ESTADOS UNIDOS: CIA y narcotráfico, un matrimonio bien avenido

Las investigaciones que tienen por objeto el presunto vínculo entre el narcotráfico y operaciones encubiertas de la CIA revelan una conducta que se reitera a lo largo de los 50 años de historia de esta agencia del gobierno de Estados Unidos.

Esta semana, la atención recayó sobre los líderes "contra" de Nicaragua Adolfo Calero y Edén Pastora, pero la guerra fría fue, según abundante evidencia, el motivo que tuvo la CIA para apoyar y proteger a traficantes de droga en Afganistán, Honduras, Laos, Panamá, Pakistán y Tailandia, entre otros países.

Calero y Pastora capturaron este martes, nuevamente, la atención de los periodistas de Estados Unidos, cuando fueron recibidos por los congresistas en el Monte Capitolio.

Pero en lugar de procurar, como hace un decenio, respaldo para sus operaciones dirigidas a derrocar al gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Calero y Pastora se enfrentaron a un embarazoso interrogatorio.

¿Qué sabían sobre el apoyo financiero brindado por traficantes de drogas a los contras o del tráfico que desarrollaban los propios insurgentes? ¿Estaban al tanto del respaldo que, según distintas versiones, prestaban agentes de CIA (Agencia Central de Inteligencia) a los narcotraficantes?

Las respuestas a estas preguntas, de acuerdo con conocedores de la CIA, no son solo importantes para desvelar la actividad de los contras. También podrían relacionarse con las operaciones secretas conducidas por la agencia desde su fundación hace casi 50 años, desde Afganistán a Tailandia.

"En casi todos los lugares, el tráfico de drogas y las acciones encubiertas están unidos en matrimonio", sentenció Jack Blum, abogado y ex asesor de un comité del Senado de Estados Unidos que investigó el narcotráfico en América Central a fines de la década del 80.

Como muchos otros expertos, Blum no cree que la CIA estuviera comprometida directamente en el tráfico de drogas. "Lo cierto es que los políticos cerraron sus ojos al comportamiento criminal de nuestros aliados y amigos en esta guerra", dijo a un grupo de senadores.

Estas guerras secretas comenzaron a partir de las incursiones desde Birmania a China por parte de contingentes del brazo armado del Kuomitang (partido nacionalista chino anterior al triunfo del Partido Comunista) que contaba con respaldo de la CIA a inicios de la década del 50.

Este enfrentamiento fue el origen del denominado "Triángulo Dorado", zona del sudeste de Asia donde abundan grandes cultivos de adormidera, plantas de procesamiento de opio y heroína y centros de distribución de la droga, según estudiosos del asunto.

Alfred McCoy, autor del libro "Política de la heroína: la complicidad de la CIA en el tráfico mundial de drogas", afirmó que la CIA se dio cuenta de que "despiadados señores de la heroína eran anticomunistas".

La alianza que se forjó en esa ocasión entre los agentes y los narcotraficantes se reiteraría luego en Laos, Afganistán, Pakistán y América Latina, según McCoy.

"Durante una gran operación, todo se subordina" al objetivo principal, de acuerdo con el investigador, para quien la CIA consideraba el involucramiento de sus aliados con el narcotráfico "meros detalles secundarios".

Hasta ahora, la relación entre las operaciones encubiertas y el tráfico de drogas parecía demasiado remota como para concitar la atención del público estadounidense.

Pero la reacción sin precedentes de la comunidad negra a las revelaciones hechas en agosto por el diario San Jose Mercury News abrió una ventana. Según el periódico, los contras nicaragüenses estaban asociados a los traficantes que introdujeron el crack en Estados Unidos.

El San Jose Mercury News informó que vendedores de drogas estrechamente vinculados con líderes contras pudieron ser quienes provocaron la "epidemia" del crack, un derivado barato de la cocaína que provoca serios daños físicos y mentales, a comienzos de la década del 80.

Además, según los investigadores del diario californiano, la CIA ayudó y protegió a los traficantes allegados a los contras.

Las acusaciones hallaron eco en los programas de radio de la comunidad negra en todo Estados Unidos. Eso provocó el estallido de una controversia de tales dimensiones que los comités de inteligencia del Congreso, el Departamento de Justicia y la CIA iniciaron investigaciones, cada uno por su cuenta.

A inicios de este mes, el director de la CIA, John Deutch, se presentó, en una actitud sin precedentes, en una virulenta reunión pública en el barrio de Watts, el más célebre gueto negro de California.

Deutch insistió allí, entre los abucheos de la concurrencia, que la agencia no había encontrado aún evidencia de su propio involucramiento en acciones de narcotráfico, si bien afirmó que estaba determinado a escarbar hasta llegar a la verdad.

Al igual que Deutch, Calero y Pastora negaron este martes el más tenue acercamiento de los contras o de los agentes de la CIA que los apoyaban con traficantes de drogas.

"Si hubiera tenido conocimiento o noción de algo así, lo habría denunciado. Nunca me habría unido con estos criminales, que son totalmente ajenos a mi manera de pensar y a mi forma de vida", protestó Calero, quien conquistó en las elecciones de octubre un escaño en el Congreso de Nicaragua.

Pero existen registros documentales muy claros que demuestran la estrecha asociación de traficantes de drogas con los contras en la década del 80.

Pero la CIA y el gobierno del entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, miraron deliberadamente para el costado y llegaron, incluso, a proteger a conocidos narcotraficantes de la persecución policial y judicial.

"El propósito de esta guerra era mucho más importante para ellos que frenar la droga que estaba llegando a Estados Unidos", según el reconocido periodista Jonathan Kwitny.

El Archivo Nacional sobre Seguridad, un organismo independiente, divulgó el año pasado un volumen titulado "Los contras, cocaína y operaciones encubiertas" que contenía documentos internos del gobierno de Estados Unidos.

En estos documentos, funcionarios de la Casa Blanca a cargo del apoyo a los contras durante el gobierno de Reagan manifiestan su preocupación respecto de operaciones de narcotráfico dirigidas por personas vinculadas con Pastora y Calero.

"Es perfectamente claro que los funcionarios de Washington conocían, condonaron y hasta pagaron a narcotraficantes que participaron en la guerra de los contras", dijo Peter Kornbluh, coautor del informe del Archivo.

Kornbluh no solo señaló a los contras, sino al general Manuel Noriega, de Panamá, durante mucho tiempo colaborador de la CIA y con vínculos con narcotraficantes desde la década del 60, como ejemplo de un aliado en la guerra fría que recibió protección y apoyo de Washington.

Documentos de la Casa Blanca dan cuenta de que Noriega se ofreció a asesinar a todos los líderes del FSLN si Estados Unidos ayudaba a limpiar su imagen, luego de que el diario The New York Times revelara sus actividades ilícitas.

Altos funcionarios del gobierno y de la CIA dijeron a Noriega que cualquier operación de sabotaje contra el FSLN operaría en su favor, según documentos internos obtenidos por el Archivo.

Hasta el fin de la guerrilla contra, Washington no atacó al militar panameño, que tenía el gobierno de su país bajo su control.

Un colaborador clave de la CIA, el general José Bueso Rosa, de Honduras, fue arrestado en Estados Unidos por complicidad con una importación de 40 millones de dólares de cocaína cuyas ganancias se destinarían a pagar a un sicario el asesinato del presidente de su país, Roberto Suazo Córdoba.

Peor funcionarios del gobierno evitaron acusarlo, de acuerdo con el Archivo.

Según la organización, el cierre de la oficina de la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA) en Honduras en 1983 no fue accidental, pues se produjo en el momento de auge de las operaciones de la guerrilla contra. (FIN/IPS/tra- en/jl/yjc/mj/ip/96

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