Los indígenas representan cuatro por ciento de la población del mundo, pero son el 50 por ciento de los habitantes de las áreas más ricas en especies, donde se concentra la mayor diversidad biológica.
Su tradicional estilo de vida mostró ser compatible con la conservación de especies y ecosistemas, con el aprovechamiento sustentable de recursos naturales y con el desarrollo de un saber fundamental para la prevención y cura de enfermedades.
Según la Organización Mundial de la Salud, 80 por ciento de la población mundial se cura en base a los conocimientos nativos de plantas medicinales y se calcula en 40.000 millones de dólares el valor de remedios elaborados en base a plantas silvestres.
Pero la renta de ese comercio no les llega a los poseedores ancestrales de estos conocimientos.
"Grandes empresas farmacéuticas patentan medicamentos que nosotros descubrimos", protestó el líder indígena Valerio Grefa durante el Foro Internacional de Pueblos Indios, realizado desde este lunes hasta el día 15 en Buenos Aires en el marco de la Tercera Conferencia de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica.
La conciencia de la vital relación que existe entre pueblos indígenas y diversidad biológica no sólo es parte del Convenio sino que quedó de manifiesto en la creciente participación de las comunidades en las reuniones que se realizan desde 1992, cuando se firmó la convención en Río de Janeiro.
"En la primera conferencia de las partes -realizada en Bahamas- eran cinco los indígenas y en la segunda -en Jakarta- ya éramos 45. En Buenos Aires somos más de 200 y por primera vez tuvimos un foro paralelo de pueblos indígenas de todo el mundo", dijo a IPS Gabriel Muy, del Movimiento de Indígenas Colombianos.
No obstante, un informe de la Alianza Internacional de Pueblos Indios de los bosques tropicales, elaborado por indígenas de América Latina, Africa, Asia y el Pacífico, estimó insuficiente la participación y señaló su temor de que la convención aumente el poder de los Estados sobre tierras y recursos indígenas.
Grefa insistió en la usurpación de conocimientos. "La sustancia líquida que se extrae del drago -un árbol que abunda en la región del Amazonas- se utiliza para sanar las úlceras, pero adoptó la forma de un medicamento patentado por los laboratorios que se vende en todo el mundo", denunció.
La región de la que proviene Grefa, la amazónica, es considerada una verdadera farmacia, compuesta de un número aún desconocido de genes, especies y ecosistemas que albergan potenciales medicinas para la salud humana.
Los índigenas son considerados custodios de ese rico patrimonio, y por eso quieren ser parte de la negociación.
El convenio de biodiversidad reconoce que "los pueblos que dependen de la tierra y sus recursos biológicos establecen una relación con éstos últimos que demuestra el interés por el mantenimiento de la productividad sustentble de los recursos".
También admite que, frecuentemente, a dichos pueblos se les niega el derecho a tomar decisiones sobre la tierra y sus recursos, manifestándose una desigualdad entre quienes administran y quienes gozan de los beneficios de su producción.
Por esa razón, el convenio decidió incluir un artículo (8-j) de apenas 10 renglones, que se constituye prácticamente en una síntesis de toda la convención.
Ese artículo -aunque condicionado a leyes nacionales-, llama a "respetar, preservar y mantener los conocimientos, innovaciones y prácticas de las comunidades indígenas que entrañen estilos tradicionales de vida pertinentes para la conservación y la utilización sostenible de la divesridad biológica".
El mismo párrafo exhorta a promover la aplicación de ese saber, "con la aprobación y participación" de quienes lo posean, además de tender a que los beneficios derivados de la utilización de esos conocimientos se compartan equitativamente.
De esta manera, se sintetizan en el artículo los tres objetivos de la convención ratificada por 162 países: conservar la diversidad biológica, hacer un uso sostenible de sus componentes y fomentar la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven del uso de los recursos genéticos.
En este sentido, una de las propuestas que llevarán los indígenas a esta tercera conferencia es la de crear una comisión de trabajo que elabore un protocolo específicamente para reglamentar el artículo 8-j de la convención, que los atañe.
En diálogo con IPS, Vladimir Aguilar, asesor jurídico de la Coordinadora Indígena de la Cuenca Amazónica, explicó que "la convención establece de manera muy general los derechos de los pueblos indios, pero un protocolo sería un instrumento que permitiría llevar esos derechos a la práctica".
Hasta ahora, el único protocolo en elaboración para la aplicación concreta de normas de la convención es uno sobre bioseguridad, una iniciativa que podría conseguir fuerte consenso en la reunión que se realiza en Buenos Aires hasta el día 15.
En ese protocolo deben tener intervención los indígenas, ya que se trata de regular el movimiento transfronterizo de organismos modificados genéticamente, para evitar que alteren ecosistemas de los sitios a los que son trasladados, y articular la relación entre recursos genéticos y derechos de propiedad.
Para que se realice ese proceso, los indígenas que suscriben el informe de Alianza Internacional consideran que primero es necesario que se los consulte y se les pida su consentimiento, tanto para suscribir acuerdos con empresas privadas como con los Estados, para el reparto de eventuales beneficios.
Algunas comunidades rechazan de plano el patentamiento, pero la mayoría lo acepta con esta condición de reparto.
En este sentido, ya existen en el mundo algunos ejemplos de asociaciones entre empresas y comunidades indígenas para el aprovechamiento de recursos y la distribución de beneficios como es el caso del laboratorio estadounidense Shaman, especializado en medicina tradicional.
Sobre 800 plantas estudiadas por Shaman, se descubrió potencial terapéutico en 450.
Una de ellas, usada históricamente por los indígenas del Amazonas, probó ser exitosa en el tratamiento de pacientes que padecen de herpes genital, una enfermedad que sufren unas 30 millones de personas en el mundo. (FIN/IPS/mv/jc/en-pr/96