur cuando 200 manifestantes del gobernante Frente Nacional de Malasia irrumpieron en el lugar donde se celebraba.
Los manifestantes voltearon sillas, tiraron letreros y molestaron a quienes asistían a la reunión. Unos 40 extranjeros, entre ellos australianos, filipinos, estadounidenses, srilankeses, japoneses y portugueses, fueron deportados este domingo.
Funcionarios malayos, entre ellos el viceprimer ministro Anwar Ibrahim, negaron que la interrupción hubiera sido impulsada por el gobierno, a pesar de que se había solicitado a los organizadores que cancelaran la reunión.
"No queremos hacer algo que pueda dañar las relaciones con nuestro vecino. Esta conferencia es un acto irresponsable", dijo el primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, en Ghana, donde se encontraba de visita oficial.
Admad Zahid Hamidi, jefe del ala juvenil de la Organización Nacional Unida Malaya, sector que lidera Mahathir, admitió que él ordenó la interrupción de la conferencia en aras de proteger la imagen de su país.
Tailandia también intentó frenar una reunión internacional sobre Timor Oriental en 1994 en nombre de la solidaridad regional y para no dañar la relación con un vecino amistoso.
Desde el punto de vista diplomático, el respaldo de los países del sudeste asiático a Indonesia en torno a Timor Oriental no es sorprendente.
Los países de la región, acusados por perseguir el progreso económico a merced de los derechos humanos y políticos, eluden estos debates entre ellos y se resisten a comentar "asuntos internos" de las naciones vecinas.
La ASEAN nuclea a Brunei, Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam.
El episodio del sábado "es un mentís a la imagen de Mahatir como un progresista del Tercer Mundo", dijo Walden Bello, de la no gubernamental Focus on the Global South, con sede en Bangkok.
"Mahatir es considerado el campeón del Sur en desarrollo, pero vemos que no es muy diferente de Suharto cuando se trata de intereses reales, democracia y derechos humanos", sostuvo Bello en una conferencia de prensa en Manila este lunes.
"Esto parece señalar una desvinculación de los derechos humanos de la política exterior", afirmó, por su parte, Max de Mesa, subsecretario general de Alianza de Defensores de los Derechos Humanos de Filipinas.
"A Ramos le gusta mostrarse como un demócrata, pero cuando se lo rasca aparece algo", agregó Bello.
El congresista Ronaldo Zamora afirmó que Filpinas "perdió su ascendiente moral cuando el gobierno de Ramos inició la moda regional de prohibir a los extranjeros manifestarse en forma crítica a la anexión de Timor Oriental".
Ramos rechazó este domingo los reclamos de efectuar una protesta diplomática contra Malasia. "Debemos respetar las reglas y las leyes de Malasia, porque es su sistema", dijo el mandatario.
"Cuando uno está en otro país, si se le dice que algo está prohibido, tendrá que tomar nota o afrontar las consecuencias", declaró, por su parte, el primer ministro de Australia, John Howard. (FIN/IPS/tra-en/js/cpg/mj/ip hd/96